La Parte Vieja, el barrio que nunca parece descansar
el pasado 22 de julio, Parte Zaharrean Bizi Auzo Elkartea remitió a la Oficina de Turismo de Donostia y al concejal de Deportes y Desarrollo Económico una carta señalando los problemas que provoca en el barrio la afluencia masiva de turistas, como consecuencia de una falta de planificación económica del Consistorio durante las últimas décadas.
En el escrito solicitábamos que trasmitieran a los touroperadores que “?inviten a sus clientes a que colaboren y respeten a quienes vivimos en la Parte Vieja, a que disfruten de sus vacaciones responsablemente y a que cuiden nuestro barrio?”.
Tras varias reuniones, el Ayuntamiento informó el 12 de agosto de que, junto a San Sebastian Turismo & Convention Bureau y la Asociación de Hostelería de Gipuzkoa, “acuerdan promover una campaña con tres objetivos: fomentar el respeto hacia las personas que viven en la Parte Vieja; segundo, apoyar comportamientos cívicos; y, por último, demostrar que se puede pasar bien al mismo tiempo que se respeta el descanso de los y las vecinas”.
Ha pasado la Semana Grande y, ¿alguien ha reparado en esa campaña, alguien se ha percatado de ella? Sin embargo, en la página web del Ayuntamiento sí se dan consejos sobre qué hacer de noche: “En Donostia hay, básicamente, tres zonas de ocio nocturno, cada una con una marcada identidad propia. Uno de los lugares más concurridos es la Parte Vieja, el barrio que nunca parece descansar. Durante el día es pasto de txikiteros y aficionados a los pintxos, mientras que por la noche se convierte en una animada zona de copas con bares de todo tipo”.
No hay ninguna mención a la campaña anunciada por la oficina de prensa del Ayuntamiento; mientras se airean las bondades del turismo, se ocultan los efectos negativos de su presencia masiva y su intrusismo en la vida cotidiana del barrio. Dicho de otra forma, se ocultan los efectos secundarios de un diseño económico que no contó, ni cuenta, con la opinión del vecindario. En esa página web se dan consejos para pasárselo bien; sin embargo, no se da ninguno para que se nos respete.
La industria del turismo es una fuerza de choque capaz de intervenir en la planificación urbana de forma determinante. Se pontifica sobre su importancia estratégica y los datos que aporta al PIB se airean todos los días. Pero los supuestos beneficios sociales del turismo son cada día más cuestionados. En el caso de nuestro barrio, se ha montado un parque industrial dirigido al ocio en un espacio donde habitan alrededor de 6.000 personas. ¿Quién se enriquece en Donostia? ¿En qué sectores se concentra la acumulación de beneficios? ¿Cuál es el modelo de ciudad, validado alcalde tras alcalde? ¿Cuánta cantidad de empleo crea y de qué calidad? ¿Cuál es el coste del daño infringido a la salud física y mental, de la falta crónica de descanso, de los gastos en la atención sanitaria, de los servicios de limpieza, basuras, mantenimiento, patrimonio? pagados por todas y todos los donostiarras?
Nos hablan de progreso, pero es “más bien un progreso de los indicadores económicos que construyen la ilusión de un progreso general hueco, sin contenido” (Andeka Larrea). El estallido de las protestas en la Barceloneta refleja los límites de esos supuestos beneficios sociales del turismo y evidencia que el turismo masivo e intrusivo es contaminante -en el sentido más amplio de la palabra- y que no aporta absolutamente nada, al contrario, a la sostenibilidad de las ciudades y barrios que invade.
Desde su creación, Parte Zaharrean Bizi Auzo Elkartea viene denunciando que el futuro de la Parte Vieja está en peligro, está llegando a un punto de no-regeneración. Su nivel de envejecimiento está muy por encima del de Donostia, el índice de reemplazo juvenil es el más bajo, su estructura demográfica no llega a regenerarse y el índice de dependencia senil es el mayor de todos los barrios de la ciudad.
La Parte Vieja es un barrio pequeño que se presenta como reclamo turístico al que todo visitante debe acudir. El aumento cuantitativo del número de turistas año tras año y durante más meses tiene consecuencias en el barrio y en la vida de quienes aquí habitamos. Por citar algunas: apropiación del espacio público para convertirlo en un negocio más con terrazas; sustitución del comercio de proximidad por tiendas de recuerdos; desaparición de locales comerciales convertidos en almacenes para la hostelería; apropiación de patios comunitarios por establecimientos hosteleros; compra de viviendas para establecer pensiones; dificultad para transitar y pérdida de los vínculos sociales entre el vecindario; ruido en la calle, en los establecimientos hosteleros y en los pisos convertidos en pensiones; suciedad, gestión demencial de los residuos y meadas; problemas de movilidad originados por el suministro creciente de mercancías... Y todo esto sin ningún retorno, ni siquiera para cuidados paliativos. El barrio sufre las consecuencias de un diseño industrial en sus carnes.
El barrio se descompone, el espacio público se privatiza, lo transforman en un parque temático (gastronómico y de borrachera), en una mercancía, porque la primacía económica de un sector (la industria del turismo y del ocio) arrasa con todo. La Parte Vieja no puede resistir un uso tan intensivo.
Pero las repercusiones de esta explotación insostenible del espacio público no han comenzado con el turismo foráneo. Hace tiempo que la Parte Vieja es también el lugar de ocio de donostiarras y euskaldunes, el parque temático autóctono consentido e incentivado asimismo por las autoridades municipales.
El consenso sobre el tipo de ciudad a impulsar entre la elite económica y política que ha gobernado la ciudad varios lustros es más que evidente. Es cierto que su legado no se puede cambiar de la noche a la mañana, pero no basta con que la coalición Bildu diga que hay que impulsar otro modelo de turismo (más responsable y respetuoso con las condiciones de vida e intereses vecinales). Lo que advertimos es inacción y pasividad del gobierno municipal para garantizar unas condiciones de habitabilidad dignas en la Parte Vieja. La política que aplica no es más que una continuidad de la misma política desarrollada hasta ahora, la misma.
El Gobierno Vasco prepara un “plan estratégico” para desarrollar el turismo en los próximos cuatro años. Pretende pasar de 2,7 millones a cuatro millones de turistas en la CAV. Más de lo mismo. Pero si en Barcelona, con 1.800.000 habitantes, hay graves problemas por acoger a 10 millones de turistas, ¿qué pasa en una ciudad como Donostia, de 180.000 habitantes, cuando el propio Gobierno municipal saca pecho anunciando este año la visita de un millón de turistas? ¿Realmente Bildu apuesta por otro modelo turístico?
La Parte Vieja necesita un plan estratégico integral para el barrio que guíe la intervención municipal. Necesitamos precisar los ejes de nuestro futuro y la sostenibilidad como barrio. Las condiciones de habitabilidad están ligadas a las condiciones de vida urbana de personas y organismos y a la capacidad de relación entre ellos y el medio en que se desarrollan. Confort e interacción son inseparables: espacio público, residencia, equipamientos, cohesión social, diversidad? No necesitamos más parches. El Gobierno municipal, entre otras cosas, tiene que garantizar que las decisiones políticas estén en manos de la mayoría social. Los barrios tienen que ser un instrumento no solo al servicio de cierta descentralización sino, sobre todo, de autogestión popular.
Bildu debe huir de inercias, de dejarse llevar de prácticas anteriores. Está obligado a reflexionar sobre políticas de promoción turística y elaborar su propio modelo de gestión. Hay que establecer los límites de un turismo sostenible que sea conciliable con los derechos de la ciudadanía. Es urgente y necesario abrir este debate.
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