Combustible local para las fiestas
EL VIII | MERCADO DE PRODUCTOSAGRÍCOLAS VASCOS TRIUNFÓ, con el ‘choripán’ como claro protagonista
Los productos locales siempre tiran. Eso se volvió a demostrar ayer en el VIII mercado de productos agrícolas vascos de la calle Loiola en plena Aste Nagusia. La iniciativa organizada por Behemendi Elkartea triunfó, pese a la lluvia y el viento que amenazaron durante toda la mañana los aledaños del centro comercial San Martín. Al fin y al cabo, la intención del mercado no deja de ser la de fomentar el consumo de productos locales de empresas pequeñas. Y la respuesta de la gente indicó que la idea va por buen camino.
El ambiente que se vivió a lo largo de la mañana alrededor del mercado fue familiar, con turistas y locales comprando productos vascos. Conservas, miel, quesos, pan, dulces, verduras, cremas cosméticas caseras, plantas e incluso juguetes artesanales esperaban a sus compradores.
El puesto más solicitado fue el de la bollería y dulces de Mañeko, que arrasó. Pero no solo con los artesanos pasteles vascos y rosquillas. El producto estrella del día fue el choripán. No había lugar de la calle Loiola donde no se viese a alguien comiéndose uno. Los turistas, sobre todo, alucinaban con el producto y se amontonaban alrededor del puesto para conseguir uno. El dependiente apenas pudo estar unos segundos con cada persona mientras corría a atender a más clientes de lado a lado de la mesa.
El responsable de Mañeko corroboró a este periódico más tarde que, efectivamente, el choripán fue un éxito, “porque la gente quiere almorzar y es algo apetecible”. Además, explicó que la firma tiene en también “una explotación de engorde de cerdos” y que, por eso, un puesto siempre caracterizado por sus dulces, fabrica y vende también choripanes.
La gente recorría la calle toda la mañana observando los productos y provocando incluso algún que otro encontronazo de frente, gracioso de ver desde fuera. Una pareja que estaba de vacaciones exclamaba: “¡Qué barbaridad de quesos!”, al pasar por un puesto con los dientes más que largos. Los más pequeños también se animaban a preguntar a los tenderos qué era aquello que tan buena pinta tenía. Los vendedores utilizaban la táctica de siempre: explicación sencilla y cortita y un “toma, pruébalo” para demostrar la valía de sus productos.