Kathrine Switzer (Amberg, Alemania; 5/1/1947), que saltó a la fama en 1967 por ser la primera mujer en correr una maratón con dorsal registrado (en la maratón de Boston con el dorsal 261). La estadounidense ha regresado a Donostia seis años después para seguir colaborando con la organización de la Behobia-San Sebastián en el proyecto BSS 50/50/25. Esta iniciativa tiene como objetivo que en la carrera popular de 2025 participe la misma cantidad de mujeres que hombres. Por ello, la ilustre Switzer está en la capital guipuzcoana para colaborar en la preparación de la carrera y presentar la versión en castellano de su libro Marathon Woman (La Maratoniana).
Lleva varios días en Gipuzkoa, ¿le ha dado tiempo a correr por aquí?
Sí, he tratado de correr todos los días. Primero lo hice lejos de la fiesta porque había demasiada gente, miles de personas, así que ese día solo corrí y caminé entre la multitud. El segundo día salí a correr por la bahía de La Concha pensando que podría rodearla, pero había una noria con muchos niños que no me dejó (risas), por lo que terminé corriendo por la playa. Fue increíble aunque también estaba llena de gente. Esta mañana he salido desde mi apartamento, que está cerca de la catedral gótica de la ciudad (Buen Pastor), por varias calles, pasando por la biblioteca, hasta llegar al mar. Ha sido fantástico.
Estuvo aquí hace seis años, ¿qué recuerda?
Estuve aquí hace seis años para la Behobia-San Sebastián y no pude correrla porque tenía una lesión en el tendón de Aquiles. En aquel entonces estábamos lanzando esta campaña, (BSS 50/50/25) y en ese momento dije que para 2025 no tendría problemas físicos. Ha sido más lento de lo que esperaba, pero está ganando impulso y creo que para el año que viene lo haremos posible.
¿Cree que se logrará el objetivo del 50/50?
Creo y confío que es posible. Todavía necesitamos difundir más la idea para que cada vez más gente se entere de todo esto. Pero si miras la demografía, verás que la mayoría de las mujeres que corren tienen entre 20 y 30 años. Queremos que haya más mujeres entre 30 y 60. Ese dato es comprensible porque la generación de los más jóvenes es la que no tiene grandes problemas con el género, pero las personas de mi edad o incluso menores todavía están en ese proceso. Llegaremos a la meta, lo tengo claro. Será difícil, pero lo lograremos.
¿Por qué tanto interés en esta carrera?
Buena pregunta. Primero que nada, tengo varios amigos aquí. Además, el no poder lograrlo la pasada vez que estuve aquí también ha sido un aliciente más. Originalmente vine por el aniversario de esta carrera para dar una charla en la Universidad de Deusto. Esa era mi tarea principal, pero cuando llegué aquí y vi la carrera, de la que había escuchado toda mi vida, pensé: "¡Oh, quiero saber más sobre esto!". Es una carrera famosa en todo el mundo porque es antigua y lleva bastante tiempo celebrándose. Y entonces pensé que me gustaría venir más veces para vivirla en persona. Además, me sentí muy bien acogida por la bienvenida que me dio la gente. Por último, lógicamente también estoy aquí por la causa de las mujeres.
'La Maratoniana'
Está aquí para presentar la versión en castellano de su libro.
Estuve mucho tiempo pensando y escribiendo. Hubo momentos en los que intentaba escribir y, cuando me sentaba a hacerlo, me costaba mucho concentrarme y empezarlo. Pero como periodista, porque hay mucha gente que no sabe que yo estudié Periodismo, es muy difícil escribir un libro, tú lo sabrás (risas). Mi marido me dijo que el secreto para escribir un libro es pegarte al asiento y sentarte a trabajar. Es como prepararte una maratón, todos los días hay que entrenar, o escribir en este caso, para lograr el objetivo. No vale con hacerlo solo cuando tienes ganas, es mucho trabajo y tiene una gran dedicación. Si no escribes por ejemplo 1.000 palabras diarias, no puedes terminar el trabajo. Es una buena lección para que la gente la tenga en cuenta.
¿Qué le inspiró a escribir ese libro?
Mi historia se ha vuelto casi como un cuento de hadas, como un mito, y ha sido contada de muchas maneras. Por eso dije que tenía que contar mi historia de manera precisa, darle crédito a quienes me ayudaron a lograrlo y narrar cómo sucedió. Si no lo cuento con mi propia voz y desde mi experiencia, se pierde la verdadera historia.
En el segundo hablaré más sobre el esfuerzo de las mujeres y cómo el País Vasco ha tomado la iniciativa de apoyar a nuestro género.
¿Qué dice sobre Donostia y la Behobia?
No estoy seguro si en el libro lo menciono, pero sí tiene varias fotografías. El libro en realidad fue escrito en 2007, hace bastante tiempo, mucho antes de que yo viniera, unos diez años antes. Lo que estoy promocionando ahora es la versión en castellano, y como está actualizada, tiene fotos mías en esta carrera de años anteriores. Además, estoy trabajando en un segundo libro. Tengo que pegarme al asiento otra vez (risas). En el segundo hablaré más sobre el esfuerzo de las mujeres y cómo el País Vasco ha tomado la iniciativa de apoyar a nuestro género, lo cual es muy importante. En otros países del mundo no se está haciendo este esfuerzo. También es verdad que, por ejemplo, en Estados Unidos no ha sido muy necesario porque allí corren más mujeres que hombres, pero en Europa y en otros países esperaba que hicieran por la labor de ayudar e incitar a más mujeres. En el País Vasco, en cambio, decidieron hacerlo, y están haciendo un gran esfuerzo, lo cual es realmente importante. Me gusta la forma de pensar de la gente de aquí, son muy independientes.
La maratón de Boston de 1967
¿Por qué le atraían las maratones en una época en la que no era común ver a mujeres?
Es una historia larga, pero te la voy a resumir. Tenía 12 años y le dije a mi padre que quería ser animadora, y él me dijo que no. Me dijo: “Tú quieres que la gente te anime a ti, no que tú animes a otros. Deberías jugar hockey en tu escuela”. Yo le respondí que no sabía cómo hacerlo, y él me dijo que daba igual, que si corría dos kilómetros al día sería la mejor de todas. Yo le dije que no podía correr hasta Columbus (su antiguo colegio), pero él siempre me repetía que sí podía y lo tenía que hacer todos los días para lograrlo. Me animé a ello con su ayuda. Empecé a correr, pero me decía que fuese más despacio porque no se trata de ir rápido, se trata de terminar. Así que bajé el ritmo y poco a poco todo fue a mejor. En ese momento me enamoré de salir a correr. Me enamoré de la libertad y la fuerza que sentía, y cuando llegué a secundaria estaba fuerte (risas). Jugué al hockey y al baloncesto, pero fue correr esos dos kilómetros todos los días lo que me hizo sentirme bien. Así que cuando llegué a la Universidad, conocí a un entrenador que había sido maratoniano. En aquellos tiempos no había deportes para las mujeres, por lo que me cogió del brazo y me dijo: “Vamos a correr juntos”. Esos dos kilómetros se convirtieron en cinco, luego en diez, quince, veinte, y entonces le dije que quería correr una maratón. “Una mujer no puede hacer eso”, fue lo que me respondió. Pero yo estaba decidida de que podía hacerlo, aunque me dijese que 20 kilómetros no son lo mismo que 42. Un día, me propuso que si lograba correr los 42 kilómetros en un entrenamiento me llevaría a la Maratón de Boston. El resto es historia. Le demostré que podía, él se desmayó al final del entrenamiento, y descubrimos que las mujeres tienen un gran potencial en resistencia y aguante, más que los hombres. No tenemos el cuerpo, la velocidad o la fuerza de los hombres, pero tenemos resistencia, aguante y flexibilidad. Al fin y al cabo, nosotras damos a luz (risas).
Algunos medios escribieron que no había llegado porque no se lo podían creer, y eso fue lo peor que me había pasado en la vida.
Esa icónica imagen suya con la seguridad intentando echarla… ¿a día de hoy qué siente al verla?
Cuando miro esa foto sigo viendo a una chica joven. Fue mi primera gran carrera. Sólo tenía 20 años, así que estaba muy contenta de estar allí. Los hombres en general se portaron muy bien conmigo, pero el director de la carrera estaba furioso y pensó que le estaba gastando una broma. Quería quitarme el dorsal y estaba fuera de control. En ese momento yo estaba aterrorizada y avergonzada porque las cámaras estaban sacando muchas fotos. Yo era muy vergonzosa y no quería llorar, pero sentí las lágrimas. La gente de prensa me seguía gritando “¿Cuándo vas a renunciar? ¿Cuándo vas a dejarlo?”, pero yo tenía claro que iba a llegar a meta. “Estoy aquí. Puedo correr, puedo hacerlo”, les dije, y se marcharon. Cuando terminé la maratón todos se sorprendieron. Eso sí, algunos medios escribieron que no había llegado porque no se lo podían creer, y eso fue lo peor que me había pasado en la vida. Con el tiempo se convirtió en lo mejor, porque vi que las mujeres necesitaban una oportunidad y supe que otras mujeres estarían allí si lo permitiesen. Tenía esa oportunidad de dar a conocer mi historia, y no la desaproveché. Lideré el impulso para conseguir la maratón femenina en los Juegos Olímpicos. Hace tan solo unos días, en los Juegos de París, fui la que dio el pistoletazo de salida en la maratón femenina. Fue un reconocimiento muy grande para mí, y corrí la carrera popular a medianoche. Estar en el recorrido olímpico con todos los atletas fue simplemente fabuloso.
A veces las mujeres tenemos muchos miedos, por eso nosotras les decimos: "Vamos, dame la mano, seré tu amiga. Vamos a intentarlo".
¿Qué significa para usted el dorsal 261?
El número 261 es un ícono a nivel mundial. De hecho, lo tenemos registrado como marca en la Unión Europea y en Estados Unidos porque también representa a 261 Fearless, mi organización sin ánimo de lucro para ayudar a las mujeres a correr. Hemos creado ese proyecto con diferentes clubes para que mujeres de cualquier edad, a partir de los 18 años, puedan juntarse con otras mujeres, aprender a correr y hacer amigas sin competencia alguna, con el único objetivo de relajarse. Hablamos, compartimos historias, hacemos amigas. A veces las mujeres tenemos tanto miedo de salir de casa, decimos que somos demasiado mayores, que estamos muy gordas, que no podemos correr… por eso nosotras les decimos: "Vamos, dame la mano, seré tu amiga. Vamos a intentarlo", y siempre funciona. Ahora estamos en 13 países y se llama 261 Fearless porque el 261 me hizo quitarme de la cabeza todos los miedos que tenía. Desde hace años la gente me escribe a través de correos y mensajes en Facebook diciendo que el 261 les hacía sentir valientes, sin miedo. De hecho, algunas personas se escribían ese número antes de las carreras, y hoy en día hasta lo llevan tatuado. Me suelen llegar fotos de los tatuajes (risas).
¿Qué pasó tras aquella maratón de Boston?
Los periodistas estaban tan convencidos de que no iba a terminar la carrera que, cuando acabó la maratón de los hombres, todos se fueron adentro a escribir sus noticias. Ahí viene el problema, porque todos pusieron lo mismo: "Había una chica en la carrera, Kathrine Switzer, pero no ha llegado a meta". Pusieron eso porque tardé cuatro horas mientras que el ganador solo necesitó dos. Cuando pasó esto, estaba en una famosa escuela de periodismo porque quería ser periodista deportiva en la Universidad de Syracuse. Al día siguiente, The New York Times publicó en primera página que yo no había terminado la carrera. Entonces llamé por teléfono, muy educada, y le dije al periodista: “Hola, estudié Periodismo y el New York Times nunca comete errores. Pensé que deberían saber que sí terminé la carrera. Es importante que la gente sepa que realmente lo hice, y si pueden corregir la historia, lo agradecería”. Lo escuché teclear mientras hablábamos, y me hizo más preguntas. La conversación fue muy tranquila, parecíamos amigos de toda la vida. Eso fue un jueves, pues el domingo, ¡me dedicaron toda la primera página de deportes! Encontraron unas fotos realmente geniales, y me pregunté: “¿De dónde sacaron estas imágenes?” La historia quedó estupenda. Llamé al periodista y le dije: “No puedo creerlo, ¡es increíble!”, y él me respondió: “Es una de las historias más interesantes que he leído nunca”. Ese periodista se convirtió en mi amigo durante 40 años. Después de eso, en cada ocasión importante, me pedía una columna personal para The New York Times con mi firma.