Una década, aproximadamente, es el tiempo que lleva Isabel López Biurrun dando color a las imágenes antiguas de Donostia, una tarea que asumió y sigue desarrollando por gusto.

Esta donostiarra, afincada en Madrid, no puede contabilizar el número de imágenes que han pasado por sus manos para tomar color. “Te diría que entre 300 y 400, aunque casi seguro que son más”, explica.

Isabel López Biurrun Cedida

Tras estudiar Historia en la Universidad de Deusto, López Biurrun se especializó en Historia Moderna, en concreto en Casas Reales. Comenzó a documentarse y entró en foros especializados en casas reales europeas. La donostiarra se centró en el siglo XIX e inicio del XX.

En el foro descubrió imágenes coloreadas y le “encantaron,” porque desde niña había disfrutado mucho con el dibujo y la pintura. Fue ese el punto en el que se cruzaron sus dos pasiones: la historia y la pintura.

Aunque su trayectoria laboral ha discurrido muy alejada de ambas pasiones, se animó a iniciarse en su nueva afición con un programa “del año de cataplún” de uno de sus hijos, programa que sigue utilizando por ser el que más le gusta y al que le ha cogido “el truquillo”.

Así se inició, pintando fotos de casas reales que colgaba en el foro. Poco después descubrió la página de Kutxateka, un tesoro que la pareció “la pera limonera”. El insomnio provocado por la fatal enfermedad de su hermana hizo que comenzara a pintar fotos antiguas de Donostia. “La primera que pinté es la de zapatería Tello de la calle Urbieta, porque mi familia siempre ha vivido en ese portal”, explica. “Se la regalé a mi madre y le gustó y empecé a pintar casi una al día”, añade.

López Biurrun califica de “riqueza” los fondos de Kutxateka, destacando los trabajos de Ricardo Martín, fallecido en 1936, a los que ha dado color en innumerables ocasiones. “Casi todas las fotos que he pintado son de él. Era un fotógrafo que se movía con gran naturalidad en todas las clases sociales. No era un fotógrafo de estudio sino de calle”, añade.

El veraneo donostiarra o los puestos de la Bretxa han quedado inmortalizados por la cámara de Martín, y muchos años después López Biurrun les ha ido dando color. “Aunque me intento documentar, la verdad es que me tengo que inventar los colores y hay a gente a la que no le gusta”, reconoce.

Pinta “a pulso con el ratón” y, aunque la técnica no sea puntera, es la que a López Biurrun más satisfacciones le da.

Elige los colores tomando en cuenta, por ejemplo, la luz del norte y las costumbres históricamente más bien sobrias en el vestir de los y las donostiarras. “Normalmente utilizo colores suaves, porque en esas épocas no veías bajar a alguien a la playa con un vestido fucsia”.

 “Si yo pinto una foto y la misma fotografía la pinta, por ejemplo, una japonesa, el resultado es muy diferente”, asegura. Lo pudo comprobar cuando coincidieron con una misma foto ella y un colega gaditano. “Los colores eran muy distintos, los suyos más vivos. Porque, entre otras cosas, la luz de Cádiz y la de Donostia son muy diferentes”, cada pintor bebe de lo que conoce y “cada cual tiene su gusto, ni mejor ni peor”.

A veces, pese a que intenta documentarse, alguna de las personas que han accedido a su trabajo la han corregido en algún aspecto y es algo que acepta con naturalidad. 

López Biurrun disfruta con lo que hace como hobby y es exigente, tanto que ha llegado a descartar alguna fotografía al tenerla casi rematada porque no se ha sentido satisfecha con el resultado de colores: “Me ha llegado a chirriar solo un vestido y la he descartado”, asegura.

El tiempo que dedica a colorear cada foto varía según el nivel de detalles de la misma “Una fotografía con dos niñas saliendo del agua, por ejemplo, me puede llevar tres horas, pero una del Boulevard lleno de gente, muchas más”, afirma. 

Ilustra esta afirmación con varios ejemplos, alguno de ellos se pueden ver en este reportaje. Colorear el escaparate repleto de objetos del predecesor del conocido comercio Pyc, el Bazar La Concha que se ubicó en la Avenida de la Libertad cerca del Hotel de Londres le llevó “días”. “No el día entero, pero varias horas cada día”, añade. “Hay que ir ampliando para ver cada objeto”, explica López Biurrun, que también asegura que la calidad de la imagen facilita o dificulta el trabajo de coloreado.

Aunque a veces, en bastantes ocasiones, ha pintado fotografías por encargo, no es éste ni de lejos su objetivo principal. “Me da hasta cosa cobrar el trabajo, por tanto como disfruto haciéndolo”, asegura López Biurrun, que ha llegado a colorear la portada de varios libros.

“Me enamoro de la foto por lo bonita que es o por lo que me gusta un personaje en concreto y la pinto”, explica.

En alguna ocasión las imágenes que ha pintado le han llegado a través de particulares, que se las han enviado para que les diera color tras encontrarlas en su casa. “Estoy encantadísima de hacerlo”, apunta.

Las fotografías que colorea las da a conocer en la web que lleva su nombre, en Instagram, Facebook y Twitter, aunque esta última red la utiliza menos.