Tiene 48 años. Nació en Oiartzun en mayo de 1974. Pero el marcado acento francés de su castellano, fluido y más que correcto, denota que Ioritz Mendizabal pasa muy poco tiempo en casa. Su hogar, de hecho, se encuentra en Pau, cuyo hipódromo convirtió en 1991, siendo un adolescente, en centro de operaciones para terminar erigiéndose en uno de los mejores jinetes en la historia del turf galo. Así lo acredita su cifra de victorias allí, tres mil desde el pasado jueves 19 y 3.002 en el cómputo actualizado, con las pruebas celebradas a partir de entonces. Si Antoine Griezmann dijo en su día que quería “sentarse en la mesa” de Leo Messi y Cristiano Ronaldo, puede decirse que el jockey guipuzcoano ha logrado tal propósito en el mundo de las carreras de caballos. 

Solo el mítico y ya retirado Yves Saint-Martin (3.314 triunfos) y el belga Christophe Soumilon (más de 3.700), este aún en activo, superan las cifras de Mendizabal, cuya relación con el turf, como la de cualquier aficionado local, comenzó en el hipódromo de Donostia. Sus padres le llevaban todos los domingos y generaron en él “un sueño”, convertirse en jockey, que resultaba coherente con su fisonomía (mide 1,69 y pesa en torno a 54 kilos). A los once años comenzó a entrenarse en la hípica Audele, en Oiartzun. Dos después, en una mañana que marcaría su vida, Sergio Vidal se lo llevó a Zubieta a probarle sobre caballos de carreras. A partir de entonces ya no hubo marcha atrás, hasta el punto de que la vocación de Ioritz propició en casa un dilema familiar.

Tenía catorce años. Había terminado octavo de EGB. E iniciar una carrera como jinete al sur de los Pirineos le exigía ya aparcar los estudios. Siendo su madre profesora, tal opción no resultaba viable. Así que la solución estuvo a 150 kilómetros, en Mont-de-Marsan, donde existe un centro especializado (Afasec) en compaginar el aprendizaje de la monta con el colegio. Mendizabal se marchó allí sin saber francés. Tres décadas y media después, puede decirse que aún no ha vuelto. Buena señal. Las cosas le han salido fantásticamente bien.

Pasión por los caballos

Ahí queda la cifra de victorias obtenidas por Ioritz en el circuito galo. Y destacan también en su nutrido palmarés las cuatro ediciones de la Cravache d’ Or (la estadística anual francesa de jockeys) que se ha adjudicado. Suma además un buen puñado de triunfos en carreras de Grupo 1 (máxima categoría)... Aunque le faltan aún un Arco del Triunfo y una Copa de Oro, otros dos “sueños” adicionales al que ya cumplió en su día convirtiéndose en jinete. Sea como sea, el balance de su trayectoria habla del merecido premio a una pasión, la de Mendizabal por los caballos, que se mantiene intacta. Y la prueba de ello reside en la agenda diaria del oiartzuarra. Un día estándar consiste para él en levantarse a las cinco en Pau, entrenar caballos en el hipódromo, tomar un vuelo a París a las nueve, competir en la capital gala, coger un avión de regreso a las ocho y media, y entrar en casa pasadas las diez. Con mujer e hija. “La vida del jockey avanza a 200 por hora”.

En una entrevista concedida a NOTICIAS DE GIPUZKOA en diciembre de 2010, Mendizabal calculaba haber disputado hasta la fecha unas 17.000 carreras. Y aseguraba recordarlas todas, a nada que le dijeran “el nombre del caballo” o le mostraran “una foto de la prueba o de la chaquetilla”. Solo con semejante espíritu puede entenderse una trayectoria basada en la constancia y cuyo goteo de triunfos no detiene la consecución de números redondos. El tres mil lo logró el jueves 19 con Sir Sparkalot. El 3.001, el lunes con Dailymotion. El 3.002, el miércoles con Simply Southern. Y el primero, en 1990 con Ninive la Douce. Todos estos nombres figuran en la memoria de Ioritz, oiartzuarra anónimo en Gipuzkoa y toda una eminencia en el país vecino. 

"YO ELEGÍ ESTA VIDA; NO ME ARREPIENTO DE NADA"

Tras conseguir su triunfo tres mil en el circuito francés, Ioritz Mendizabal concedió una entrevista en profundidad a Equidia, el canal de televisión que emite las carreras en el país galo. El oiartzuarra, un jinete con una memoria prodigiosa respecto a todas sus vivencias pasadas, sorprendió al asegurar que no sabía encontrarse tan cerca de tal cifra de victorias. “Me he enterado por vosotros, por la prensa”, indicó, antes de justificarse en cierto modo. “Este mundillo cambia constantemente. Y, como sucede en otros sectores, si no te adaptas estás muerto. Yo solo me centro en lo que hago ahora, en el presente, y no en el pasado ni en el futuro”.

El jinete guipuzcoano, así, no mira a su próxima retirada, pese a tener ya 48 años. Hace gala de una longevidad como jockey que no sabe explicar, pero en cuya base sitúa la educación que le dieron sus padres. Ahora es él quien ha formado una familia, aunque no puede disfrutar mucho de la misma. “Lo que hago, lo hago a fondo. Montar me exige mucho. Pero cuando puedo pasar un tiempo en casa, estoy al 100% para mis chicas”, precisó durante la citada entrevista, en la que dijo no arrepentirse “de nada”. “He tomado muchas decisiones, unas buenas y otras malas. Pero yo elegí esta vida y estoy contento de poder tenerla”.

Mendizabal se expresó en términos menos personales y más competitivos a la hora de analizar su trayectoria. “Uno nunca piensa en poder alcanzar cifras como la de las tres mil victorias. En un principio, parecen inaccesibles. Al empezar tu carrera te centras en ganar carreras. Y luego pasas a intentar llevarte grandes premios en París”, indicó el jinete guipuzcoano, quien no dudó un instante a la hora de citar el gran éxito que le falta. “Conseguir un Arco del Triunfo”. Lograrlo pasaría por insistir en un trabajo que Mendizabal elevó a la categoría de colectivo. “Los propietarios, los preparadores, el equipo de los entrenamientos matinales... Entre todos elaboran una receta. Y luego el jockey le pone la guinda, si le toca sentarse sobre el caballo bueno”.

A la espera de esa anhelada victoria en Longchamp, Ioritz citó como hito en su carrera “el Jockey Club con St Mark’s Basilica”, en 2021. “A 400 metros del poste todavía tenía que temporizar al caballo, porque veía que iba con un gas tremendo. Andaba facilísimo, y en cuanto le lancé se marchó a por la victoria. Uno se hace jockey para vivir sensaciones como aquellas”.