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"Un gusanillo en el estómago"

Vecinos de las casas de padre abarzuza contemplaron cómo las palas derribaban el escenario de su niñez

"Un gusanillo en el estómago"R. Plaza

"UN gusanillo en el estómago". Eso sentían ayer los hermanos Margari, Mari y Jesús Esparza, que acudieron a contemplar el derribo de la casa Donosti Eder, uno de los ochos edificios del grupo Padre Abarzuza, de Txomin, que empezaron ayer a caer bajo la actuación de la maquinaria de obra. Los tres hermanos formaban parte de una de las familias numerosas que poblaban estas viviendas, construidas en 1948-50 por el impulso del sacerdote que les da nombre. Jesús, uno de los nueve hermanos de la prole, fue uno de los niños que reposaba en ocasiones en su cuna en la calle, a la sombra de los árboles que crecían cerca del Urumea. "En aquella época era habitual que las madres bajaran a los niños con sus cunitas y les vigilaran desde la casa", explicaba ayer una de sus hermanas, que reconocía tener un nudo de emoción en el estomago por ver cómo desaparecía el escenario de su niñez.

Los hermanos Esparza recordaban que, hace 50 años, no entraban coches entre los bloques de las viviendas del Padre Abarzuza, con lo que la vida era fácil para los niños. "¡Qué recuerdos tenemos de cuando había inundaciones y nos traían la comida en barcas!", destacaban con una mezcla de nostalgia y alivio, porque el peligro de las crecidas del Urumea no volverá a producirse, al menos en las que fueron sus viviendas. La última vez que el agua llegó a estos edificios fue hace dos años, cuando la zona quedó arrasada por el barro y tuvieron que vaciarse.

Las anécdotas de su vida en el barrio fluyen de modo natural porque allí pasaron su infancia. "Aunque las casas estaban hechas para familias humildes, vivía todo tipo de gente y había un ambiente muy bueno", recordaba otra de las hermanas. En una ocasión, los vecinos prepararon una bienvenida al Padre Abarzuza, con el camino lleno de arcos de flores, pero el sacerdote llegó por detrás y toda la decoración no sirvió para nada.

El inicio de los derribos de las 44 viviendas del conjunto fue contemplado por otros vecinos, como Txomin, trabajador del Patronato de Deportes de Donostia, que también se crió en ellos. "Esto era el frontón", explicaba el antiguo vecino señalando el muro liso de uno de los edificios, que hacía las veces de cancha de pelota para los chavales.

Las casas del Padre Abarzuza estaban protegidas por una imagen de la Virgen de Aranzazu, por cuya ubicación actual se preguntaban ayer algunos. Una imagen similar, en este caso de la Virgen de El Pilar, se encuentra en el cercano barrio del mismo nombre, que también impulsó el Padre Abarzuza, y también ha sido víctima reiterada de las inundaciones.