DONOSTIA - Desde 1984, una manada de seis toros de fuego corre tras los mozos que osan ponerse delante de sus chispeantes cuernos durante las noches de la Semana Grande donostiarra. Sin embargo, la relación de la capital guipuzcoana y estos animales pirotécnicos viene de mucho más lejos. Se cuenta que estas tradiciones pirotécnicas nacieron en China, donde acostumbraban a quemar pólvora bajo figuras de caballos, gigantes, castillos y, sobre todo, dragones en movimiento.

Según Donostiako Festak, algunos marineros donostiarras a los que el mar les llevó hasta tierras asiáticas importaron esa tradición a Donostia. A través de las descripciones que facilitaron, un aficionado a la pólvora elaboró una estructura con forma de toro mediante unas cestas de pescado, unas astas, un pedazo de tela oscura y, por supuesto, los artefactos pirotécnicos.

Además de esta historia, hay otras fechas marcadas a fuego, nunca mejor dicho, en la historia del zezensuzko donostiarra. En 1812, un explorador francés escribió en su libreta de viaje que el carnaval de Donostia finalizó “con el espectáculo de una piel de buey llena de fuegos artificiales la cual es llevada a hombros por un hombre”. En 1876, fecha en la que se celebró la primera Aste Nagusia, se celebró un encierro de toros de fuego, a los que, cinco años después, Serafín Baroja dedicaría la canción de Iriyarena. - J.P.