FALTABA un año para celebrar el centenario de la reconstrucción de la ciudad y Santander pujaba fuerte para llevarse el turismo aristocrático. Donostia, tras construir sus ensanches, decidió apostar por varias infraestructuras de lujo para consolidarse y afrontar, así, su gran Belle Époque. En ese marco, en 1912 se inauguraron cinco grandes obras que, 100 años después, continúan en pie dando forma a la ciudad actual. A partir de mañana celebrarán su centenario La Perla, el hotel María Cristina, el teatro Victoria Eugenia, el parque de ocio de Igeldo y su funicular y la llegada del Topo a Donostia.

Los historiadores Lola Horcajo, Juan José Fernández Beobide y Carlos Blasco Olaetxea han reunido en un libro la historia de la creación de estas cinco infraestructuras que siguen en funcionamiento en la actualidad. En realidad, el libro, llamado 1912 y que ya está a la venta, es el primer número de una revista que han bautizado San Sebastián. Aunque los tres llevan varios años sumidos en la investigación de la historia reciente de la ciudad a través de sus comercios, han decidido publicar esta nueva revista dedicada a otros establecimientos y reflejar, a través de ellos, la consolidación de una nueva Donostia a principios del siglo XX. Esta vez, en lugar de hablar con comerciantes se han esmerado en buscar documentación y, sobre todo, imágenes, algunas de ellas desconocidas, que reproducen en el primer número de la revista.

"Recogemos información sobre el origen de los cinco, no su evolución en estos 100 años. Nos hemos centrado más en contar cómo era la ciudad en 1912, un gran año para Donostia", explica Horcajo. Por eso dedican un capítulo a Marino Tabuyo, alcalde de la ciudad en aquellos tiempos. "Donó la tercera parte de sus riquezas a la ciudad. Tenía un gran entusiasmo por Donostia", cuenta Horcajo. Fue el encargado de preparar la ciudad para celebrar el primer centenario de su reconstrucción y para afrontar el nuevo siglo.

maría cristina y victoria eugenia

Ciudad moderna

El libro habla también de la Sociedad de Fomento San Sebastián que se creó, precisamente, para que la iniciativa privada dotara a la ciudad de un hotel y un teatro de lujo.

"San Sebastián tiró de estas obras de lujo y de la proximidad de Biarritz, donde no se prohibió el juego", explica Horcajo. Porque el María Cristina fue un hotel de lujo desde el principio: todas las habitaciones tenían baño, agua caliente y calefacción. Fue un hotel "moderno para una ciudad moderna", añade la historiadora.

En el libro recogen imágenes de la construcción tanto del hotel como del Victoria Eugenia e, incluso, fotografías de la plaza de Okendo anteriores a la construcción de ambos edificios.

El teatro se restauró hace unos años y el hotel se encuentra en estos momentos cerrado por obras y reabrirá sus puertas en verano para celebrar su centenario completamente reformado. Ambos forman parte del patrimonio arquitectónico de la ciudad y son testigos de su pasado como ciudad de veraneo de la aristocracia y la realeza.

la perla

Hasta baños turcos

También para esa aristocracia se crearon en 1912 los baños de La Perla del Océano. Tras las casetas con ruedas habituales desde mediados del siglo XIX, en 1868 se inauguró un edificio de baños de madera pintado de rojo en La Concha que, 40 años después, había quedado obsoleto.

El proyecto para el nuevo balneario se integró en la reforma de toda La Concha: se ensanchó el paseo, se crearon y cerraron los voladizos y se instalaron en ellos las cabinas para sacar los carros de la arena y se diseñó, también la nueva barandilla. Y, con todo ello, se construyó La Perla, que ofrecía baños turcos, saunas, nuevos tratamientos y muchos servicios novedosos para la época. Y en las páginas dedicadas a la actual talasoterapia, los historiadores revelan otro dato curioso: cuando se creó la primera caseta de baños de madera se bautizó como Baños del Príncipe Alfonso, en referencia a Alfonso XII. En la segunda guerra carlista, le cambiaron el nombre por el que ha mantenido hasta ahora, La Perla del Océano.

igeldo

Apuestas y 'caballitos'

Para esa aristocracia que llenaba la ciudad en verano el parque de ocio de Igeldo y su casino, inaugurado también en 1912, fueron un atractivo más. Hasta 1923 el juego estaba tolerado, aunque no autorizado, y en Igeldo juegos como el de los Nueve Caballitos eran muy tentadores: se apostaba sólo una peseta y estaba a la entrada del parque. En poco tiempo Igeldo desbancó a los parques que había en Ulia y en Martutene y, ya con restaurante, se consolidó como un espacio de ocio. Fue años más tarde cuando se instalaron las primeras atracciones.

En 1912 también se estrenó el funicular que, además de facilitar la llegada de visitantes a la cima del monte, permitió subir materiales para las obras del parque.

el topo

Hasta la plaza Gipuzkoa

También en 1912 el Topo llegó a Donostia. Prácticamente con el mismo recorrido que hace ahora la línea de EuskoTren hasta Hendaia funcionaba el conocido entonces como Ferrocarril a la Frontera que, hasta 1954, entraba hasta la calle Peñaflorida. En él viajaban, entre otros, muchos baserritarras que venían a la ciudad a vender sus productos.

El Topo, Monte Igeldo y su funicular, La Perla, el hotel María Cristina y el Victoria Eugenia irán celebrando a lo largo del año que arranca mañana su primer centenario convertidos ya en un símbolo de la ciudad. Mientras, Horcajo, Fernández y Blasco continuarán escarbando en el pasado de la ciudad a través de sus tiendas y construcciones. "Cada hallazgo es un trocito de Donostia que estaba por ahí perdido", confiesa entusiasmada la historiadora.