bRASIL, Argentina, Tailandia, Alemania, México, Turquía, Bretaña y otros lugares más cercanos como Galicia, La Rioja o la comarca de Goierri ofrecen estos días sus mejores comidas a las personas que se acercan hasta la terraza del Kursaal.

Cada lugar geográfico cuenta con un puesto propio en el que venden productos característicos de su zona. El resto de la terraza se completa con filas de mesas para que la gente que decida acercarse a este punto de gastronomía variada pueda comer sentada.

Al mediodía de ayer, las mesas se llenaron, aunque quedaba algún que otro hueco. En la mayoría de los puestos se formaron colas para pedir la comida, ya que en todos ellos la preparaban al momento. Llamaban la atención las parrillas que montaron los argentinos y los riojanos junto a sus puestos. También fue una sorpresa ver productos autóctonos en los espacios de comida más exótica. La caseta de comida tailandesa, por ejemplo, exponía un gran cartel para informar de que vendían sidra a seis euros.

Los comensales se alimentaron con productos de todo tipo. Mientras que muchos jóvenes se decidían por kebabs y pizzas, también hubo mucha gente que prefirió una parrillada. Pilar, de Donostia, tuvo bastantes problemas a la hora de elegir solamente un plato. Al final se quedó con las patatas asadas que vendían en la caseta riojana.

Muchas personas se acercaron desde la playa de la Zurriola, con toalla, bañador y todos los útiles necesarios para la playa. Ignacio se presentó en la terraza con su familia y unos amigos después de haber pasado la mañana en la arena. Se bañaron varias veces y estuvieron jugando con los niños, así que hicieron hueco en el estómago. "La playa da mucha hambre", aseguró Ignacio, quien al final se decidió por una paella valenciana. Este puesto fue uno de los que más gente recibió a la hora de comer.

La comida fue acompañada por música. Un grupo de Brasil llamado Yemamah actuó a partir de las 13.30 horas. El conjunto musical amenizó el almuerzo con ritmos propios del folklore brasileño. Aunque la mayoría de la gente disfrutó de su actuación desde las mesas en las que almorzaban, hubo quienes se acercaron al escenario para poner atención exclusivamente a los sonidos cariocas.

Comida y música se convirtieron en un buen binomio para acercar la gastronomía y la cultura de otros países sin tener que viajar a ellos.