l estudio de las proteínas está abriendo nuevos horizontes a la ciencia. Si bien en el campo de la medicina ya se han hecho importantes hallazgos, grupos de investigación vascos llevan tiempo avanzando en la aplicación de la ciencia a las tecnologías. Este es el caso del grupo que lidera la científica Aitziber López Cortajarena, en CIC-BiomaGUNE.

Doctora en bioquímica por la Universidad del País Vasco, la amplia trayectoria profesional de Aitziber López Cortajarena comenzó tras su doctorado en el departamento de bioquímica de la Universidad de UPV de Leioa, trasladándose más tarde a la universidad de Yale en EEUU, donde inició el estudio del diseño de proteínas. De allí pasó al Instituto Imdea-Nanociencia en Madrid y fue en el año 2016 cuando se incorpora a CIC-BiomaGUNE con el programa Ikerbasque, desarrollando desde principios de este año el cargo de vicedirectora científica del centro, al tiempo que lidera su grupo de investigación en nanotecnología biomolecular.

La ingeniería de proteínas es el objetivo del trabajo que desarrolla su grupo de investigación y, por tanto, el foco de la ciencia en la que está volcada, un estudio que según explica la científica vasca parte de las proteínas, las cuales define como las moléculas que habitan en los sistemas vivos y que son las encargadas de llevar a cabo todas las acciones.

El trabajo que desarrolla en el laboratorio consiste en generar lo que la propia investigadora llama como un “lego molecular”, algo así como una plataforma de proteínas sintéticas con las que intentar imitar su complejidad funcional para generar herramientas. “Ser capaces de generar en el laboratorio proteínas sintéticas que vemos que desarrollan muchas funciones en la naturaleza, nos va a permitir generar herramientas para diversas aplicaciones”.

Son muchos los proyectos en los que está inmerso actualmente el equipo de investigación de CIC-BiomaGUNE. Pero, sin duda, una de las grandes novedades en la que trabajan consiste en utilizar proteínas y biomoleculas en ámbitos tecnológicos, campos en los que hasta ahora no se había concebido usar materiales biológicos para este tipo de aplicaciones.

Bajo este prisma, dos proyectos europeos, ArtiBLED y e-Prot, reclaman la atención del grupo. La idea del primero es generar dispositivos de iluminación led basados en proteínas fluorescentes, las cuales absorben y emiten luz. Concretamente el papel que desarrolla el grupo que lidera López Cortajarena en dicho proyecto tiene que ver con la parte del diseño de esas proteínas fluorescentes con propiedades optimizadas para que se puedan integrar en dispositivos de iluminación.

El reto final es crear en laboratorio proteínas fluorescentes artificiales, dando solución a los problemas que generan los led, al tiempo que se crean alternativas más eficientes.

El segundo de los proyectos en los que el equipo de López Cortajarena va a comenzar a trabajar este año es el denominado e-Prot, cuyo objetivo es desarrollar una plataforma tecnológica para sistemas bioelectrónicos basada en proteínas y en su capacidad de conducir electricidad de forma eficiente.

En palabras de la científica, “la idea es desarrollar proteínas conductoras”, un proyecto con el que se muestra muy ilusionada al surgir de una colaboración entre tres mujeres investigadoras.

El fundamento de e-Prot es la búsqueda para poder ofrecer una alternativa a las tecnologías tradicionales utilizadas en la industria electrónica a partir de la fabricación de estructuras y materiales conductores generados en base a proteínas.

Ambos proyectos parten de la idea de poder desarrollar unas nuevas tecnologías biocompatibles, biodegradables y sostenibles en la búsqueda de esa transición económica hacia la que debe caminar el futuro.

Junto a la tecnología, el uso de las proteínas también se ha aplicado al campo de la biomedicina. Ejemplo de ello son los anticuerpos terapéuticos de aplicación en tratamientos de cáncer, con fármacos biológicos presentes ya en el mercado que permiten modular rutas celulares que están alteradas por alguna enfermedad.

El descubrimiento más reciente es el de una proteína con propiedades antifibróticas. “Hemos podido demostrar en estudio con animales la eficacia de este nuevo diseño como un posible fármaco antifibrótico”, recalca López Cortajarena.

La científica no quiere pasar por alto que para llegar hasta el momento actual, se requiere muchos años previos de estudio y resalta que, “detrás de estos ejemplos de ciencia aplicada hay muchos años de estudio de ciencia fundamental”.

Esta base de estudio previo lo extrapola a lo que está ocurriendo con el covid. “El hecho de estar ahora sobre la búsqueda de detectores del virus no ha llegado de repente, hay una base anterior de muchos años de trabajo, un conocimiento que está permitiendo ahora dar ese paso”.

En su opinión, resulta impresionante cómo se ha reaccionado en tan poco tiempo para descubrir el virus del covid, y argumenta que ello ha sido posible debido al conocimiento previo de muchas personas en áreas diferentes de la ciencia.

La aplicación de biomateriales al ámbito tecnológico, además de ser novedoso, representa para López Cortajarena una necesidad, debido principalmente a la limitación de recursos. Esta escasez de recursos y la búsqueda de una economía sostenible lleva a investigadores de la talla de López Cortajarena a impulsar el descubrimiento de nuevas tecnologías.