Esto ya tiene otra pinta. No es que los últimos quince días hubiesen resultado especialmente duros, porque la derrota de Mestalla entraba en el terreno de lo asumible y además resultó injusta. Pero no olvidemos tampoco que hace solo un mes, en la antesala de las navidades, el Eibar recibió al Granada con la soga apretando el cuello. No era solo una cuestión de números. Era también una cuestión de sensaciones y de efectivos. El fútbol armero no terminaba de carburar. Se sucedían las lesiones. Caían sanciones. Y el panorama se presentaba ciertamente oscuro. Pues bien, hoy es el día en el que, más allá de negativas estadísticas históricas rotas por el camino, el conjunto de Mendilibar saca con holgura la cabeza del agua e inhala cantidades ingentes de oxígeno. La bombona ha llegado en forma de puntos. Pero hay más. Fichajes invernales que aportan. Refuerzos veraniegos que espabilan. El tiempo que pasa. Lesionados más próximos a la recuperación. Y equipos de postín como el Atlético hincando la rodilla en Ipurua, claro. Al fin y al cabo fue esto lo que sucedió anoche. ¿Cómo?

Mendilibar apostó de inicio por una alineación mediante la que renunció a la habitual doble punta. Sergi Enrich fue la única referencia ofensiva, y a su alrededor se movió un Fabián Orellana cuya libertad resultó clave durante la primera media hora. Su posición fue indescifrable para los jugadores atléticos, que por momentos no sabían por dónde les daba el aire. El chileno caía constantemente a la banda izquierda, centrándose incluso Takashi Inui para dejar al 14 armero pisar la línea de cal. En un sector que también frecuentaban Edu Expósito y Cote, la superioridad numérica generada ahí por Mendilibar causó estragos.

gran arranque ¿Quién dijo que el Eibar es un equipo rudimentario? Los tópicos. Solo los tópicos. Porque en las oficinas de Ipurua también se trabaja y se analiza. El cuadro azulgrana había empezado el duelo con fuerza, generando siempre desde el sector zurdo. Oblak ya había tenido tiempo para lucirse, tras saque de falta envenenado de Pedro León. Y en esas los locales volvieron a volcar el juego a su banda izquierda. Orellana se plantó en la espalda del colchonero Herrera, quien así no se atrevió a saltar a por Expósito. Este buscó la profundidad, libre de marca. Y la acción propició el córner en el que Burgos marcó el 1-0 tras peinada de Enrich. No. No fue solo el balón parado. Fue cómo nació todo. Poca casualidad.

Los de Mendilibar ya se mostraban superiores antes del gol. Lo fueron aún más después del mismo. Con Orellana y sus movimientos volviendo tarumba a Simeone. Con el descaro y el atrevimiento por bandera, en un chaparrón de buen fútbol que poco a poco fue convirtiendo al Eibar en una escuadra más simétrica. Y es que Pedro León y Tejero terminaron sumándose a la fiesta para protagonizar una combinación con centro del lateral al segundo palo y remate de Inui abortado por la defensa. Ipurua disfrutó durante 30 sobresalientes minutos. Pero enfrente estaba uno de los 16 mejores equipos de Europa. La reacción visitante tenía que llegar.

¿Por qué? En primer lugar porque, como resultaba de esperar, la intensidad de un Eibar que presionaba emparejando a sus futbolistas con los rivales por todo el campo, uno para uno, descendió un par de puntos. Y en segunda instancia porque el Cholo no se quedó de brazos cruzados y agitó el árbol. Herrera empezó a caer al lateral diestro en salida y proyectó así a Arias. Correa pisó zonas interiores cada vez con mayor frecuencia. Y Vitolo y Joao Felix comenzaron a intercambiar sus posiciones, rompiendo todo ello con el panorama del arranque. La espalda de Sergio Álvarez y de Expósito dejó de suponer terreno inaccesible para los colchoneros, que además buscaron las cosquillas a Tejero con diagonales que trataban de hacerle caer en disputas aéreas.

la segunda mitad El cóctel de circunstancias implicó que las tornas cambiasen durante los minutos previos al descanso, y al Atlético le dio para generar un par de acercamientos peligrosos, saldados sin gol. El intermedio implicaría luego un alivio en clave eibartarra. Pero, desgraciadamente, la tónica del encuentro no variaría tras la reanudación. Los rojiblancos continuaron teniendo en el mexicano Herrera, clarividente, el origen de sus ataques. Continuaron dando con el pecho del escorado Joao Felix para asentar las posesiones en campo rival. Y continuaron encontrando entre líneas al peligroso Vitolo, en rol de lanzador. Mendilibar trató de ajustar cambiando de costado a Orellana, quizás para fijar a Saúl y permitir así a Pedro León tapar al propio Joao, pero el terreno de juego ya se encontraba cuesta abajo hacia Dmitrovic.

Faltaban 20 minutos de encuentro y, sin haberse producido ocasiones excesivamente claras en la meta armera, el empate parecía cercano. Todo cambió, sin embargo, cuando coincidieron dos sustituciones que modificaron el contexto del partido. Con su equipo inmerso ya en una inercia aparentemente encarrilada hacia el 1-1, Simeone quiso dar una vuelta de tuerca adicional a los suyos mediante la amplitud del lateral Lodi. Pero para centrar a Saúl sentó a Herrera, y Thomas naufragó como cerebro colchonero. A ello ayudó también la salida al campo de Cristóforo, con quien el Eibar adoptó ya un marcado y ortodoxo 4-2-3-1. El uruguayo, mediapunta, aportó pulmones y piernas para apretar en la zona de creación forastera, donde el propio Thomas sufría horrores para sacar el balón. Y la sensación de agobio en Ipurua fue dando paso únicamente a una tensa espera. Una tensa espera al pitido final con la que terminó antes de tiempo Edu Expósito, marcando el segundo tras rechace de un saque de esquina.

Le ganó al Eibar al Atlético de Madrid. Quedaría bonito vestir esta crónica con ropajes épicos y subrayar aquello de que los colchoneros siempre habían ganado en Ipurua. Aquello de que los de Mendilibar derribaron una muralla, y tal y cual. Nada de eso. Toca destacar que el equipo azulgrana sumó tres puntos. Tres puntos importantísimos. Procede ensalzar también que lo hizo gracias a media hora de fútbol de quilates, gracias a otra media hora de sufrimiento y de apretar los dientes, y gracias también a que la tormenta final quedó en sirimiri gracias a un paraguas que nos acabamos de comprar en el mercado invernal. Esto es Primera División. Se trata de sobrevivir. Y el Eibar está ahora más cerca del objetivo que ayer a estas mismas horas.

2-0