- El impacto del coronavirus ha hecho descarrilar a la economía vasca, que sufrirá este año un desplome del 3,6% y se acercará a la pendiente máxima de la última crisis, considerada hasta ahora la gran depresión. Como consecuencia cerca de 17.000 personas se quedarán sin empleo y la tasa de paro se situará en el 11,4%, más de dos puntos por encima del nivel anterior a la pandemia. Se trata de la primera aproximación del Gobierno Vasco al nuevo escenario que se ha abierto, casi de la noche a la mañana, en Euskadi tras el confinamiento en los hogares de los ciudadanos y el parón de la economía con los que se intenta frenar el avance del contagio.

El nuevo pronóstico, que según el Ejecutivo solo puede ir a peor, se ha elaborado con la base de que el confinamiento durará un mes, hasta el 29 de abril -el presidente Sánchez lo prolongó ayer algo menos, hasta el día 26- y que, a partir de esa fecha se iniciará una recuperación paulatina de la normalidad en un plazo que irá de los 45 a los 60 días. Se dará entonces inicio a un proceso de reactivación del consumo y de la producción de las empresas. Sin embargo, durante el apagón se perderá una buena parte de la actividad comercial y productiva y el desplome del PIB a final de año ya es inevitable.

“Vivimos tiempos muy duros para muchas personas y muchas empresas”, resumió ayer el consejero de Hacienda y Economía, Pedro Azpiazu, en una de las comparecencias más complicadas a las que se ha enfrentado. Para explicar por qué la economía se ha dado la vuelta y ha pasado de anticipar un crecimiento del 1,9% a derrumbarse casi al nivel del peor año de la recesión (2009), contó con el apoyo del viceconsejero de Economía y Presupuestos, Alberto Alberdi. También estuvo presente Jordi Campas, director de Planificación. Los tres serán los máximos responsables de peinar el presupuesto del Ejecutivo y reorientar partidas hacia necesidades prioritarias.

La situación es tan delicada como inusual y el Departamento vasco de Hacienda y Economía se ha visto obligado a reformular sus estimaciones de crecimiento del Producto Interior Bruto con métodos “poco ortodoxos”. Básicamente la revisión se ha acercado más que nunca a un ejercicio de adivinación. Entre otras cuestiones, se ha tomado como referencia el impacto del virus en el tejido productivo y el consumo de países que ya están saliendo del pozo y su proyección tanto a Euskadi como a sus principales mercados, con la referencia principal de España, que caería un 4%, y la Unión Europea (-2,8%). Se ha analizado, a su vez, la “reversibilidad” parcial de cuestiones como la compra y la producción de coches o electrodomésticos y contado con que gran parte de la demanda interna no se recuperará.

El cóctel resultante es muy amargo: un año perdido para muchas empresas, una sacudida general a las economías familiares y posiblemente una profunda huella de cierre de negocios que ya estaban al borde del abismo. Si en términos sanitarios el coronavirus se está cebando con las personas que ya tienen problemas de salud, en el capítulo económico todo apunta a que gran parte de las empresas más débiles no se volverán a levantar. La buena noticia es que como todo accidente de tren, una vez despejada la vía, la economía en su conjunto volverá a circular y alcanzará velocidad de crucero con relativa facilidad.

De este modo, el Gobierno Vasco prevé una recuperación rápida y que el PIB crezca un 2,7% el próximo año, corrigiendo en gran parte el desplome de este año. En el ámbito del empleo la situación será más favorable, ya que, según la previsión del equipo de Pedro Azpiazu, la tasa de paro volverá el curso que viene a la situación actual y pasará del 11,4% pronosticado para este año a un 9,6%, solo dos décimas más que en el primer trimestre que se acaba de cerrar.

El comportamiento del PIB está habitualmente fuera del alcance de la mayoría de los ciudadanos, pero en esta ocasión el motivo del desplome está en los hogares de todos los vascos y en las calles del país. El cierre de la hostelería, del comercio no alimentario y del sector inmobiliario, junto al despido de gran parte de los trabajadores eventuales, la suspensión del curso escolar y el confinamiento en casa han estrangulado el consumo de las familias. El Gobierno Vasco estima que ese apartado cerrará el año con una caída del 4,4%. Un vendaval para el conjunto de la economía que arrastrará al sector servicios hasta un retroceso del 3,3%.

La tormenta perfecta del coronavirus sobre el tejido productivo se completa con el parón de numerosas empresas a causa de un expediente de regulación temporal de empleo, el decreto que restringe actividades no esenciales o simplemente por el cese del negocio.

La gran perjudicada de esta espiral será la industria, afectada tanto por el colapso de los mercados exteriores como por el frenazo en la demanda interna. Las actividades manufactureras afrontarán un derrumbe del 4% este ejercicio, según la estimación del Gobierno Vasco. Por contra, también será el sector que más rápido se recupere y crecerá un 3% en 2021.

La construcción, que había sido la última en sumarse a la recuperación pero ya la había consolidado, perderá un 2,5% de su PIB este año y será de nuevo la actividad que avanzará a menor ritmo (1,7%) en el escenario de la reactivación. El sector primario, por su parte, caerá un 4,6% este año y repuntará casi un 6% el próximo. El Ejecutivo Vasco estima que los servicios volverán a zona positiva en 2021 con una subida del 2,2%.

En el capítulo del consumo interno, el gasto de las administraciones, que se verán obligadas a destinar más recursos de lo inicialmente previsto para mitigar el impacto del coronavirus, aumentará en un 4,6% este año. En cambio, en 2021 retrocederá un punto y dos décimas. En cuanto al empleo, la previsión es que en 2020 se pierdan 17.000 puestos de trabajo, un 1,7%, y que el próximo se recupere prácticamente la fuerza laboral con un avance del 1,6% (15.000 empleos).

En ese ámbito también se perderá un tiempo precioso para alcanzar los niveles de afiliación previos a la crisis. Un objetivo que estaba al alcance de la mano hace apenas dos meses y que se ha quedado al otro lado de la grieta que ha abierto el terremoto.