En 2018 triunfó en los cines 'Campeones', una película en la que un entrenador profesional de baloncesto, por circunstancias personales, acaba entrenando a un equipo formado por chicos y chicas con diversas discapacidades. La cinta, con muchos puntos de humor, tuvo un gran éxito y, de hecho, este verano se estrenará la continuación, 'Campeonex'. Pues bien, Donostia tiene su propia versión de 'Campeones', un equipo formado por chavales y chavalas con distintas discapacidades físicas e intelectuales que se juntan una vez por semana en el instituto Peñaflorida para hacer una de las cosas que más les gusta: jugar a baloncesto.

El grupo es de lo más variado y divertido. Lo manejan entre una entrenadora, Lydia Rodríguez, y una licenciada en Pedagogía, Eider Vegas, con la ayuda puntual de Emma Kodro, estudiante de Integración Social. “Es un equipo muy diverso. Hay chavales con síndrome de Down, autismo, diversas discapacidades físicas o intelectuales… aquí todo el mundo es bienvenido”, señala Lydia mientras espera la llegada de sus jugadores. Aparece en ese momento Irene, la benjamina del grupo. Llega a la carrera, agitando los brazos y gritando: “¡Chicos, chicos, es mi cumple! He traído piruletas de sabor cereza”. Cumple 15 años. “¿Viene Ingrid? ¿Está castigada?”, pregunta a Lydia al no ver a su amiga. La entrenadora le responde que ha avisado que no puede ir al entrenamiento, pero que no está castigada. Pero Irene sigue a lo suyo. Mira ahora a dos compañeros y dice: “Yo no tengo pareja”. “¿De qué, de baloncesto o de la vida?”, le pregunta Lydia. “Como ellos”, señala. Se refiere a un chico y una chica del equipo que son pareja (fuera de la cancha, se entiende). “Irene dice todo lo que piensa”, aclara la entrenadora. “¿Y vosotros quiénes sois?”, pregunta. Le explicamos que trabajamos en NOTICIAS DE GIPUZKOA y que venimos a hacer un reportaje, pero para mitad de respuesta ya se ha puesto a hablar con sus compañeros.

Este equipo, de nombre Saskiamets, se creó hace seis años en el Easo y desde hace cuatro está bajo el paraguas del Askatuak –el tiempo que lleva Lydia entrenando–, tal y como cuenta Txema Fresnillo, el aita de Jon, uno de los integrantes del equipo. “Nosotros queríamos alguna actividad deportiva para Jon y surgió esto. Al principio éramos muy pocos, pero se fue dando a conocer, sobre todo por medio de Atzegi, y ha ido entrando gente. Algunos lo han dejado, otros van y vienen”, cuenta. Ahora son 13 personas las que forman parte del equipo (aunque el día que acude este periódico al entrenamiento faltan dos, Marta e Ingrid), desde los 15 años recién cumplidos de Irene hasta los 63 de Miren. Son muchos y muy distintos entre sí, pero “se llevan muy bien y disfrutan, que es lo importante”, señalan tanto Txema como Lydia. “Les hace una ilusión grande juntarse los miércoles. Mi hijo, por ejemplo, los martes ya prepara toda la ropa y la pone encima de la cama. Cuando la actividad se para en Navidad, Semana Santa y verano, lo echan en falta”, apunta Txema.

“Los entrenamientos los enfocamos al balón y tratamos de adaptarlos a todos, porque las habilidades y capacidades de cada uno son distintas. Uno es un bala y otro tiene problemas de equilibrio. Buscamos actividades que sean dinámicas, en las que se muevan, y siempre con balón”, explica Lydia sobre estos entrenamientos semanales, que duran alrededor de hora y media. Primero suelen hacer juegos, que son responsabilidad de Eider, y luego Lydia dirige la parte propiamente de baloncesto: “Hacemos tiro, pases, entradas y acabamos con un partidillo, que es lo que más les gusta”. Asegura que han progresado mucho: “Ahora juegan más en equipo, se pasan y hasta ponen empeño en la defensa, que es algo que antes no les gustaba nada”.

Lydia no tenía “ninguna formación” en tratar con chavales y chavalas con discapacidad, aunque “sí interés” en esta cuestión: “Entrenaba a otros equipos y desde el principio me pareció una iniciativa súper interesante. Me lo propusieron desde el club hace cuatro años, en una época que estaba siendo dura para mí, y ellos me ayudaron más a mí que yo a ellos. Me daban la vida. Es gente que te da mucho cariño, con ellos disfrutas, te ríes y te despejas. Al principio no sabía si iba a saber llevarlos bien, pero el chico que estaba antes con ellos, Julen, me hizo la transición y fue sencillo. Se trata de entenderlos y conocerlos. Si alguno tiene el día cruzado, le atendemos y seguimos con el entrenamiento. A veces se desmadran un poco, pero luego se vuelven a centrar”, cuenta Lydia, que confirma que todos “se llevan muy bien”. 

Las veteranas

Iria y Miren son dos de las veteranas del Saskiamets, ya que llevan en el equipo desde sus inicios. “Estudié en Eskibel y desde pequeña me gustaba el deporte, sobre todo el baloncesto. Encontré este equipo y aquí sigo. Nos lo pasamos muy bien juntos”, comenta Iria, que trabaja de cajera en un supermercado “desde hace ocho años”. Miren, de 63 años y que trabaja en Gureak, lleva “toda la vida” haciendo deporte: “Jugué a fútbol en el primer equipo que sacó Atzegi, y he hecho también baloncesto y sokatira”.

Iván, Iria, Josema y Miren, durante el entrenamiento. Iker Azurmendi

Javier vive “en un piso tutelado en Errenteria” y también es uno de los fundadores del Saskiamets. A quienes acudan a Illunbe o al Gasca a ver al Gipuzkoa Basket o al IDK Euskotren, los máximos representantes donostiarras en el basket profesional masculino y femenino, seguro que les suena la cara de Javier, un fanático del basket y un clásico de las canchas. “El basket me gusta desde pequeño”, dice con una gran sonrisa. “También me gusta andar”, puntualiza.

A Iván, que también trabaja en Gureak, le gusta “el baloncesto y el fútbol, pero sobre todo el baloncesto” y se le ve disfrutar en los ejercicios de pase y tiro. “¿Cuándo sale el reportaje?”, interrumpe Javier. “Es para decírselo a mis amigos”. Y empieza a recitar una lista casi interminable de amigos a los que tiene que decir que va a aparecer en la prensa.

“Un millón de tiros”

Irene, la que ha traído piruletas “de sabor cereza” que va a repartir al acabar el entrenamiento, practica “natación, baloncesto y remo”. Pero con el remo le duele “la espalda”, así que a esta chavala con energía para dar y regalar lo que más le gusta es la natación y el basket. “Hola, nene”, saluda, para seguir: “Aquí me lo paso muy bien. El baloncesto me encanta, se me da muy bien. Habré hecho en mi vida ya un millón de tiros”.

Martín y Jon trabajan en la granja Zabalegi, de Atzegi. Ion “es un bala”, dice su padre, Txema, que ha llevado a su hijo al entrenamiento: “Le encanta el deporte. Hace spinning en Manteo y natación en el club Konporta, donde entrena Richard Oribe”. Reconoce Txema que, “cuando se estrenó Campeones” –el equipo Saskiamets es previo a la película–, se sintió “muy identificado”: “Está muy bien porque da a conocer a esta gente. Tiene mucho humor, pero también ofrece un mensaje de aceptación, de reintegración. También muestra que cada uno tiene su vida personal, su trabajo, aparte del basket, como aquí. Mi hijo, por ejemplo, está genial en la granja”. Y valora la labor de Lydia, Eider y Emma: “Consiguen que atienda, porque lo normal en mi hijo es ir corriendo a su aire de un lado para otro”, comenta mientras ve cómo Jon y sus compañeros posan para la foto de grupo.

Jon va a entrenar con la camiseta del Askatuak y el gorro de la Real Sociedad. Iker Azurmendi

Su compañero de trabajo, Martín, dice que lo que más le gusta es “tirar a canasta”. Aprende de los profesionales, ya que suele ir a Illunbe a seguir en directo al Gipuzkoa Basket. Su jugador preferido es “Adam Sollazzo”, alero estadounidense del equipo donostiarra. Lo pronuncia Solazo, marcando bien las sílabas, y acercándose aún más a la grabadora, para que se le entienda bien. “¿Sollazzo?”. “No. Te he dicho Solazo”, responde. También le gustan “los jugadores guipuzcoanos” y el entrenador, “Lolo Encinas”, y pregunta si “son majos”. Al asegurarle que sí, se queda más tranquilo y muestra su deseo de “conocerlos” en persona. Luego se marcha a practicar el tiro. Lo cierto es que tiene buena mano.

Atentos a las conversaciones, aunque sin intervenir mucho, están Aingeru, Josema y Urtzi. Aingeru va “al cole” y, aunque tiene puesta la camiseta de Mikel Oyarzabal, el capitán de la Real Sociedad, dice que lo que más le gusta es “el baloncesto”: “Me lo paso muy bien aquí, llevo mucho tiempo”. Josema dice que no suele ir a ver baloncesto porque lo que a él le gusta es “entrenar”. También hace “atletismo los jueves en Anoeta”, así que bien podría protagonizar la continuación de Campeones, ya que en la nueva película los protagonistas cambian el basket por el atletismo. 

Iñigo es un fanático del basket. No hay más que ver la sudadera que lleva, con la cara de Michael Jordan, el mejor jugador de la historia. “Voy elegante”, dice antes de irse a practicar el tiro. El último en incorporarse al Saskiamets es Urtzi, que tenía “ganas” de apuntarse a un equipo y que en sus primeros días se lo está pasando “muy bien”.

Instalaciones

Ni siquiera el frío frena el entusiasmo de estos jugadores. Entrenan en una cancha con techo, pero exterior, del instituto Peñaflorida, así que en invierno las temperaturas son bajas. Por ello, Lydia, la entrenadora, aprovecha para solicitar “una cancha cubierta” para el equipo en alguno de los pabellones de Donostia.

Además, echan en falta jugar partidos: “El problema es que por aquí no hay más equipos como el nuestro y no podemos echar partidos. Tenemos tres o cuatro eventos durante el año, algún torneo… pero lo que queremos este año es hacer jornadas de deporte inclusivo. Lo que quieren los chavales es jugar, a ver si lo conseguimos. Sería muy bueno para ellos”.