El convento de Kristobaldegi, situado a orillas del Urumea, en el barrio de Txomin Enea, ha decidido echar la llave, tras 158 años de presencia en el lugar, donde llegó a tener una pequeña escuela para niñas. 

En sus mejores épocas, el convento fue el hogar de más de 40 religiosas pero hace una década eran solo una docena. Las seis hermanas que quedan ahora tienen una avanzada edad y la orden de las Franciscanas Concepcionistas Descalzas ha optado por poner a la venta el edificio y trasladarlas a otros emplazamientos.

Algunas religiosas viajarán la semana próxima al convento de la misma orden en Estella mientras que otras se irán más adelante, en fecha indeterminada, a Peñaranda de Duero.

El obispo de la diócesis, Fernando Prado, oficiará el domingo a las 12.00 horas una misa de despedida al convento de Jesús y María, como se denomina oficialmente. Se celebrará en la capilla del nuevo edificio, un espacio reducido que ha aconsejado colocar una pantalla en otra sala, con el fin de que más personas puedan seguir la misa. También se podrá ver desde el ordenador de casa por medio de Youtube.

Abadesa de Gernika

La abadesa del convento, Alicia Lamikiz, nacida en Gernika hace 93 años, llegó a Kristobaldegi en 1950. Tras pasar temporadas en África y Santander, sigue llevando las riendas de la pequeña comunidad de monjas mayores de Txomin Enea, con la colaboración de algunos seglares.

Reconoce la pena que sienten por el cierre de la que ha sido su casa durante largos años, pero lo toma con naturalidad y alegría. “Da mucha pena vender el convento, es normal, pero lo aceptamos”, dice la superiora, que admite que quienes frecuentan el lugar también dicen que les da pena.

Convento de Kristoldegi, con sus zonas antigua y nueva. Iker Azurmendi

“Una comunidad muy trabajadora” 

“La comunidad de aquí ha sido muy trabajadora”, recalca la superiora, que rememora la frenética actividad de una monjas de clausura, que no solo se dedicaban a la contemplación sino que sacaban el sustento para la comunidad. Tal y como recuerda la abadesa, bordaban juegos de cama, tanto a mano como a máquina, cultivaban la huerta, lavaban ropa y hacían pastas. Todo ello para alimentar al gran número de monjas del convento, que llegó a ser epicentro de Txomin, cuando la zona tenía caseríos y pocos edificios más.

El edificio original fue construido en 1860 por orden de la donostiarra Teresa Burgué como refugio para jóvenes desamparadas. Sin embargo, el proyecto no fructificó y quedó vacío un tiempo. 

Más tarde, el inmueble fue adquirido por Sor María de los Dolores Quiroga y Patrocinio para fundar en él un convento de la orden religiosa que lo mantiene hasta el momento. En 1866 llegaron las primeras 16 monjas y pocos días después empezó a funcionar la escuela para niñas, que duró hasta un siglo después: 1966.

Algunas crónicas recuerdan que acudían al lugar alumnas de los caseríos de la zona de Uba y que, como no existía el puente de Espartxo, atravesaban el Urumea en una gabarra. Más tarde se unieron al centro escolar niñas de Egia, Martutene y Hernani.

Nuevo edificio hace diez años

Hace una década, el convento de Kristobaldegi estuvo en el centro de negociaciones con el Ayuntamiento, que proyectaba el nuevo barrio de Txomin Enea, que existe hoy. Uno de los problemas que existía era que el convento se quedaba en zona inundable, por lo que se construyó un nuevo edificio para acoger a las religiosas. 

El moderno inmueble se elevó sobre el suelo varios metros, al igual que los edificios del nuevo barrio, para alejarse de posibles crecidas del río. El viejo edificio del convento y el huerto, en el que hay varias tumbas, están en terreno inundable, como el parque fluvial de Txomin Enea.

Estos días, las religiosas Begoña Atutxa, María Zuloaga, Carmen Galdona Carmen Almandoz y Lourdes Milan, además de la superiora, Alicia Lamikiz, aprovechan sus momentos juntas, antes de separarse para acudir a nuevos destinos. La misa del domingo les mostrará el cariño del barrio.

Zona antigua del convento, situada en zona inundable. Iker Azurmendi