El Museo Guggenheim, el icono del Bilbao moderno de piel titanio, se ha decorado de amarillo de líder en el acto que ha confirmado la Grand Départ del Tour de Francia. En el edificio con más alcance mediático de la capital vizcaina, se ha desenrollado la alfombra amarilla de la Grande Boucle, que en julio de 2023 recorrerá las carreteras de Euskadi.

Bilbao acogerá la gran salida de la carrera francesa, que recorrerá la geografía vasca con dos etapas íntegramente disputadas en Euskadi y una tercera que unirá Hegoalde con Iparralde. Bilbao será la salida y la llegada de la primera etapa de la carrera francesa. En esos día de julio, Euskadi será el epicentro de la fiesta mundial del ciclismo. Un hito sin parangón con el sabor burbujeante del champán. El festejo por semejante logro ha comenzado hoy con la presentación en sociedad de la Grand Départ Pays Basque 2023.

En las entrañas del Guggenheim, decorado con clase y estilo para la ocasión, el lehendakari Iñigo Urkullu, el director del Tour, Christian Prudhomme, el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, Bingen Zupiria, consejero de Cultura y Política lingüística, y los diputados generales de los tres territorios de Euskadi: Unai Rementeria (Bizkaia), Markel Olano (Gipuzkoa) y Ramiro González (Araba) han dado la bienvenida a la carrera francesa. "Hace dos años empezamos a trabajar todas las instituciones. Asumimos aquel reto y hemos hecho un esfuerzo especial. Lo que entonces era un sueño ahora lo hemos hecho realidad", ha subrayado el lehendakari Urkullu, que ha resaltado el trabajo en "equipo" de todas las instituciones vascas. El deseado Tour ya rueda por Euskadi aunque el pelotón no asome hasta dentro de dos años. Esa es la capacidad tractora de la Grande Boucle, un espectáculo majestuoso.

La carrera es tan grande y su poder de convocatoria tan sugerente, que el foco del ciclismo ha girado de inmediato sobre Euskadi, una tierra iluminada con el incandescente neón de la pasión por el ciclismo, siempre vinculado al humus de la sociedad vasca. La unión entre el ciclismo y Euskadi es umbilical. Representan una relación pasional, orgánica, emocional. En ese ambiente, con una sonrisa de satisfacción bajo las mascarilla, Prudhomme, el director de ASO, la empresa que se encarga de organizar la carrera más grande del mundo, ha dicho en el acto de presentación la Grand Départ en Bilbao que "el público vasco es espléndido. Vi la victoria en Luz Ardiden de Laiseka. Ese fervor de la afición vasca es único. Es un gran orgullo para nosotros estar aquí. El ciclismo es un vector de emociones. Vamos a estar aquí en el 120 aniversario del Tour".

El director del Tour ha enfatizado que "estaremos frente a uno de los mejores públicos del mundo. ¡Eskerrik asko Euskadi!". A su vez, el lehendakari Iñigo Urkullu ha expuesto que el Tour supone "una oportunidad inigualable para impulsar la estrategia de internacionalización de Euskadi. La oportunidad de utilizar este evento como motor de desarrollo económico y faro de orientación del turismo europeo hacia el destino Euskadi-Basque Country. Vamos a lograr una imagen y un eco positivo para este país". Solo desde el amor reverencial y de largo aliento hacia el ciclismo se puede entender la llegada del planeta Tour a la órbita de Euskadi.

Un arduo trabajo

El feliz encuentro entre las instituciones vascas y el Tour ha necesitado una paciente y larga elaboración para convencer a los rectores de carrera francesa, un evento que siempre tiene la capacidad de elegir pretendiente. De ahí que la llegada del Tour ha de interpretarse como una conquista sin parangón, que comenzó con un primer café. Algunos sorbos dan para grandes historias. En 2016, Juan Mari Aburto, alcalde de la villa, y Unai Rementeria, diputado general de Bizkaia, se reunieron con Christian Prudhomme. Javier Guillén, director de la Vuelta, carrera que pertenece a ASO, organizadora del Tour, fue testigo de aquel encuentro que sintonizó a ambas partes. Hablaban el mismo idioma: el del ciclismo.

Desde entonces, la Diputación Foral de Bizkaia y el Ayuntamiento hicieron un tándem para trabajar en silencio de cara al feliz acontecimiento. La etapa de la Vuelta que unió Getxo con Oiz en una jornada apoteósica sirvió de carta de presentación para el Tour. Prudhomme conocía desde ese instante la capacidad de organización y, sobre todo, la pasión del pueblo vasco por el ciclismo. Esas gargantas que aúllan, arrebatadoras, felicidad, energía, calor y entusiasmo, eran el altavoz perfecto para llamar al Tour. La marea naranja que ha teñido durante años los Pirineos representaban ese fresco. Prudhomme era consciente de ese empuje.

Con el tiempo, a medida que las negociaciones avanzaban por el Tourmalet de los sueños y tras jornadas maratonianas que enlazaban con los deseos para dar con la gloria de la realidad, el Gobierno vasco se sumó a la apuesta para captar un evento que traspasa fronteras. Solo los Juegos Olímpicos y el Mundial de fútbol, que se disputan cada cuatro años, tienen mayor disuasoria que el Tour, una evento cuyo radio de acción alcanza a 190 países y es capaz de acumular 3.500 millones de telespectadores. Conviene enmarcar la dimensión de la carrera para analizar su impacto. Euskadi levanta los brazos de alegría tras completar una prodigiosa carrera. Ha llegado a la meta. Brinda por el Tour.