PAU.Tiene 36 años y es de Oiartzun, aunque confiesa con pena que ha perdido todo contacto con sus viejos amigos del pueblo. ¿La razón? Cuando pasa por casa, muy de vez en cuando, dedica enteramente a su familia el poco tiempo que tiene. ¿A qué se dedica entonces? A montar a caballo, y a competir en más de mil carreras al año en los hipódromos franceses. En 2010 ha ganado un total de 171, lo que le ha permitido ganar su cuarta estadística de jinetes en el país galo. Ioritz Mendizabal recibió el pasado lunes a NOTICIAS DE GIPUZKOA en Pau, donde tiene fijada su residencia.
Esta es su cuarta 'Cravache d'Or', la tercera consecutiva. Lograrla es como, en términos futbolísticos, ganar una de las mejores ligas del mundo... Es ganar la estadística de jinetes; soy el que más triunfos tiene en el año en Francia. Luego hay opiniones. Habrá gente que diga que la estadística francesa es mejor o peor que otra, pero yo creo que es una de las que más importancia tiene en el mundo. Para mí, las más complicadas son la francesa, la inglesa y la de Estados Unidos.
Siguiendo con el símil futbolístico, usted ha logrado el título ganando en campos difíciles (carreras de mucho nivel), y en estadios más modestos (pruebas de baja dotación). ¿Monta en todas igual? Claro. Al propietario que me llama para montar su caballo, le da igual que el fin de semana anterior haya ganado una carrera de grupo. A él lo que le importa es la carrera actual, aunque sea pequeña. Ese propietario ha venido con toda la familia al hipódromo, a disfrutar, y está nervioso. Para él, su carrera es equiparable a la Copa de Oro o al Arco del Triunfo.
¿Cómo es un día normal para Ioritz Mendizabal? En verano me levanto mucho más temprano que en invierno, porque, como hace calor, hay que entrenar antes a los caballos. Más o menos, me puedo levantar a las cinco de la mañana, para empezar a entrenar hacia las seis. Después vuelvo a casa, me ducho, me afeito y cojo el coche o el avión para ir a las carreras. Si hay reunión en París, por ejemplo, suelo coger el avión de las nueve y diez. En el aeropuerto de allí tengo un coche. Así que, en cuanto aterrizo, ya voy hacia el hipódromo.
Las carreras terminan hacia las seis... Eso es. Para volver a Pau, suelo coger el avión de las 20.40 horas. Cuando llego a casa, son las diez y media. Prácticamente, regreso solo para dormir y para entrenar al día siguiente. Si me quedo en París, es porque hay carreras allí dos días consecutivos, o porque al día siguiente monto, por ejemplo, en Marsella, y voy a volar directamente.
Su temporada tiene más o menos once meses. Durante ellos, ¿cuántos días compite a la semana? Una media de seis. Muchas veces los siete. En cada una de las reuniones, monto en cuatro o cinco carreras. Eso da un total de más o menos 1.200 carreras montadas al año.
Esto generará cierta amistad entre los jinetes, ¿no? No te creas. Es difícil. Si un jinete me dice que es muy amigo de otro, yo no le creo. Eso es hipocresía. Porque la rivalidad ahí está. En los cajones de salida, uno lo que quiere a todo costa es terminar delante de los que tiene al lado. Yo estoy en este mundo para ganar carreras, no para hacer amigos. Porque, si en una carrera tengo que hacerle una putada al de al lado para ganar, se la voy a hacer.
¿La báscula es un enemigo más para un jinete? A mí no me cuesta mucho mantener el peso. Ahí tengo suerte, porque mi mujer come lo mismo que yo, y eso lo hace todo mucho más fácil (risas). Mira, a mí no me importa no comer un plato. Comer solo, por ejemplo, dos tomates. Eso sí, mi comida siempre tiene que acabar con un té y unas onzas de chocolate negro, que casi no engorda. Mido 1,69 y peso 53,5 kilos. Ese es el mínimo que suelo alcanzar. Porque para pesar menos, hay que meter horas en la sauna, y hace cinco años que no voy. Desde entonces, todo es mucho más fácil.
¿Por qué? El cuerpo es como una esponja. Si está seco, almacena lo que le das. Mira, igual la noche anterior a las carreras solo bebía agua. La mañana siguiente iba a la sauna, y perdía un kilo. De agua, claro. Puede decirse que competía un poco desnutrido, aunque uno se va acostumbrando. Lo que pasaba es que el cuerpo, en ese estado, guardaba lo poquísimo que le daba, no lo eliminaba. Solo por esto, engordaba medio kilo. Y luego, cuando me hidrataba tras las carreras, recuperaba el litro de agua perdido en la sauna. El cálculo es sencillo. Perdía peso para montar, pero a la larga engordaba. Por eso, mantenerme en un peso requería mucho más esfuerzo.
¿Qué me dice de las caídas? En una carrera, la caída en sí no es muy peligrosa. El riesgo está en caer y que te pisen los caballos que vienen por detrás. En 2005, en Toulouse, tuve un accidente serio: me rompí la clavícula izquierda, las siete costillas y se me desgarró un pulmón. Y no fue la caída, sino esos caballos que venían detrás, que me pisaron.
¿Ya sabía que esta profesión era tan dura cuando se inició en ella? Mis padres me solían llevar al hipódromo de Lasarte, y mi sueño siempre fue ser jockey. A los once años, empecé a entrenarme en la hípica Audele, en Oiartzun, al lado de casa. Unos dos años más tarde, Sergio Vidal, entonces jinete, me llevó una mañana al hipódromo a montar. Era casi como mi ídolo, y me hizo mucha ilusión. Recuerdo que fuimos en su coche, que era más feo que feo. Un Peugeot de esos que parecía un tanque (risas).
Cuando tenía 14 años se le presentó un auténtico dilema... En España no existe ninguna estructura para que un joven se inicie en el mundo del hipódromo sin dejar la escuela, dos cosas que en Francia sí se pueden compaginar. Mi madre es profesora; imagínate... Era imposible que me dejara abandonar los estudios. Así que me vine a Francia. Con 14 años, me vine a Mont de Marsan y empecé en Afasec, un centro que combina la monta con el colegio. Sabía muy poco francés. Solo algo que aprendí en la ikastola, en 8º de EGB.
Una aventura que ha tenido final feliz, ¿no? Nunca estaré lo suficientemente agradecido a mis padres por haberme ayudado. No es fácil dejar que tu hijo se vaya con 14 años a un país cuyo idioma no domina. Era 1988, y hasta 1991 estuve en Dax con Michel Laborde. Entonces me vine a Pau, ya con Jean Claude Rouget con quien trabaja actualmente. Empecé muy bien, hasta que me llegó el lógico bache con la pérdida del descargo.
Explíqueme qué es eso del descargo. Cuando eres aprendiz y compites en carreras, con jinetes profesionales, te beneficias de tu situación montando con un peso menor al que indica la escala. Si un caballo tiene que ir con 56 kilos y lo montas tú, lo puedes hacer, por ejemplo, con 54,5. Eso, hasta que alcanzas las 70 victorias. A partir de entonces, ya eres uno más, y cuesta mucho ganar las primeras carreras.
¿Cómo superó el bache? Me ayudó mucho el tener que volver a casa para hacer la mili, en la Yeguada de Lore-Toki, hacia 1994. En aquel periodo, monté algunas carreras en La Zarzuela, en Madrid, para la propia Yeguada. No gané, pero completé alguna buena actuación, la gente de allí me vio, se fijó en mí y la cosa fue a mejor. Al terminar la Mili, volví a Pau, pero empecé a montar para preparadores españoles que venían con sus caballos al sudoeste francés: Pau, Dax, Toulouse... Y también solía ir a Lasarte. Las victorias empezaron a llegar, y hasta hoy.
Su triunfo más importante lo logró en verano de 2008, en Chicago, con 'Spirit One'. Ganó la Arlington Million, un Grupo 1. Ir hasta allí y ganar a todos esos buenos caballos que viajaron desde Europa fue algo mítico. Es una pena que no lo pudiera disfrutar como la ocasión merecía. En menos de 24 horas tenía que montar en Francia, en La Teste, y para llegar a tiempo tuve que coger tres aviones. No me pude ni duchar.
También tendrá un grato recuerdo de su primera victoria. ¿La recuerda? Claro, en 1990, con una yegua llamada Ninive la Douce, en un hipódromo pequeñísimo, en Gemozac. Mira, yo me acuerdo de todas las carreras en que he montado, y de cómo transcurrió la prueba. Si veo la chaquetilla, si me dicen el nombre del caballo... Enseguida me viene el recuerdo.
¿El recuerdo de todas las carreras? Sí, de todas. Si veo una foto, o al caballo, te puedo contar cómo ha sido la carrera.
¿De cuántas pruebas estamos hablando? Son mil al año durante la última década. Y antes, unas 700... Empecé a montar asiduamente en 1991.
Entonces, estamos hablando de unas 17.000 carreras. Sí, por lo menos.
¿Y se puede acordar de todas? Sí (contundente).