Luis Llopis es el primero en llegar a la cita. Lo hace con una sonrisa en la boca. Lo habitual en él. Media hora más tarde lo hace su hijo Iñigo. Lo hace con un look nuevo tras su paso por una peluquería de sobra conocida para los jugadores de la Real, la que regenta Bilal en Hernani. También lleva consigo una pequeña mochila en la que guarda las tres medallas que se ha colgado al cuello en el reciente Mundial de natación adaptada que se ha disputado en Madeira. Su aita también trae su presea, en recuerdo de una jornada inolvidable como lo fue la consecución de la Champions League ante el Liverpool.

Ninguno de los dos olvidará fácilmente este 2022. “Ha sido un año importante para la familia”, declara el patriarca. “De mucho trabajo, pero que ha tenido su recompensa”, añade el actual entrenador de porteros del Real Madrid, que incluye en esta cuenta reciente de éxitos la conquista de la Copa del Rey con la Real Sociedad. “Supuso una alegría inmensa, aunque siempre me quedará esa pena de no poder celebrarla junto a los aficionados”, se sincera. “Estamos muy contentos y muy satisfechos; y yo, en especial, por ser el aita de Iñigo”, aclara. No lo es para menos. El suyo es un ejemplo de superación. Y para muestra un botón. “Yo tenía un partido de Copa en Pamplona”, recuerda Llopis. “Mi hijo, que no tenía ni diez años, llamó a Caparrós y a mí nadie me había dicho nada. Jugaba de portero. Una vez terminado el choque, el míster me dice: He hablado con Iñigo y me ha dicho que le han pasado dos cosas. Una, que en el entrenamiento se ha roto el fémur de la pierna mala, y la otra, que no ha sido gol Estaba en el hospital en esa llamada”, rememora. “Nik arrautzak ditut, baina honek...”, esgrime Llopis señalando a su hijo. “Eso habla de su carácter”, subraya.

Una anécdota que lleva intrínseca otra, tal y como comunica Iñigo: “En la parada aquella se me cayeron dos amigos encima de mi pierna y, al principio, cada uno echaba la culpa al otro, y cuando empecé a nadar y fui a los Juegos, cada uno quería apropiarse de esa acción para llevarse el mérito”, sostiene entre risas.

Centrado en sus éxitos recientes, Iñigo Llopis, que nació con una malformación en una de sus piernas (el fémur de su pierna derecha es más corto) y con su brazo derecho también más pequeño, “sí esperaba” colgarse la medalla de plata en los 100 metros espalda. “En los dos relevos, al ser mixtos, era la ilusión de todos poder pelear por las medallas”, reconoce. “Estamos súper contentos por cómo hemos nadado. Hemos disfrutado mucho todo el equipo”, ensalza el donostiarra tras las medallas en el 4x100 metros estilos y en el 4x100 metros libres con 34 puntos. “La natación es un deporte más solitario y poder compartir con los compañeros esa alegría es bonito. Eres tú el que te tiras a nadar, pero tienes a todos por detrás empujándote”, apunta. Cada competición en el caso de Iñigo es un éxito asegurado. “¿Cómo se consigue? Entrenando mucho, dedicándome a nadar y a entrenar para poder llegar de la mejor manera posible al campeonato”, precisa.

Luis, en cambio, tiene otra explicación: “Iñigo tiene mucha pasión, corazón y raza”. Llevándolo al terreno deportivo, “marca muy bien los objetivos. Los planifica de una manera brillante junto a su entrenador, Isaac Pousada. Va a full como suele decir él y en ese a full está la constancia, la entrega y la autodisciplina que él tiene”. Además del talento, Luis Llopis destaca “la confianza que tiene en él mismo”. Considera que “va cumpliendo esos objetivos gracias a su trabajo, no solo al que se ve en la piscina, sino en la alimentación, en el descanso, no poder salir con los amigos, no poder estar donde a veces le gustaría estar porque realmente se comporta como un profesional por esa autodisciplina que él mismo se impone”. También resalta el hecho de que su hijo sea “muy emocional, disfrutando de cada momento, no solo dentro del agua”.

“Me encanta entrenar”, reconoce al respecto uno de los protagonistas de esta historia. Más que al talento, Iñigo cree que los éxitos han llegado gracias al sacrificio. “No creo que tenga mucha clase para nadar. Soy más de trabajar. Más que un nadador de talento, de tener mucha clase a la hora de nadar, soy más de trabajar y de darlo todo”, asegura el nadador donostiarra, cuyos inicios en el agua no hacían presagiar nada bueno. “De hecho, empecé como rehabilitación para la fractura que tuve en la pierna afectada. Iba a entrenar y en casa decía que no quería competir”. Pero todo cambió a raíz del primer campeonato: “Probé y le cogí el gusto”, reconoce. “Siempre me ha gustado competir. Le cogí el gustillo, seguí y hasta ahora”, declara Iñigo Llopis, que ha tenido como referencia a otro campeonísimo como es Richard Oribe. “Él ha ido a muchos Juegos Paralímpicos. Cuando vas logrando cosas, lo vas viendo cada vez más cerca. Siempre fue una ilusión la de ir a unos Juegos sin pensar nunca en conseguir medallas, pero cuando te ves cerca, empiezas a soñar más alto”. Sus sueños pasan por “seguir, no a nivel de éxitos, sino seguir disfrutando. Poder disfrutar, poder competir con los mejores del mundo es lo más gratificante”, se sincera Iñigo, que también ha tenido en su aita “a un gran referente”. “Siempre lo ha sido, desde pequeño. Y no solo en lo familiar, en lo deportivo he podido vivir con él y conocer el deporte de alto nivel, en este caso el fútbol. He conocido el alto rendimiento, la competición, todos los entrenamientos, momentos en los que consigues éxitos, momentos en los que no salen las cosas... Ha sido, sin pensar en ello, un ejemplo para mí”, deja claro.

“Iñigo, de su discapacidad, ha hecho un ejemplo para todos”, ensalza Luis. Y se explica: “A diferencia de nosotros, para levantarse y para dar el primer paso, se tiene que poner una prótesis. Lo que le engrandece es que lo hace de una manera muy natural”, puntualiza. “Siempre he intentado hacer lo que me ha gustado, siempre he sido muy competitivo, aunque con la discapacidad te tenías que amoldar un poco, hacerlo de otra manera, aunque fueses un poco más lento. Había que encontrar una manera en la que hacerlo, pero siempre desde la naturalidad. Tampoco le daba vueltas”, asegura.

“Nos apasiona lo que hacemos”

Luis Llopis no habla de sacrificio para explicar una carrera, la suya, llena de éxitos: “Igual que a Iñigo, me apasiona lo que hacemos. Para mí, es un regalo poder dedicarme al fútbol. Poder dedicarme desde la perspectiva del portero a lo que es el entrenamiento del juego en general me parece un regalo”. Su intención no ha sido otra que “tratar de mejorar uno mismo para mejorar el juego del portero y el juego del equipo. Esa siempre ha sido mi gran pelea, pero nunca pensando dónde iba a estar”, quiere dejar claro. Se muestra “contento” por lo que ha logrado, “siempre disfrutando sin mirar cuántas horas trabajas porque lo haces de corazón y con ilusión”. Es más, “tengo la misma de cuando estaba en el Hernani o más”. Pero no se conforma porque es de la opinión de que “el portero todavía va a ser más importante en el juego”. Pese a sus múltiples éxitos, “no me paro a pensar porque hay que seguir mejorando” . Incluso, Thibaut Courtois, para muchos el mejor portero del mundo en estos momentos.

“No miro eso. Es muy abstracto decir eso de que alguien es el mejor del mundo”, sostiene. Eso sí, los elogios hacia el internacional belga son muchos: “Es un grandísimo portero, que nos ha dado grandes alegrías, que ha rayado a un nivel muy alto, pero desde la constancia y desde el trabajo”.

“Ha mejorado mucho en la implicación en el juego colectivo, mucho en la fase de inicio, también hemos trabajado en lo que son aspectos defensivos específicos en portería. Por su estructura física, también hemos trabajado la situación del tren inferior para saber diferenciar las distancias en el uno contra uno. Todo eso le ha llevado este año a tener un éxito total, lo hemos compartido juntos y nos hemos beneficiado de su rendimiento todo el equipo”, analiza. Destaca “sus ganas de seguir mejorando pese al estatus que tiene”. Se quita méritos: “Solo intento ponerle las herramientas para mejorar”.