"Es una auténtica pasada cómo una actividad así logra juntar a tantísima gente, simplemente para pasar un buen día y disfrutar de una experiencia diferente". Así de sorprendida se mostraba ayer la donostiarra Esti Ruiz, minutos antes de dar comienzo al décimotercer Abordaje Pirata que contó con la participación de cerca de 4.000 personas y unas 350 balsas. El día se desarrolló de modo inmejorable, aunque el viento remató la jornada al desviar hacia la isla de Santa Clara a algunos participantes que partieron en último lugar, por lo que la organización impidió que salieran del puerto los que quedaban para evitar peligros.

"Es el primer año que nos apuntamos", confesaba Ruiz, quien añadía que a pesar de que lo suyo no era nadar, era "el ambientazo" el que la había empujado a participar en la jornada festiva. "Otros años suelo verlos llegar desde La Concha porque toda la zona del puerto está siempre a tope de gente", recalcaba. Y es que las aguas del puerto estuvieron vestidas con banderas negras, calaveras, ikurriñas, parches y camisetas de todos los colores, lo que hizo que en algunos momentos no quedara un hueco en el que se viera agua.

Minutos antes de las 17.00 horas, los piratas que se mantenían a flote esperando a que las motoras de la isla se retiraran de la bocana para iniciar su viaje no dudaron en hacer de las suyas. El que no se entretenía mojando con pistolas de agua a otras embarcaciones estaba ocupado pasando de una balsa a otra. Mientras tanto, el público hacía sus apuestas sobre quién aguantaría más sin hundirse, ya que desde el primer minuto parecía complicado que los piratas se mantuvieran estables sobre sus improvisadas barcas.

"Por la mañana hemos tenido dos horas para montar nuestras balsas", explicaba Aitor Galarraga, un lasarteoriatarra que repite por cuarto año. "Hay quienes utilizan maderas, flotadores, neumáticos, cuerdas y hasta bambú", recalcaba. Y es que la tercera jornada de la Semana Grande estuvo protagonizada por los piratas, ya que desde primera hora las cuadrillas se reunieron para construir sus embarcaciones, y tras terminarlas, recargaron sus pilas en la tradicional comida de la plaza Zuloaga.

Además, muchos de los participantes como Galarraga eran veteranos, por lo que algunos tuvieron la ventaja de conocer algunos trucos para conseguir mantenerse a flote. "El juego consiste en que tu balsa no se hunda. Si ves que alguien se acerca demasiado tienes dos opciones: te alejas como puedas para que no te tiren al agua o sacas todo el material que tengas y vas a por ellos", confesaba Telmo Urbistondo minutos antes de comenzar. Por ello, la mayoría de piratas no navegaron sin sus respectivas pistolas de agua, rulos, remos y demás artillería con la que pretendía garantizar su llegada a la orilla de La Concha.

"Nos encanta ser un poco piratas a veces y chinchar a los demás mojándolos y montándonos en sus balsas. Al final esto consiste en divertirse", aseguraba el donostiarra Iosu Alonso, que repetía por tercera vez el abordaje junto con su cuadrilla de quince amigos. "Nuestra balsa es una de las más grandes. Está hecha de madera, flotadores y cuerdas. Esperemos que no se hunda y que consigamos llegar a flote a La Concha, aunque siendo tantos lo tenemos complicado", añadía.

Además de los pueblos vecinos de Donostia, de donde llegaron gran parte de los bucaneros, Santander, Zamora, Vitoria o Galicia fueron algunos de los lugares de origen de varios de los participantes. Como es el caso de Carmen Pardo, una zamorana que veranea en la capital guipuzcoana desde pequeña. "El año pasado también me apunté al abordaje y de hecho me gustó tanto que este año he traído a un par de amigos para que disfrutaran de la Semana Grande", decía.

Además, el buen tiempo se alió con los miles de piratas que navegaron por las aguas de La Concha hasta llegar a la orilla, aunque no todos lo hicieron en buen estado y otros se quedaron sin poder completar el recorrido previsto. "Hacía mucho viento sur y las barcas se iban de un lado para otro", recalcó Galarraga, uno de los perjudicados. El cambio del viento desvió a los participantes, por lo que los organizadores , buscando la seguridad de todos, decidieron que los que aún se encontraban en el puerto se quedaran sin salir.

Mientras tanto, fueron muchos los donostiarras y turistas que disfrutaron del espectáculo desde varios puntos curiosos de la ciudad. Entre ellos el gabarrón, algunos barcos y la isla de Santa Clara.