Donostia. La situación económica ha hecho multiplicarse los procesos concursales en Gipuzkoa. ¿Se percibe en 2010 un descenso?

En lo que va de año se han presentado más de una treintena solicitudes después de que el año pasado se declararan 89 concursos en Gipuzkoa. Se ha registrado una bajada del 30% pero hay que recordar que un real decreto permitió el aplazamiento de la solicitud de concurso hasta en cuatro meses. Hicimos un cálculo y la disminución del 30% venía a coincidir con el número de concursos aplazados. De todas maneras, sí que parece que la situación está algo mejor que el año pasado.

De las empresas que presentan solicitud de concurso, ¿se encuentran la mayoría muy mal?

Sí. La mayor parte son negocios que piden la liquidación bien cuando presentan la solicitud de concurso, o bien cuando el concurso se está tramitando. Hay pocas compañías que llegan a un convenio con los acreedores; alrededor de un 10%. En general, cuando piden entrar en concurso ya han cesado la actividad, han despedido a los trabajadores y presentan la solicitud para liquidar lo poco que tienen.

¿La mayoría pymes?

Sí, empresas que tengan más de 50 trabajadores son pocas.

¿De qué sectores?

Hay de todo. Hay muchas del transporte y pequeñas manufacturas. Al principio entraron compañías papeleras y ahora ya no; parece que les va mejor. Lo mismo se presenta una imprenta que una pyme que fabrica máquina herramienta. Ahora mismo la crisis es bastante generalizada. ¿Comercios? Alguno que otro pero no suelen ser habituales.

Será duro dirigir un proceso concursal en el que está en juego la economía de muchas familias.

Hombre, cuando la empresa está en concurso y en liquidación, los trabajadores son conscientes de que van a ser despedidos. Otra cosa es cuando la compañía todavía tiene posibilidades de continuar y se plantea la extinción colectiva de empleos como medida para que la actividad de la compañía continúe. En el caso de que haya que aplicar un ERE que afecta a una parte de la plantilla, el problema está en determinar cuáles se van. Pero claro, los concursos más conflictivos son aquéllos en los que no hay más remedio que adoptar la extinción de los contratos de todos los empleados.

¿Cree que en esos concursos críticos desde el punto de vista laboral la presión de los sindicatos perjudica una recuperación de la actividad de la empresa?

En los expedientes de regulación hay un período de consultas en el que se negocia entre la empresa -en este caso la administración concursal- y los representantes sindicales. En esa fase el juez está pero no interviene, pues está a la espera de lo que resulte de ese período de consultas, que puede terminar con acuerdo o sin él. En ese intervalo es posible que haya presiones sindicales, movilizaciones, pero eso no afecta al procedimiento. En el caso de que no exista acuerdo, la decisión recae en el juez. Pero está claro que en cualquier procedimiento siempre es mejor llegar a un acuerdo entre las partes que esperar a una resolución judicial. El dicho popular ya dice que es mejor un mal acuerdo que un buen juicio.

¿Ha percibido que a lo largo de la crisis las empresas han solicitado entrar en concurso tal vez por miedo?

No. La crisis ha hecho que la mayoría de las empresas vengan ya en situación casi terminal, como última baza. Salvo algún caso raro, vienen cuando la empresa ya no tiene remedio. Por insolvencia inminente son muy pocas las empresas que presentan la solicitud.

¿Es aconsejable pedir el concurso?

Si la empresa está en esa situación de insolvencia actual o inminente, siempre tendrá más posibilidades de salir adelante si se acoge a concurso. Cuanto mejor esté la empresa, más atractivo será un posible convenio con los acreedores.

Obviamente, en esta crisis está mal la compañía que se acoge a concurso de acreedores porque las empresas que están a su alrededor, principalmente sus clientes, atraviesan dificultades.

Claro. Muchas compañías se presentan a concurso porque su acreedor no le paga o porque su principal cliente le ha dicho que no va a seguir funcionando con ella. Son una especie de concursos encadenados, un círculo vicioso. Además, que el banco te dé problemas para contar con liquidez es otra de las causas principales de los concursos.

¿Cuántos casos lleva usted en este momento? ¿Cuánto suelen durar de media? ¿Ha aumentado ese tiempo por la crisis?

Ahora en el juzgado están vivos más de 140 casos. Su duración depende de cómo acabe el concurso. Con una compañía media, el convenio puede alcanzarse en un año. Si se liquida el negocio, se tarda mucho más debido a la actual crisis. Está costando mucho vender un pabellón porque ahora hay un montón y han bajado los precios en gran medida. Liquidar ahora una empresa es más complicado que hace cuatro años.

¿Están siendo excesivamente duros los acreedores en los concursos?

Bueno, hay que decir que en términos generales es más fácil que cobre el acreedor cuando la empresa continúa, aunque sea el 50%, que cuando se liquida. Por eso el acreedor, en general, siempre que la empresa tenga visos de poder continuar, es favorable a facilitar las cosas. De todos modos, hay que distinguir entre los acreedores institucionales -La Tesorería de la Seguridad Social y Hacienda- y los privados. Los primeros actúan por otro tipo de criterios, tienen consignas y no suelen votar a favor de los convenios.

¿Cómo se entiende? Se supone que es mejor tratar de que prosiga la actividad de una empresa que crea riqueza.

Ya, pero no hay que olvidar que el convenio conlleva una condonación del 50% de la deuda, y los acreedores institucionales no suelen acceder fácilmente a ello.