Meltxor, Sua, Artillero, Sebas, Blas y Txistu. Son los seis toros de fuego que cada noche, tras los fuegos artificiales, recorren los alrededores del Boulevard para jolgorio de mayores y pequeños. Una tradición que se estableció en la Semana Grande donostiarra hace más de 40 años, pero cuyo origen se remonta nada más y nada menos que al siglo XIX.  

La costumbre de quemar pólvora sobre figuras en movimiento nació en China y, al parecer, fueron unos marinos donostiarras que cubrían la ruta comercial hacia oriente quienes, impresionados con el espectáculo, lo importaron. En los primeros años, el zezensuzko consistía en una cesta de pescado cubierta con una piel de toro, que en su interior contenía cartuchos de pólvora. Eran los propios marineros quienes portaban a modo de cabezudo el toro pirotécnico, que saltaba por los aires tras realizar un recorrido en el que repartían mamporros a diestro y siniestro. En 1812, un viajero francés dejó constancia en su cuaderno de viaje de lo que había presenciado en los Carnavales de Donostia, una fiesta que “terminaba con el espectáculo de una piel de buey llena de fuegos artificiales, la cual es llevada a cuestas por hombre”. 

Fueron unos marinos donostiarras que cubrían la ruta comercial hacia oriente quienes, impresionados con el espectáculo, lo importaron en el siglo XIX

Prueba del vínculo entre las fiestas de la ciudad con el zezesuzko es que ya en 1876, fecha en la que se celebró la considerada como primera Semana Grande de Donostia, se corrió un cecentzusco (sic). Otra de las efemérides data del año 1895, cuando el rey Alejandro I de Serbia, que se encontraba de vacaciones en Biarritz, acudió a Donostia para conocer de primera mano “los partidos de pelota y el toro de fuego”. 

¡Cuidado con las chispas!

El espectáculo tal y como lo conocemos hoy en día, en el que cada noche, a partir de las 23.30 horas, seis toros de fuego recorren las calles del Centro, nació el 13 de agosto de 1984. Este año, como novedad, y a modo de despedida de los encierros, el 19 de agosto la txaranga Joselontxos tocará la conocida canción del zezensuzko, Iriyarena, desde la terraza del ayuntamiento mientras los seis toros completan el recorrido.

Para para evitar sustos, se recomienda vestir prendas de algodón, evitando las fibras acrílicas, correr a una distancia prudencial y no tocar al toro de fuego. Javier Colmenero

La evolución de la organización de actividades festivas, especialmente en lo que a actividades con fuego se refiere, ha conllevado el establecimiento de medidas de seguridad que no sólo afectan a los materiales utilizados, sino también a quienes los manipulan.

En la actualidad, la estructura del toro de fuego es de fibra de vidrio y su forma la de un toro al que acompañan en su recorrido los pastores o monosabios que les incitan a acercarse al público que espera su llegada para realizar su carrera al más puro estilo sanferminero.

Todos los integrantes de la “cuadrilla” de este peculiar encierro cuentan con formación impartida por el Gobierno Vasco que expide la certificación acreditativa correspondiente para poder “llevar y dirigir” a la manada.

En caso de acudir al encierro, y para que ninguna chispa haga de las suyas, a modo de precaución, se recomienda vestir prendas de algodón, evitando las fibras acrílicas; correr a una distancia prudencial para evitar el alcance de las chispas; no tocar al toro; y guardar el respeto en todo momento tanto a los que portan el toro como a los que dirigen la manada. El encierro termina cuando el toro más rezagado llega al Boulevard.

'Iriyarena', composición de Serafín Baroja en honor al zezensuzko (1881):

“Xexenak dira

beltx-beltxak dira,

harrapatzen bazaitu

bertan, bertan, hilko zaitu.

O Donostiko zezen suzkoa izan zaitez zorionekoa!

Irtena da zezena arkupetik

txingarra daiola atzealdetik

Danbadaka ta jiraka

jendeen tartetik

Zalapart hartan zenbat nahaspil

zenbat karraxi, 

zer iskanbil

Itsumuka

trunbuiluka

jende dena dabil

O, zu, zezen onen autorea

Izan zaitez gloriz betea!”