Un mar de cristal sin puerto para amarrar
La vidriera de la casa Mauméjean para la desaparecida cafetería California se ha restaurado y está en un almacén
La cafetería California de la calle Hernani cerró sus puertas hace tiempo, en la década de 1970. Pero muchos recuerdan aún hoy que, mientras tomaban exóticos bocados como tortitas con nata o sándwiches de jamón y queso, una gran vidriera que representaba un fondo marino, iluminada por su parte trasera, presidía el salón. La creación artística había sido fabricada por la firma especializada Mauméjean en 1958 por encargo de la propia cafetería y permaneció un tiempo en el lugar tras el cierre del local hostelero.
Más tarde, pasó a manos de Artistas Vidrieros de Irun y en 2006 el Aquarium decidió adquirirla por 15.000 euros para ser colocada en el restaurante Bokado, situado sobre el museo oceanográfico. En este lugar ha permanecido hasta finales de 2017, cuando se detectó que cuatro cristales se habían roto por efecto de golpes recibidos por las sillas de comensales y otros motivos.
Entonces, el Aquarium consideró que la pared del restaurante no era el mejor lugar para exhibir esta obra artística original. A pesar de estar elaborada por la fábrica vidriera por excelencia de Donostia (tenía su taller en la calle Pedro Egaña), este cuadro decorativo de cristal era hijo de la última etapa de la casa vidriera. No tenía motivos heráldicos ni dibujos clasicistas, sino que destacaba por su curioso paisaje de un fondo marino, con un estilo moderno y colores fuertes, muy diferentes a los de las clásicas creaciones de Mauméjean Hermanos, que fue responsable de gran cantidad de vitrales que decoran los edificios públicos donostiarras, además de portales y casas particulares.
El Aquarium mandó reparar la vidriera, para lo cual estuvo diez meses en la cristalería Colore de Egia, que es de las pocas empresas que se dedica a la reparación de este tipo de obras artísticas.
En doce paneles
La vidriera del California mide 4,5 metros de ancho por 2,4 de alto y muestra imágenes de peces, algas, caracolas, estrellas de mar, un pájaro y una tortuga. Tiene doce paneles, montados sobre bastidores de tres en tres para que sean más fácilmente transportables. La obra está perfectamente instalada en cuatro bastidores, aunque no a la vista del público, sino en un almacén del barrio de Intxaurrondo, donde el Aquarium guarda los tesoros que no puede exhibir.
Según explica la directora del Aquarium, Esther Irigaray, no hay un lugar adecuado en el propio centro cultural para colocar esta obra sin peligro de que sea dañada por los visitantes. Por eso, por el momento, está montada en el almacén, en un lugar específico para ella. Lo mismo sucede con otras piezas del museo, como velas de barco, que podrían estropearse si los visitantes las tocan.