Después de casi cuatro años afectada por las obras de la ampliación del Topo, la calle San Bartolomé ha amanecido renovada este viernes. Urbanizada y con aceras más anchas, la céntrica vía ha recuperado su normalidad para alivio de comerciantes y vecinos. Antes fue la calle Easo la que quedó liberada y cada vez son menos las que aún siguen “bloqueadas” por las obras.

El regreso a la normalidad, sin embargo, no borra el desgaste acumulado. En la peluquería Nuevos Pelos, Encarni Gallego recuerda estos años como una travesía interminable. “Hemos estado invisibilizados detrás de una valla. La gente no pasaba por la acera. Hemos estado ocho horas sin agenda, días enteros sin un cliente… A punto de cerrar”. A todas las dificultades, la donostiarra le suma que nadie les ha “perdonado” ninguna tasa durante todo este tiempo, y que ella y su hermano Mikel han tenido que “tirar de ahorros” para salvar el negocio.

Asegura que hubo días en los que abrir el local significaba, simplemente, barrer barro y limpiar el polvo de la obra, y que llegaron a plantearse el cierre definitivo. “Ahora todo el mundo pasa por la acera, piden cita… me siento como si hubiésemos abierto otra vez. Respiras aire limpio y ves luz entrar a tu local”. Feliz por la reapertura total de la calle, recuerda que “han sido cuatro años durísimos, y hemos aguantado porque no quedaba otra”.

Nuria Roa, dueña de la cafetería PinUp Coffee Ruben Plaza

En la acera de enfrente, Nuria Roa, al frente de PinUp Coffee, describe la reapertura de la calle como “una reinauguración” para su pequeña cafetería. Durante las obras, su local estuvo tapado por diferentes paneles. Explica que estos cuatro años “han sido un desangramiento total para el pequeño comercio”, afirma, sin olvidar que las obras comenzaron poco después de la pandemia del covid19. “Primero la pandemia, y justo después, esto. Yo no vendo online. Necesito que la gente venga, conozca mis productos, los mire… y durante años no venía nadie”.

“Hemos estado invisibilizados detrás de una valla. La gente no pasaba por la acera. Hemos estado ocho horas sin agenda, días enteros sin un cliente… A punto de cerrar”

Encarni Gallego - Dueña de la peluqería Nuevos Pelos

Ahora, dice que volver a ver la calle llena de gente le resulta “hasta raro”. “Venir ahora al trabajo me da ilusión, antes había días que pensaba que era un sinsentido porque venía solo a barrer y lo hacía con cascos de obra que me dejaban los trabajadores”, afirma, mientras reconoce al borde del llanto que “si las obras llegan a alargarse más, tendría que haber cerrado”. Este año, a diferencia de otros, ha decidido abrir en Aste Nagusia por la tarde, “solo por ver pasar a la gente”. Sin embargo, advierte que las secuelas económicas que ha sufrido son “graves” y lanza un mensaje amargo: “Cada vez siento más que el pequeño comercio estorba en esta ciudad”.

Vecinos

Para los vecinos, el balance también es agridulce. Maddi Altolaguirre, vecina del portal Nº3, explica que el “sufrimiento” no lo ha derivado solo la duración de las obras, sino también la falta de información y las consecuencias directas sobre las viviendas: “En mi habitación tengo una raja desde arriba hasta el suelo. Las vibraciones han sido constantes, y el polvo también”. Respecto a los plazos, recuerda que “al comienzo nos dijeron que las obras durarían un año y han sido casi cuatro”.

“Venir ahora al trabajo me da ilusión, antes había días que pensaba que era un sinsentido porque venía solo a barrera y lo hacía con cascos de obra que me dejaban los trabajadores”

Nuria Roa - Dueña de la cafetería PinUp Coffee

Altolaguirre ha “sobrevivido” a estos cuatro años, pero recuerda triste a las personas mayores del vecindario: “El ruido era infernal; en mi familia, mis padres fallecieron durante las obras, y lo pasaron fatal durante sus últimos días. Las vibraciones nos daban miedo, aunque nos decían que estaban controladas”.

Mikel y Encarni Gallego, dueños de la peluquería Nuevos Pelos Ruben Plaza

Ahora, reconoce que se respira alivio en la calle: “Podemos volver a abrir los balcones, acceder al parking del Buen Pas, cargar y descargar… y ver la calle viva otra vez”. No obstante, subraya los desperfectos sufridos en varias viviendas y espera que los daños se reparen “pronto”. En el portal Nº10, Araceli Arenas se ha despertado “sorprendida” y asegura que ha pensado que vivía en otra calle tras salir del vecindario. Sumándose a la opinión de Altolagirre, asegura que tiene varias grietas en su casa y subraya que “durante cuatro años los vecinos hemos notado todo tipo de ruidos, vibraciones o movimientos”

A pesar de ello, Arenas está “feliz” tras ver el nuevo aspecto de su calle y no oculta que el resultado final ha sido “muy bueno”. La reapertura de San Bartolomé ha supuesto la recuperación de un pulso vecinal y comercial que durante casi cuatro años ha sobrevivido bajo el ruido de taladros y excavadoras. El aire fresco vuelve a entrar por sus aceras y escaparates.