n tal Gallagher se ha referido a Adnan JanuzajGallagher Adnan Januzaj como si le fuera la vida en ello. Ese chico de apellido inglés al que no conocía de nada hasta que ha salido en los papeles, por lo visto cantaba en un grupo de apellido Oasis y no sé si desafinaba. Busqué canciones, encontré Wonderwall y con mi mejor voluntad traté de escucharla entera. Estoy en las antípodas de sus pentagramas. Imposible llegar al minuto. Tanto como ver al delantero belga con un trajecito blanco, con gorra de vendedor de helados de tutti frutti, o de cartones con peces y patatas fritas. Los únicos Gallagher que controlo (además de unos cuantos futbolistas ingleses) protagonizaban una serie de televisión, Shameless, que me enganchó mucho en los años en los que se emitía. Entre otras cosas, porque me entretenía bastante por rupturista.

Supongo que el delantero realista, a lo más, ha esbozado una sonrisa y que las declaraciones del seguidor del City le han impactado lo mismo que un estornudo de avispa en el Txindoki. Si el belga se calentara un poco, podría contestar. Sobre todo, porque el producto que le adjudica para la venta al público, roza el drama. Y no sigo, no me vaya a salpicar como el día del bombardino. Estando en Cádiz, esa comida es una aberración. Desde los langostinos de Sanlúcar hasta las tortillitas de camarones, pasando por un platito, o dos, de jamón, unas ortiguillas o unas croquetas de corvina, o... lo que se tercie ganan por goleada. ¡Paciencia infinita!

Otra historia, y eso es mucho más interesante, se relaciona con su continuidad en el equipo al que llegó hace cuatro años. Los que saben y manejan información privilegiada hablan de conversaciones que quieren alcanzar un final feliz, una renovación. Me encantaría, porque disfruto con los jugadores diferentes. Ni mejor, ni peor, diferente. Hace cosas que están al alcance de pocos y asombra cuando destapa el tarro de la inspiración. En esas circunstancias deja a la gente boquiabierta, y anonadados a los rivales. Ayer dispuso de un cuarto de hora para sentirse futbolista. Saltó al campo entre los dos goles de Oyarzabal. El capitán sonreía cuando le preguntaban por el efecto vacacional y, visto lo visto, ya se puede ir de nuevo unos días para que siga siendo un prodigio de efectividad.

Hablaba hace un momento de paciencia infinita. Estamos acostumbrados a que en un partido de fútbol se mida casi todo. Desde el dominio, la posesión, las ocasiones, los kilómetros recorridos, los córners, las faltas, las tarjetas, todo... pero la paciencia. ¿Quién es el guapo que nos puede confirmar a esta hora el porcentaje realista de calma en el Nuevo Mirandilla? Quiero creer que los de Imanol ganaron por goleada. Entendieron que no había prisa, que con el paso del tiempo llegarían las ocasiones. Había que meterlas. Por fin, un súper pase de Elustondo lo cabeceó el capitán a la red, silenciando a la grada. Y un tarantantán a Sorloth terminó en el punto de penalti. Con la habitual eficacia el 10 mandó el esférico al fondo del portal del buen cancerbero que es Ledesma.

Fue un proceso largo en el que los buenos peloteros cobraban protagonismo. Gente que sabe tratar el balón, que lo mima y le da biberón, se echó a la espalda la gestión del juego. Que el correcto público gaditano ovacionara a David Silva cuando le cambiaron, lo mismo que a Oyarzabal, no significa otra cosa que rendirse a la evidencia del protagonismo en el partido. Por eso, tal vez, Imanol eligió a Guevara como titular por primera vez desde el inicio del campeonato. El vitoriano echó el ancla y dirigió las operaciones desde la zona en la que domina. Arriba, las carreras de Isak o los intentos de Portu por percutir en un muro que pareció infranqueable durante muchos minutos. Tampoco la Real concedió demasiado en su área. Vuelve a dejar la puerta a cero y eso también debe valorarse, lo mismo que enlazar tres triunfos consecutivos. En todos ellos, se han repartido dosis de paciencia. Es una virtud que, felizmente, está instalada en el seno del club. Que el entrenador siga siendo un valiente a la hora de dar oportunidades a los jóvenes, no hace sino potenciar la cantera, los proyectos y las ilusiones.

Julen Lobete se estrenó en el Nou Camp y ayer jugó unos minutos al borde de la bahía de Cádiz con 27 grados de temperatura en el ambiente. Por cierto, no me consta a esta hora que Sorloth haya preguntado si esto es así siempre, que, de continuar el termómetro disparado, va a solicitar un abanico para los minutos de sofoco. Muy cerca de allí, en Sanlúcar de Barrameda, a las doce del mediodía se enfrentaron ayer el Sanluqueño y el filial del Sevilla. Caía el sol a plomo. El zarauztarra Julen Azkue, jugador local, acabó el pobre muerto en campaña, pero los puntos en casa. Como la Real. Próxima estación: las bombillas.

Apunte con brillantina: un amigo, delantero por más señas, juega en el CD Barco, equipo gallego de la 3ª RFEF del Barco de Valdeorras. Ayer comenzaron la liga. Busqué en la cuenta de Twitter para conocer el resultado y encontré que disponen de una versión ¡en latín! Gloria bendita. Si os apetece, aquí va la dirección: @cdbarco_latin. Y si queréis una muestra, así anunciaban uno de los últimos amistosos de pretemporada: Novum certaminem bonum est ad turmam gigurram favendam! ¡Hala, ya podéis traducir. Qué grandes! A ver quién se anima y pone en marcha un Regia Societas.