- En una etapa, donde los espectadores vemos ciclistas y paisajes, usted ve historias al margen de lo deportivo.

-Pero no las busco. Quizás tiene que ver con mi propia formación cultural. Unas cosas me llevan a otras. Es lo que llamo analogías. Las correspondencias amplias que hay en el mundo, en el paisaje o en la historia tienen un bagaje. Y a eso me ayuda la propia naturaleza del ciclismo. Para los que hemos practicado y practicamos ciclismo, la bici te permite ir a una velocidad que te permite relacionarte con el paisaje que te rodea. Ir en bici es reflexivo, te ayuda a pensar. Mis recuerdos de las salidas en bici son sobre los historias que veía o que recordaba que habían pasado por donde circulaba. Esa conjunción de mi propia formación y de tener esa visión cultural o artística de las cosas, hacen que una cosa me lleve a otra. Y luego está lo que en algún artículo he llamado la velocidad filosófica: la velocidad que te permite ver el paisaje e impregnarte.

El ciclismo tiene además un trasfondo social, político o cultural que igual otros deportes no poseen.

-Ahí admito una deformación de origen. He mamado mucho de la historia del ciclismo de los años de la República a través de mi padre. Y era un ciclismo contaminado por la efervescencia social de la época. Te pongo dos ejemplos. Cómo se movilizó todo el deporte popular para organizar las Olimpiadas Populares de Barcelona, antagónicas a las que Hitler lideraba en 1936. Las organizaciones antifascistas europeas organizaron esas Olimpiadas en Barcelona y el ciclismo tuvo mucha pujanza. Y el segundo caso es el de las carreras de los sindicatos estudiantiles que se organizaban en la zona de Irun-Donostia. Una competición muy célebre era el campeonato guipuzcoano escolar. Mi padre siempre participaba. El ciclismo tiene el marchamo de deporte popular pero yo he mamado historias de cuando era un deporte muy cercano a los movimientos sociales.

Ahora que el ciclismo se ha globalizado, ¿es más difícil encontrar historias asociadas a una prueba?

-No. Si escribo es porque tengo la sensación de que hay cosas que necesitan ser contadas. La globalización no colapsa las historias. Varios artículos del libro se nutren del nuevo ciclismo que ha emergido en países que no estaban en el mapa del ciclismo.

Hay países como Italia que dan mucho jugo.

-Italia y Francia. Italia es un país con una cultura muy importante y sus ciudades y paisajes son magníficos. Los lugares por los que pasan las carreras te producen emociones estéticas. Los italianos saben muy bien cómo diseñar los recorridos, mejor que los franceses. Y en la historia del ciclismo italiano ha habido muchas leyendas y enfrentamientos como el de Coppi-Bartali. La propia leyenda lo deforma ya que se les ha enfrentado como la Italia conservadora y la Italia progresista, cuando resulta que entre ellos se llevaban muy bien. Los recorridos en Italia son muy salvajes, fueron pioneros en los puertos sin asfaltar. Descubrieron el Mortirolo, que dio pie a encontrar puertos con porcentajes extremos… Francia hace siempre recorridos más parecidos.

El título del libro, ‘Maillot rojo’, no hace alusión precisamente al jersey de líder de la Vuelta a España.

-No, pero hay un artículo que lo titulé Maillot rojo. Aludo al maillot que ganó Simon Yates en la Vuelta y a través de ese maillot aludo a otras historias. Quería reflejar que hay un ciclismo impregnado de ideas progresistas. Los ciclistas estaban en épocas como la República muy cerca de lo que pasaba en la sociedad.

Precisamente, dos de los países más ‘rojos’ del mundo, China y Cuba, no tienen tradición ciclista.

-Cuba pareció que emprendía un camino e incluso algún año participó en la Vuelta al Bidasoa, pero se quedó estancada. Y China, a pesar de que tiene millones de usuarios de bicis, las usa para desplazamientos. Un amigo ciclista que corrió un campeonato del mundo me recordaba que aquel año los chinos corrían con un timbre en el manillar. Es otra cultura.

En los artículos también se refiere a la actualidad ciclista. ¿Estamos asistiendo a una era que recordaremos durante años?

-Sí. Este año estamos viviendo una eclosión de figuras que ya se apuntó la temporada pasada. Me sorprende el nivel que tienen algunos ciclistas en edades en las que aquí todavía se está en categoría junior: Evenepoel, Pogacar, Pidcok, Hirschi… Hay un nivel deportivo superior a otras.

A diferencia de otras épocas, ya no hay sitio para que triunfen los modestos. Los mejores acaparan las victorias.

-Antes había más carreras y había pruebas en las que los grandes ciclistas iban a prepararse y los modestos tenían la oportunidad de ganar. Pero ahora los mejores no dejan ni las migajas. Las carreras se disputan muchísimo. Eso te lleva a los tiempos de Merckx, que lo disputaba todo, y a aquella leyenda que dice que esprintó al ver una pancarta del Partido Comunista porque la confundió con una meta volante. Luego cotejé el dato y no fue precisamente así porque en el año 1973 no había pancartas de ese tipo. Pero Merckx lo disputaba todo y estos ciclistas recuerdan a él.

Hemos vuelto también a los duelos de parejas.

-Sí. Son dignos de los que hubo entre Merckx y Ocaña, o Coppi-Bartali. En las clásicas, Van der Poel y Van Aert, dos monstruos, y en las vueltas, Roglic y Pogacar. Pero sí parece que la vieja guardia, excepto Valverde, ya no resulta. Estamos viviendo un ciclismo emocionante.

Al menos en el World Tour, el ciclismo ha dejado de ser el hermano pobre del deporte.

-Antes había mucha diferencia entre las figuras y el resto. Ahora ya no.

En un reciente artículo escribió que falta por escribir el gran libro del ciclismo.

-El ciclismo, un deporte épico, tiene potencial para que se escriba un gran libro. Lo digo como lector voraz de libros de ciclismo. Me he leído todos los libros que hay de ciclismo. Es un deporte que tiene historia, entidad y desprende emociones humanas como para que se escriba un gran libro aún no escrito.

En los últimos años ha habido mucha producción literaria sobre ciclismo.

-No es que no haya escritores que escriban sobre ciclismo. Lo que quiero es resaltar el ciclismo, no empequeñecer al ciclismo. Son tan potentes las emociones que transmite el ciclismo, sus peripecias o los lugares por los que pasa, que da mucho juego. El boxeo, por ejemplo, ha dado pie a películas y libros. El ciclismo está a ese nivel. Y ya si metes en el dopaje, ni te cuento. Yo lo he intentado con dos novelas en las que he querido hacer esa traslación de todo un universo ciclista.

El libro

‘Maillot rojo’ reúne los artículos que Usabiaga ha escrito en este periódico entre 2018 y 2020. Publicado por la editorial Ediciones Irreverentes, consta de 200 páginas.

Cómo conseguirlo

El libro sale a la venta mañana y se puede adquirir en los kioscos al precio de 15 euros. También se puede hacer un pedido en la redacción de este periódico (Avenida de Tolosa, 23. Donostia), en el teléfono 943 319 206 o en el correo marketing@noticiasdegipuzkoa.com.

Otras obras de Usabiaga

Usabiaga, arquitecto y escritor, es hijo del histórico comunista Marcelo Usabiaga. En homenaje a su padre escribió ‘Marcelo, el hombre imposible’. Además, es autor de libros como ‘El sueño de Nicolas Colberg’, Premio de Novela Ciudad Ducal de Loeches; ‘El alcalde de Florisdorfg’; ‘Flores de la República’, sobre los fusilamientos de Pikoketa; ‘El caso Martana’, Premio Marca de Novela Deportiva; ‘Donostia rebelde’ y ‘La joven guardia’.

Sergéi Soukhoroutchenkov, ‘Souko’. “El soviético ganó varias veces el Tour del Porvenir y en un artículo cuenta cómo durante años se postuló como el oponente a Hinault. Con la invasión de Afganistán, no hubo la posibilidad de que una selección soviética corriera el Tour y ya no se dio ese duelo”.

Erlaitz. “Es duro, subas por la vertiente que subas. Pero es que fue el escenario de la batalla de Irun, muy cerca está Pikoketa, en donde fusilaron a 18 milicianos, y en la cumbre de Erlaitz había un caserío de un contrabandista profesional, Mantecas, que en los años del “bienio negro” (1934-1936), ayudó a escapar a muchas personas a Francia. Mi padre me contaba que se vestía de ciclista, subía al caserío de Mantecas con un 46x18 y le avisaba de que iban a ir personas a las que tenía que pasar a Francia. Le pagaban 100 pesetas por cada fugitivo”.

“Con sus claroscuros, la Carrera de la Paz, que se sigue celebrando aunque ya no tiene ningún sentido. Es de una categoría UCI muy baja. Y en carreras de un día era muy célebre el Gran Premio de la República, que en alguna ocasión terminó en Eibar porque fue donde se proclamó la República. Y otra carrera fue la clásica Jaca-Barcelona. La guarnición de Jaca se sublevó y se puso en marcha una columna que iba a ir de Jaca a Barcelona para que se fueran sublevando todos los cuarteles y se sumaran a la República. En Ayerbe, cerca de Huesca, les interceptaron. Pero en ese recorrido que iban a hacer de Jaca a Barcelona se montó una carrera, La Republicana, cuando se instauró la República. Era una carrera de 367 kilómetros. Mariano Cañardo quedó segundo en 1934”.

“Mi primera novela fue El caso Martana, que me llega porque un amigo de mi padre había oído contar la historia. En el Tour de 1934 se corría por selecciones nacionales pero había otra lista de touriste-routiers, que corrían por libre. Giuseppe Martano era un ciclista italiano antifascista, como Ottavio Bottecchia, más famoso, y fue excluido de la selección. Corrió como touriste-routier y estaba clasificado por delante de los ciclistas de la selección italiana. Eso encrespó a Mussolini, que dijo que se hiciera lo imposible para que no ridiculizara a la selección y les ganara. Escribí una novela que llenaba los huecos de la historia y cambié el nombre del protagonista”.

Oiartzun-Aritxulegi-Agiña-Lesaka-Bera-Irun-Erlaitz-Oiartzun. “Es dura pero llena de historia. Son carreteras que construyeron los presos del franquismo a pico y pala. Lejos de aquí, en el último Tour ascendieron el Plateau de Glières, que en la cima tiene una parte sin asfaltar y hay un monumento a la Resistencia, entre ellos a varios republicanos que escaparon”.

“Los lugares que atraviesan las carreras en Italia te producen emociones estéticas. Diseñan muy bien los recorridos”

“Son tan potentes las emociones que transmite el ciclismo, sus peripecias o los lugares por los que pasa, que da mucho juego”