Emusik, el festival que cada mes de mayo organiza la Escuela Municipal de Música y Danza de Donostia, es la oportunidad perfecta para exteriorizar, no sólo todo el trabajo realizado por alumnos y profesores a lo largo del curso, sino también el progreso en el manejo del instrumento o cuerpo, que en algunos casos se resume en toda una vida. En otras palabras, sacar a la calle todo aquello que cada curso aprenden los más de 2.700 alumnos.

Quien trabaja profesionalmente en el sector, ve natural salir a escena, pero para quien es solo un hobby, la oportunidad de tocar en un escenario como el de Emusik, con todo el trabajo que conlleva, es la ocasión perfecta para justificar el trabajo y el esfuerzo.

“Te sientes músico o bailarín. Ves que tienes un espacio destinado para los artistas y un público. Te puedes sentir un Rolling Stone”, explica el director pedagógico de la escuela, Enekoitz Martinez, quien junto al coordinador del centro, Mikel Romero, asegura a este periódico que, a pesar de estar tocando techo, el festival “siempre crece un poco más”.

1.300 artistas

Los dos primeros fines de semana de mayo se celebró la última edición en la plaza Blas de Otero de Egia, con cerca de 1.300 alumnos del centro agrupados en 25 formaciones de estilos diferentes que deleitaron a espectadores y transeúntes con sus melodías y bailes.

Nacido en 2016, cuando Donostia fue Capital Europea de la Cultura y, por ello, anfitriona del Festival Europeo de Jóvenes Músicos en ese mismo año, el festival es uno de los legados de esa iniciativa y se celebra cada año.

No sólo intervienen en el evento los alumnos, sino que la escuela envía una invitación abierta al conglomerado de escuelas estatales para que participen. Este año se ha llevado a cabo el Festival UEMyD, en el que subieron al escenario bandas procedentes de El Prat de Llobregat, Sant Boi de Llobregat, Brega, Madrid y Hernani. Llevar a cabo Emusik supone tener que coordinar y organizar a 1.300 artistas, pero también hay detrás un equipo muy amplio de producción que se ocupa de montar el escenario y transportar todo el equipo necesario. Romero afirma que “después de ocho ediciones hemos ido afinando y lo tenemos hecho más o menos a nuestra medida”, pero “cuando ves a los técnicos de sonido, transportistas y toda la gente de producción que está por detrás, te das cuenta de que es una barbaridad”, asegura.

Repertorio dirigido a la calle

El repertorio que se oferta es muy variado debido a la amplitud de las bandas que actúan, que intentan reflejar la totalidad de lo que se enseña y aprende en la escuela. Los estilos varían desde el rock clásico hasta el jazz e incluso la música clásica, pero siempre teniendo en cuenta que el repertorio tiene que ser afín a la calle.

No obstante, se intenta tener como hilo conductor la música vasca, puesto que uno de los objetivos de las escuelas de música es “desarrollar y dar a conocer nuestra cultura”. Además, los alumnos que interpretan las obras varían desde los dos años hasta los jóvenes de 18 o adultos de más de 65. Es tanta la variedad que se invierte el típico papel de “el alumno muy joven al que van sus padres a ver a las audiciones y nos encontramos con que en el público también están los hijos e incluso nietos de las personas que están en escena”, afirma Mikel Romero.

"Un auténtico lujazo"

Enekoitz Martinez subraya el hecho de que “parece que hay que tener un nivel específico para subir al escenario, pero con este festival hemos montado un show para todos y tanto profesores como alumnos lo disfrutamos”.

Dos alumnas del centro que participaron en la última edición de Emusik confirman esta percepción. Olatz Alberdi, alumna de bajo eléctrico, asegura que es “un lujazo” poder actuar en ese escenario, ya que “sólo tienes que llevar tu instrumento porque ya tienes todo montado, los baffles, las luces, los amplificadores…, un auténtico lujazo y una muy buena experiencia”.

Alumnas de saxofón durante uno de los conciertos del Emusik 2024 N.G.

Eider Goia, alumna de trikitixa, apoya su idea y añade que “es una meta para todo el repertorio que preparamos durante el curso”. Además, es una oportunidad para conocer gente de otras modalidades como la surgida este año, cuando el grupo de trikitixa “se juntó con la txaranga y salió algo muy bonito”. “Es algo que disfruto de verdad”.

Música y baile para la ciudadanía

Enekoitz Martinez se muestra también satisfecho por el lugar en el que se celebra el festival, la plaza Blas de Otero de Egia, debido a su proximidad con la Musika Eskola y la Escuela de Danza, aunque no se descarta un cambio de ubicación. En todo caso, “es un espacio muy agradable, con la terraza de Tabakalera y el bar al lado”. “Para los que se encuentran de repente con el festival, suele ser una sorpresa porque se encuentran con que hay una Big Band tocando, conocen los temas y a veces incluso se ponen a bailar”.

Roles de género en instrumentos

Afirman que desde su “pequeñez”, intentan desmentir en escena los roles de género ligados a los instrumentos. Es decir, romper los estereotipos de un instrumento masculinizado o feminizado. Así, ver a una niña tocando el trombón o la tuba, instrumentos en los que estadísticamente abunda más el género masculino, ayuda a ver referentes y desmitificarlo. “Así se visibiliza a chicas tocando la batería, chicos bailando, etc. y los jóvenes que están en el público puede que digan yo también quiero”, afirma Martinez. “Si no ves referentes, cuesta mucho ser el primero o la primera”.