'Loturak', cuando una escultura se hace joya “ponible”
La idea surgió en una “cena de amigos”. ¿Por qué no convertir en joyas las esculturas de Iñigo Manterola”. Claudio Munoa se puso manos a la obra .
Del trabajo en común de dos artistas, el escultor y pintor Iñigo Manterola y el joyero Claudio Munoa, ha nacido la colección Loturak, 21 piezas “irrepetibles” y “únicas” para cuya creación el perfecto entendimiento entre Manterola y Munoa ha sido clave.
La colección Loturak no tiene vocación de crecer mucho más allá, tiene “un principio y un fin”. “Quizá salgan tres o cuatro piezas más, pero ya está”, explica Munoa.
La historia de esta colaboración comenzó hace ya más de tres años, en “una cena entre amigos”. Fue en ese momento cuando se barajó una posibilidad que es ya una realidad que ha obtenido una respuesta muy positiva por parte de la clientela.
“Nos hemos aconsejado, pero no nos hemos metido en el proceso creativo del otro”
“Quería hacer algo con un joyero y mi escultura”, explica Manterola. Y en esa cena surgió “la semilla”.
“Ha llevado mucho tiempo la definición, porque había que trasladar el movimiento de la escultura a las piezas de joyería”, añade.
“Los dos conocíamos lo que hacía el otro y a los dos nos gustaba el trabajo del otro”, explica Munoa. “Cada uno tiene mundos diferentes, pero comunicarnos ha sido sencillo”, abunda.
Este era el extremo que inicialmente más les preocupaba, “que lo que cada uno tenía en mente no coincidiera con lo que tenía el otro”, subraya el experimentado joyero. “Todo ha ido sobre ruedas”, insiste Manterola.
La forma de proceder ha sido la siguiente: el escultor presenta su propuesta a modo de prototipo, que corrige el joyero, porque “la joya no solo hay diseñarla, hay que portarla”, tiene que pensarse para que sea ponible. “Tienen unos requisitos que cumplir que yo desconozco”, asegura Manterola.
Con respeto
De esos requisitos ineludibles sabe, y mucho, Claudio Munoa, con el que coincide en una característica: “Somos muy perfeccionistas, meticulosos, hasta casi la manía”.
Las 21 piezas son fruto de un proceso que ha resultado “agradable y fluido” y que ha tenido que superar, como tantas otras iniciativas, el parón de la pandemia. “Los problemas técnicos se han solventado sin problemas”, destaca Munoa.
“Yo presentaba el prototipo y Claudio corregía, pero sin perder el espíritu de la obra, la esencia”
“Cuando me presenta el prototipo ya veo si tiene que ser más alto o más bajo, esos detalles”, explica Claudio Munoa, algo que corrobora Iñigo Manterola. “Yo realizaba mi prototipo y Claudio corregía, pero sin perder el espíritu de la obra, la esencia”, destaca.
Las correcciones, sobre todo, han sido de índole práctico para que la joya resulte ponible y, por ejemplo, “no se enganche”.
Tras los prototipos se realizan los dibujos de la joya, que se exponen con éstas en las elegantes vitrinas de Casa Munoa, en la calle Garibai.
La duración del proceso en su conjunto es difícil de calcular, aunque la pericia de ambos y su experiencia han facilitado que, en cierta medida, se acorten los tiempos. Pero, reconoce Munoa, el escultor de Orio en su minuciosidad para presentar un diseño “te hace veinte dibujos”.
En todo momento ha diseñado pensando que el dibujo acabaría siendo una joya. “Ahí estaba yo para dirigirle”, bromea Munoa.
“El acabado de las joyas no puede ser el mismo que yo realizo en mis obras, porque no serían llevables”, observa Manterola. “Nos hemos aconsejado, pero no nos hemos metido en el proceso creativo del otro”, puntualiza Munoa.
Gracias a esta colaboración nació Loturak, en la que se integran pendientes, sortijas, colgantes y collares. Los pendientes, informa Munoa, son las piezas más complicadas de replicar, “mucho más que una sortija”.
El material utilizado ha sido el oro amarillo. “Queríamos que fuese material noble. Tenía que ser todo excelente. El oro amarillo de forma, textura, color y sombras es el más agradecido. El oro blanco o el platino son más tristones”, apostilla Munoa. “Es volumétricamente el más visual”, asegura.
Manterola califica como “gran acierto” haber seguido la propuesta de Munoa de presentar dos acabados: brillo y mate. “El acabado mate a mí me recuerda al de mis esculturas”, declara.
“Nos hemos quedado encantados con el trabajo. Les hemos hecho incluso unos estuches especiales”, destaca Munoa. “Entre el dibujo de Iñigo, la pieza y el estuche, ha quedado un conjunto de gran calidad”, subraya.
El joyero, además, quiere dejar claro un aspecto: “Ninguna pieza se repite. Si me pides una pieza que ya se ha vendido no la haré”, asegura tajante,
La respuesta de la gente ha sido “ideal”. Manterola y Munoa aseguran sentirse “felices”. “Cuando haces una cosa de estas siempre sueñas con que vaya bien, pero ha ido mucho mejor de lo que habíamos soñado”, afirma el escultor. “Las expectativas se han superado con creces”, corrobora el artista de las joyas.
“Hemos visto cuánto les han gustado a la gente”, añaden. “Veo mis pieza en esas joyas y que la gente las valore hace mucha ilusión”, apunta Manterola.
El público de ambos artistas, asegura Munoa, es “muy complementario”. “Aunque algunos clientes míos no lo fueran de Iñigo y viceversa, tienen una sensibilidad muy especial. A los clientes de Iñigo les ha gustado mucho cómo hemos hecho las piezas y cómo las hemos presentado, y a mis clientes les ha encantado ver su obra en una joya mía”, afirma.
Cara al futuro, de momento, contemplan que pueda sumarse “alguna pieza más” a la colección, aunque pocas. “Esto no es como hacer churros. Mi política como escultor es de pieza única y es lo que queremos respetar”, destaca Manterola. “Esta colección tiene una dimensión y ahí se queda”, observa Munoa.
Pese a todo, y visto lo positivo de la experiencia, ninguno quiere cerrar la puerta a que, en un futuro, “hagamos alguna otra cosa en colaboración porque, además, lo pasamos bien juntos”.
El secreto, concluyen, “la confianza mutua”.