En medio de la comparecencia para anunciar los planes de ajuste para su país, Elsa Fornero, ministra de Trabajo de Italia, acabó llorando. Poco antes de hacerlo, esbozó una sonrisa perdida con la que intentar reprimirse. Pero era demasiado tarde. No pudo reprimir sus lágrimas. Mario Monti tuvo que salir al paso de la afectada ministra, que no podía ni hablar, y proseguir él con las declaraciones. Una gris metáfora del papel que le va a tocar interpretar en los próximos tiempos para sacar del atolladero a un país hundido.
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