El restaurante Anastasio es un clásico de la hostelería donostiarra que ha recibido este sábado un merecido premio por parte de la Asociación San Martin. Tasín e Iñaki Eceiza y la madre de ambos, Carmen Martínez, “el alma mater” del establecimiento, asistieron con emoción al acto.

El bodegón abrió sus puertas en 1950, hace 73 años, en una antigua sidrería de la calle Easo y hay que acceder a él por un buen tramo de escaleras que, sin embargo, no han sido obstáculo para que el local lleve trabajando a tope desde entonces. Recientemente, una señora que cumplía “99 o 100 años” bajó las escaleras “tan pichi” para la celebración que le habían organizado, recuerda Tasín, uno de los dos hermanos que gestionan ahora el restaurante.

La palabra Anastasio resuena en Donostia no solo por el histórico bodegón sino por las múltiples actividades que impulsó Plácido Eceiza, hijo del fundador Anastasio y padre de Tasín e Iñaki, los regentes actuales.

“Mi padre era un salsero y un culo inquieto”, señala Tasín, que recuerda que su progenitor, fallecido en 2007, creó la Peña Anastasio en 1955 “con gente joven que, al salir del Buen Pastor, venía al bar y se reunía a tomar un vino”. “A mi padre se le ocurrió crear una peña y empezar a impulsar equipos de fútbol playa, que fueron cinco o seis, así como de balonmano a once, que entonces se estilaba mucho”, dice el hostelero. “Hasta creó un equipo de waterpolo”, añade. 

Además de los equipos deportivos y la Peña de la Real, que estuvo en 1967 en Puertollano cuando el equipo subió a Primera, con fanfarre y tamborrada, Plácido Eceiza organizaba muchas otras actividades kaxkariñas, como carrozas festivas, reinas de San Sebastián, etc… “Ahora nos hemos quedado solo con la Tamborrada”, dice Tasín. Lo cual no es cualquier cosa porque la Tamborrada de Anastasio son tres en una: la Senior, la Juvenil y la Femenina. En total, es la de mayor número de participantes de todas las que existen.

Pero, además de los jolgorios diversos a los que se apuntaba Plácido, y que le valieron la Medalla al Mérito Ciudadano en 1997, había que trabajar en el restaurante y ocuparse de la cocina. Y en esta faceta, la que ha tenido la sartén por el mango ha sido Carmen Martínez, que ahora tiene 93 años.

“Era la que llevaba todo, la que hacía el trabajo duro, mi padre era más relaciones públicas. Mi madre nos ha enseñado todos los platos clásicos del restaurante”, destaca el cocinero.

Los platos más solicitados del Anastasio son los chipirones a la plancha, las kokotxas, el rodaballo, las alubias de Tolosa, cuando es temporada, y otros mil sabores de la cocina vasca tradicional. “Hemos seguido la línea de cuando comenzó el Anastasio a funcionar hace 73 años”, destaca el restaurador, que admite que no han tenido tentaciones de pasarse a las tendencias más modernas, “aunque algún pequeño retoque” sí que han aplicado a los menús en sus más de siete décadas de vida.

A pesar del aumento del turismo de las últimas épocas, el Anastasio es un restaurante de clientela principalmente local. Los fines de semana se le unen muchas personas procedentes de Navarra y de otros territorios colindantes. Pero los extranjeros, aunque van, no son legión. “Vienen más por las noches que al mediodía; nos los mandan de los hoteles”.

Presentacionen la Sociedad Gizartea, C/San Martin 15. Donostia. Iker Azurmendi

Saga hostelera de Asteasu

Aún hoy, en el restaurante trabajan seis miembros de la familia, además de otras personas sin estos vínculos, lo que no es habitual en nuestros días. Cuando Tasín, de 65 años, se jubile, quedará al mando Iñaki, al que le quedan aún siete años de trabajo, y después, por ahora, no hay relevo. Es una pena, reconocen los titulares del negocio, porque la historia de la saga Eceiza y del local de la calle Easo dan para mucho.

Anastasio Eceiza llegó de su caserío de Asteasu a trabajar como capataz en el Puerto de Pasajes. Con su esposa Petra empezaron a coger bares de la Parte Vieja, que muchos donostiarras recordarán, como el Ormazabal o el Boga Boga. También se atrevieron con el Durán de Gros, el Platero de El Antiguo y El Americano, de Loiola. “Después vinieron al barrio de San Martin y llevaron el Blas de Lezo, en San Martín, el Peio de la calle Marina y el actual restaurante, que era una sidrería”, explica Tasín. El local se rebautizó con el nombre del hostelero: Anastasio.

Anastasio “era un enamorado de vino y gran catador de vino y sidras”, recuerda el nieto, que explica que el fundador compraba cisternas de vino en La Rioja y después trataba los caldos adquiridos en los depósitos que tenía en el local.

Como en muchas familias, los sinsabores de la guerra civil están en el álbum del hogar. “Los aitonas por parte de mi madre tenían tienda de comestibles en la Parte Vieja y cuando entraron en la ciudad los nacionales al padre de mi madre se lo llevaron y lo fusilaron. No le llegué a conocer. La amoña se quedó con un hijo de dos años, mi madre, de cinco, y otra niña, de nueve. Los sacó adelante”, recuerda Tasín.

La vida difícil, sin embargo, parece que dio fuerza a Carmen que, Este sábado, a sus 93 años, recibió el cariño de todo el barrio de San Martín en forma de homenaje al Anastasio. “No es mucho de ese tipo de cosas, pero cuando le dijimos que nos iban a hacer un homenaje le hizo ilusión”, reconoce el hijo.

Los hermanos Eceiza, además, agradecen el premio otorgado por la asociación de comerciantes San Martín, una entidad joven que está trabajando por dar nueva vida al barrio, antaño zona central en las compras donostiarras, que se ha visto afectado por la competencia de las grandes superficies y el comercio electrónico.

En los próximos años, el restaurante Anastasio seguirá cocinando para los comensales donostiarras y visitantes, ofreciendo platos clásicos, que no tiene intención de cambiar.