- Ibai Zabala se vestirá de blanco por última vez el sábado en el frontón de Amorebieta. Vivirá una despedida acompañado por los más cercanos en un partido especial. Jugará con su amigo Oinatz Bengoetxea frente a Joseba Ezkurdia y Xabier Tolosa. El vizcaino, que debutó en Elorrio el 23 de mayo de 2008, echa la vista atrás y recorre su carrera junto a este periódico. A partir de ahora, estará centrado en su carrera como profesor de euskera.

¿Cómo han sido estos trece años en la élite?

—El tiempo pasa rápido, aunque sucede en todos los aspectos de la vida. Ha habido de todo. He vivido momentos bonitos y he jugado el Parejas de Primera muchos años de suplente y titular. Son objetivos que nunca que me había marcado. Jamás pensé que iba a ser pelotari profesional ni de Primera. Quizás ahí está el éxito. También he tenido malos momentos, con un historial médico potente: cuatro operaciones de manos, dos roturas de los huesos del pie... Pero he tenido la fortaleza de darle la vuelta y regresar al nivel. Eso te endurece. Además, la pelota me ha abierto muchas puertas y he conocido gente buenísima. Me quedo siempre con lo bueno. Lo malo queda en el olvido.

Ha vivido una época con pelotaris como Irujo, Olaizola II, Berasaluze II, Xala...

—Respecto al nivel, es la etapa gloriosa de la pelota. En mi caso, no era un pelotari de Primera, yo era un pelotari que participaba en Primera. He tenido el nivel, pero no era un primera, que para mí eran gente como Begino o Beloki. Hay que ser conscientes de que en aquella época, además de un ramillete de grandes delanteros, estaban Aimar e Irujo, que es lo mejor que he visto nunca en un frontón. También estaban Zabaleta, Patxi Ruiz, Merino II, Zubieta... Nivelazo. Participar con ellos de vez en cuando ha sido un honor.

Ha jugado con todos los primeros espadas.

—Con todos los de mi empresa, pero con los de Aspe también: con Irujo quedé subcampeón en Aste Nagusia de Bilbao, con Titín III jugué en Haro, con Xala, con Gonzalez...

¿Qué es lo que más va a echar de menos?

—Los compañeros. Me da pena por los amigos que he hecho y por la salsa que hay entre nosotros; no el deporte ni el profesionalismo.

¿El profesionalismo cambia la esencia del deporte?

—Sí. Cuando empiezas, eres todo ilusión. Dura siempre, pero pasas de la ilusión a ser profesional. Tuve la suerte de que la afición se convirtió en oficio, como me ha pasado con el euskera. Cuando pasa eso, cambia su esencia.

¿Cuáles han sido sus mejores compañeros?

—Con Iker Arretxe compartí mucho. Berasaluze II me ayudó un montón en mis primeros años de profesionalismo siendo un figura. Además, una persona muy especial para mí y que pedí en mi despedida es Oinatz Bengoetxea. Tengo una relación personal buenísima, es un tío espectacular y el tipo de persona que me tendrá para todo en la vida. Hemos vivido muchas cosas, incluida la época del conflicto con Baiko. Fue una de las personas de peso que dio un paso adelante. En ese sentido también me gusta nombrar a Jon Ander Albisu, que pasa desapercibido en lo mediático, pero es una persona espectacular. Siempre ayuda. Es un ejemplo en todo. Esas cosas no las olvido nunca.

Se ha perdido el papel del veterano que enseña al debutante.S

—Sin duda. Es el que me ha tocado desempeñar los últimos años. El veterano no ejerce solo en el partido, sino también en el vestuario. Es una figura necesaria. A menos que seas un primerísimo primer espada, las empresas ya no te mantienen. Es malo. Los jóvenes necesitan referentes y gente que les apoye.

Fue una de las caras visibles del colectivo de pelotaris de Baiko que inició la huelga. ¿Cree que haber estado comprometido durante el conflicto con la empresa ha penalizado su continuidad?

—Eso lo debe responder la empresa, porque decir que sí es muy presuntuoso. Puede ser que piensen que no estoy rindiendo, pero mis resultados dicen lo contrario. Sinceramente, creo que tiene peso, grande o pequeño, no lo sé, pero lo tiene. Cuando mi padre se enteró de que no seguía, me dijo una cosa: “El albarán lo tenías hecho de hace tiempo, solo te faltaba recoger la factura”. No le doy más vueltas. Dije en su momento que iba a ser consecuente y que si traía perjuicios, los iba a asumir.

Compañeros implicados hablan maravillas de usted.

—Como todo en la vida, esto tiene dos caras: la cara A es que me voy a casa; pero la B es el agradecimiento de los compañeros. Además, las buenas palabras que estoy recibiendo de gente anónima y de dentro de la pelota últimamente tienen más valor que muchos contratos. Que se valore más al Ibai Zabala persona que al Ibai Zabala pelotari es lo más importante para mí. Pocas cosas valen tanto.

Albisu, por ejemplo, renunció a una semifinal del Parejas.

—La pelota debe una txapela a Jon Ander. Por eso y por el nivel que ha demostrado todos estos años. Dijo que no a una semifinal por las condiciones de los demás. Es una persona excepcional. Me tendrá para siempre.

Consiguieron mejoras para el pelotari que debuta.

—Y creo que se deben lograr más: que el sueldo mínimo sea mayor, que los entrenamientos sean con el entrenador que quieras, que no te quiten el 20% del sueldo del mes por olvidarte una camiseta, poder compaginar otro trabajo con la pelota... Para eso se creó la Asociación de Pelotaris. El camino a recorrer les queda a ellos. Yo hice todo lo que estaba en mi mano, incluso cosas que quedan off the record. Ser profesional está bien, pero no vale todo por serlo. Que los jóvenes no aprendan eso.

Volviendo a su carrera. ¿Cuál es el rival que no quería ver ni en pintura?

—Zabaleta. De hecho, tuve la opción de que jugara en mi despedida, pero les dije que si no me iban a dejar tranquilo ni en mi despedida. Y de mi empresa, Beroiz. Era tan pelma como yo, pero más duro.

Se quedó a las puertas de la final del Parejas de 2013 junto con Aimar. ¿Qué recuerda?

—Comenzamos las semifinales contra Irujo y Zabaleta. ¡Qué soledad viví en el rebote! Eran dos bombarderos. Después, en el partido contra Pablo-Albisu, nos ganaron. Jon Ander hizo un partido terrible. Fue una experiencia bonita porque era mi primera titularidad, pero fue duro. Estaba sujeto a bastantes críticas. Jugar con Aimar, o Irujo, tenía una cosa buena, que estabas con el mejor, pero también otra mala: parece que si ganan, ganan ellos; y si pierdes, pierdes tú. Eso es injusto.

¿Qué le ha faltado para ser un Primera como ha señalado antes?

—He tenido mala suerte con las lesiones. Además, me faltaba confianza con la izquierda. Ahora juego tres veces más con la zurda. Había diferencia entre las dos manos, ya que mi derecha era buena. Por otro lado, no todos valemos para ser Beloki. En mi caso, he sido un trabajador y un profesional. Me he cuidado todo lo que me tenía que cuidar y cuando tenía que hacerlo. He sido deportista sin perder la cabeza, también hay que despejarse. Es necesario pegarse un homenaje cuando toca y, eso sí, competir cuando hay que hacerlo.

¿Va a seguir ligado a la pelota?

—Los pantalones blancos saldrán a la cancha el sábado en Amorebieta, pero volverán al armario y no saldrán más. Una cosa es la pelota y otra la pelota profesional. La pelota es mucho más. La pelota me tendrá para lo que sea; la pelota profesional, ya veremos. No me veo como entrenador en un club; principalmente, porque no me quiero atar. Aun así, si alguien necesita mi ayuda, que me llame y seguro que la tiene.

¿Ha acabado quemado?

—Obviamente. Por muchas cosas. Justo me ha tocado vivir la única huelga de la pelota a mano profesional y desde la primera línea, con lo que conlleva. Además, estar trece años sujeto a críticas, cosa que me parece normal, porque es nuestro trabajo, y las injusticias que he vivido todo este tiempo queman. Mi pareja fue la persona más feliz del mundo cuando se enteró que iba a dejar la pelota.

Su futuro pasa por la enseñanza y el euskera.

—Estoy enfocado a ello. He empezado a trabajar de profesor. Además, voy a ser parte de un proyecto digital de comunicación en el que escribiré un artículo semanal.