ace aproximadamente 50 años que se produjo un boom de la caza con arco en el Estado español aunque, lejos de decrecer, el número de personas que practican esta modalidad cinegética aumenta poco a poco y crece la cifra de cazadores que optan por compaginar el arco y la escopeta. Gran parte de quienes se decantan por esta exigente disciplina “venimos de la pólvora”, como reconoce el instructor Jon Olabarrieta.

Tanto el arquero vizcaino como el alavés Aitor Martínez son practicantes de la caza con arco desde hace años y, aunque a ambos les viene de familia la práctica cinegética con escopeta, los dos muestran una mayor predilección hacia una de las formas de caza más ancestrales. Pero sobre todo prevalece la máxima que les inculcaron sus padres y abuelos cuando hicieron sus primeras incursiones cinegéticas de que “lo que matas te lo comes”, tal y como apunta Olabarrieta.

La incesante evolución en la que están inmersos los constructores de arcos hace que los actuales tengan poco que ver con los que dibujaba el hombre prehistórico en las cavernas, y aunque todavía hay quien opta por los tradicionales, como el recto o el recurvado, la gran mayoría de quienes practican esta modalidad se decantan por el compuesto o de poleas.

La aparición de estos últimos supuso un enorme impulso a la caza con arco, ya que los primeros son, “básicamente una cuerda y un palo, aunque los materiales que se utilizan hoy en día, con supermaderas, carbono, fibras de vidrio… ofrecen unos rendimientos espectaculares”, sostiene Olabarrieta. Los segundos, en cambio, son auténticas “máquinas de tirar flechas porque son una maravilla técnica y de precisión, con sus puntos de mira, sus diópteros de apuntar y en el 99,9% de los casos se utiliza un disparador o gatillo de precisión”.

Aunque las ventajas que ofrecen los arcos mecánicos facilitan la acción cinegética como tal, Martínez reconoce cierta debilidad por los tradicionales en los que el disparo es instintivo. “Mi idea original fue cazar con el arco de poleas pero el primero que tuve fue uno tradicional; sin embargo, este exige un nivel de preparación que ahora mismo no puedo mantener por lo que he decidido volver a utilizar el de poleas”.

Una de las ventajas que tiene la utilización del arco para la caza queda de manifiesto en el hecho de que “la Diputación de Bizkaia nos asigna para realizar batidas para controlar las poblaciones de jabalís y de corzos en sitios o situaciones que son conflictivos para la utilización de armas de fuego, porque están cerca de núcleos habitados o por razones de otro tipo”, señala Olabarrieta. Estas batidas tienen el objetivo de intentar paliar los daños que esas especies provocan en las zonas cultivadas por los baserritarras.

Alrededor de un centenar de cazadores que cuentan con la correspondiente autorización forman parte del grupo que participa en este tipo de batidas en Bizkaia, “en función de la disponibilidad que tenga cada uno”.

La situación es sensiblemente diferente en Araba, donde “la gestión de la caza se realiza a través de los cotos y en ellos son, los propios socios, quienes deciden qué y cómo se caza. Es decir, que la gestión de la caza corresponde a la Diputación, pero la específica del arco la decide cada acotado”.

El jabalí y el corzo son las principales piezas que abate Martínez, quien reconoce que fuera de Euskadi también se pueden cazar ciervos, muflones o rebecos, y asegura que ha tenido la oportunidad de practicar la caza menor con arco en La Rioja o en Nafarroa, debido a los problemas de superpoblación de conejos.

Para poder practicar la caza con arco es necesario obtener previamente la correspondiente licencia deportiva que habilita para la práctica cinegética, por lo que es necesario aprobar el examen que convoca el Gobierno Vasco. Además, cada comunidad autónoma e incluso cada territorio exige diferentes requisitos y, en el caso de Euskadi, las federaciones provinciales organizan cursos de formación que están avalados por las diputaciones.

Aunque Martínez asegura que “la caza con arco resulta bastante sencilla” y que con una buena labor de asesoramiento es posible “incrementar la precisión en poco tiempo en una distancia cómoda de unos 20 o 30 metros”, reconoce al mismo tiempo que “también es algo complejo porque los arcos de poleas, por ejemplo, llevan bastantes más elementos de los que pueda parecer. Sin embargo, al final es el campo el que nos coloca a cada uno en nuestro sitio”.

El arco ofrece la posibilidad de realizar batidas en núcleos urbanos habitados donde no se permite el uso de armas de fuego