Señoras y señores, bienvenidos a la Champions League. Con todos ustedes, nada más y nada menos que el Internazionale de Milán. Vigente subcampeón de Europa. Vencedor de tres ediciones de la competición, otras tres Europa League y dos Intercontinentales. Un auténtico coloso europeo. Pocos equipos más unidos que el último que le dio el título en 2010 en el Santiago Bernabéu, entrenado por Mourinho, gracias a los dos goles de Diego Milito. Otro de sus jugadores clave fue el meta brasileño Julio César, héroe de la inolvidable semifinal en la que resistieron con uno menos ante la máquina de Guardiola. “Mou me hizo sentir que era el mejor del mundo”, reconoce cuando repasa su carrera, además de contar una anécdota muy buena del portugués de cuando ganaron el Scudetto en 2009. El Inter estaba concentrado en su hotel a la espera de jugar el domingo contra el Siena. Si su perseguidor, el Milan, perdía ante Udinese esa noche, eran campeones, por lo que se reunió toda la plantilla para seguir el duelo delante de la televisión: “Cuando el Milan perdió, nos volvimos locos. Y dijimos de ir a la Piazza del Duomo. Pero cuando hablé con Zanetti y otros jugadores, me comentaron que Mourinho no quería ir. Prefería que descansáramos antes del partido contra el Siena. ¡No tenía sentido! Habíamos ganado el título. No teníamos más competiciones. Me di cuenta de que Mourinho quería romper un récord de la Serie A, así que me enfadé. Le dije a Zanetti: Tenemos que ir a la plaza. Nos lo merecemos. En ese momento Mourinho pasaba por ahí y gritó: Julio César, ¿por qué no vas solo? (le pega tanto decir eso). Grité: Todos quieren ir. Solo que tienen miedo de decírtelo, pero yo no. Mourinho se fue a su habitación. Yo no acepté esto y me fui a buscarle. Cuando entré a su habitación, estaba acostado en la cama y le dije: Mira, si no vas a la plaza, nunca volverás a ganar una liga. De repente, Mourinho se levantó y empezó a insultarme. No sé si le hice cambiar de opinión, pero pronto llegaron dos autobuses para llevarnos a la Piazza del Duomo. Y poco después estábamos cantando y celebrando la liga con la afición. Hubo un momento en el que yo estaba muy borracho, agarré a Mourinho por el cuello y le dije: ¡¿De verdad querías quedarte en el hotel?! ¿Ves esto? ¡Esto es para ti! Se rió. Luego volvimos al hotel a las 5 de la mañana, nos fuimos a la cama y le ganamos 3-0 al Siena”, desveló a The Players Tribune.
Da igual lo gigante que seas y lo acostumbrado que estés a ganar, siempre hay que celebrar los triunfos. Aunque seamos conscientes de la distancia que nos separa de ellos, el imperial Inter de Milán siempre ha estado asociado a la historia blanquiazul. “Fue el primer gran partido de la Real en Europa”, contaba Aperribay, que me preguntó si estuve en el campo. Una pena, solo tenía cuatro años. Pero me han contado tantas historias del encuentro y del ambiente que se vivió que es como si me hubiese apropiado el privilegio de haber disfrutado de una noche mágica en Atotxa (es la típica historia que cuando envejezca la contaré en primera persona). Algo que de verdad, para los más jóvenes, muchas veces no se puede describir con palabras. Jesús Mari Zamora era un hombre prudente y poco hablador cuando estaba en el cuerpo técnico y, sobre todo, en la directiva. No se me olvidará jamás en una concentración en Catalunya, durante un entrenamiento, sacar el tema de casualidad y pasarse más de media hora de monólogo con los ojos iluminados y por momentos enrabietados aún. “El mejor partido de la historia de Atotxa. Hoy en día hubiésemos acabado con ocho jugadores cada equipo. Fue violento. Les teníamos muchas ganas y se nos escaparon vivos”. El mito txuri-urdin, que sin el corsé del club es uno de los campeones que mejor te cuenta las cosas y con el que da gusto charlar de fútbol, nos reveló que “en el vestuario teníamos una ventanita pequeña por la que veíamos el campo, y una hora antes Atotxa ya estaba lleno y con un ambiente impresionante”. La explicación al caldo de cultivo tan ardiente es que en la ida, varias familias que viajaron en comuna a apoyar al equipo sin generar el más mínimo conflicto, recibieron un trato demencial y humillante por parte de la parroquia local, que incluso les lanzó bolsas con orina en el mismo campo (que ningún patoso aproveche este mal recuerdo para volver a meter la pata, porque dentro de tres meses, cuantos más vayan a arropar al equipo en la última jornada será mejor y queremos que viajen sin ningún tipo de miedo ni temor).
Fue una victoria épica. Una Real espectacular e insaciable, a la que todavía no conocía casi nadie en el continente, estuvo a punto de remontar un 3-0 a todo un gigante europeo y serio candidato al título. Contra el Inter sí que se puede decir que empezó todo porque fue en duelos así, a vida o muerte, donde se forjó el espíritu ganador del equipo txapeldun. A pesar del disgusto y la impotencia, Atotxa se rindió a sus gladiadores, pero esa noche cambió el ADN del club. Meses después, el mismo equipo de la imbatibilidad se quedó con la miel en los labios de levantar su primera Liga y, aunque recibió otro entrañable y caluroso homenaje por parte de su parroquia en la última jornada tras derrotar 3-0 al Atlético, ya no fue lo mismo. Porque el coliseo txuri-urdin ya sentía que podía vencer, el Inter le acabó de abrir los ojos. Y así fue como se festejaron los títulos de los dos años siguientes.
La Real tiene que ser ella misma. Seguir con el mismo plan que le ha traído hasta aquí. Sin complejos, esto es Anoeta y no me quiero imaginar las veces que irían al baño los ojeadores del Inter durante su increíble primera parte del Bernabéu. El equipo de Imanol está preparado para este tipo de batallas ante monstruos de varias cabezas. Y en Anoeta, con su afición encendida, hemos visto pasar a muchos de estos sin que los nuestros hayan hincado la rodilla.
El lunes, tras la derrota ante el Madrid y después de dormir poco, madrugué para llevar a mi hija a la guardería y me quedé impresionado y emocionado con la cantidad de niños que eligieron la txuri-urdin para ir al colegio. Era como una manifestación reivindicativa. Parecida a la que se vivió tras el 2-0 frente a los neroazzurri. Este sí que ya es un gran éxito de los de Imanol. El patrocinador de mi equipo de fútbol 7 es la empresa familiar de mis amigos Munilla, llamada Interalloys, y mi mujer, a quien le gusta mucho más la Real que el fútbol, suele decir con sorna que su marido “es futbolista, el capitán del Inter”. Hasta ahí llega la fama de nuestro ilustre visitante. Interistas, preguntad a vuestros veteranos, no os tenemos miedo. Realistas, ¿veis esto? Esto es para todos vosotros. ¡A por ellos! l