donostia - Con casi 4.000 socios, es el club de montaña más grande de Euskal Herria. Elorza tomó hace un año el relevo a Txema Garai, con quien compartió labores en la directiva. Aficionado a la escalada, Elorza cultiva también la escritura y la pintura. De hecho, dos de sus cuentos de montaña han sido premiados este año en el Concurso Cuentamontes de Elda-Petrer (Alicante).

En el último número de 'Errimaia', la revista del Club Vasco de Camping (CVC), asegura que ahora que se lleva tanto el profesionalismo, clubes como el CVC, que se basan en el voluntariado, parecen un anacronismo.

-Al principio la montaña no era un deporte de masas. Sin embargo, hoy casi lo calificaría de deporte de masas, lo que no me parece mal porque hablamos de deporte. Es un deporte participativo, que implica a gentes de todas las edades y que cumple una función social. Entendido el deporte como salud o beneficio para el ciudadano. Eso conlleva que haya una gran demanda, muchas veces por parte de gente que no tiene tiempo para hacer el recorrido que en su día hacíamos nosotros cuando empezábamos. Ibas con alguien que sabía más que tú, aprendías, hacías un cursillo y poco a poco te formabas. Eso hace que hoy haya una oferta profesional. Y lo que antes se hacía de manera voluntaria, hoy se hace de manera profesional. Que está muy bien, pero hace que nos movamos en un panorama en el que hay muchos profesionales y nosotros seguimos siendo una organización basada en el voluntariado. Pero eso son los clubes. Da la impresión de que el club de montaña es un modelo que está en decadencia y, de hecho, hay muchos clubes pequeños que tienen problemas de supervivencia, pero el CVC tiene muchas actividades.

No hay más que leer la revista para comprobar que los socios son muy, muy activos.

-La revista Errimaia es una de las joyas del club y en todos los números siempre se quedan artículos que no entran. Los socios sienten la revista como suya y hay un equipo de redacción que trabaja muy bien.

Los socios viajan por todo el mundo.

-Hoy, además, todo está a mano. Nos cuentan sus experiencias por montañas de todo el mundo.

Son 4.000 socios.

-En este momento, exactamente, 3.815.

Es el club más grande de Euskal Herria.

-Sí. Tenemos esos casi 4.000 socios, y cerca de 2.000 de ellos están federados.

¿Qué cuesta ser socio?

-Es muy barato. 60 euros la inscripción la primera vez y luego hay una cuota anual de 40 euros al año en dos cuotas semestrales de 20 euros.

¿Qué te reporta ser socio?

-El aspecto más importante es que te permite entrar en contacto con gente que tienen tus mismas inquietudes. Puedes compartir conocimiento. Hablamos de la montaña, un medio hostil que requiere un conocimiento. Ser socio de un club te permite conocer a gente que sabe más que tú de algo y transmitir lo que tú sepas. El que sabe fotografía, enseña fotografía; el que sabe esquiar, enseña a esquiar? En el club es habitual que unos socios se pongan en contacto con otros para compartir conocimiento. Te da también la opción de federarte. Si quieres federarte, tienes que ser socio de un club. En el CVC además tenemos la revista Errimaia, de la que publicamos dos ejemplares al año, tenemos una sala para proyecciones de los socios o para personajes de interés que pueden proponer los socios o para charlas sobre urgencias en montaña, responsabilidad civil en la montaña, etc? Tenemos préstamo de libros, mapas y guías. Tenemos también diez secciones que te permiten hacer diferentes actividades: esquí, mountain bike, senderismo, etc. Y otra de nuestras joyas es Bortiri, nuestra casa en Ustarroz (Navarra), donde tenemos un albergue desde los años 70 que hemos remodelado y ampliado. Son unas instalaciones estupendas y modernas donde nuestros socios y sus acompañantes se pueden alojar para disfrutar del valle del Roncal.

Tienen diez secciones. Se han tenido que ir adaptando a la propia evolución del montañismo.

-El mountain bike o la marcha nórdica, por ejemplo, son relativamente modernas. Otras secciones como la de espeleología han desaparecido aunque estaríamos dispuestos a retomarla si hay gente dispuesta a llevar la sección. Las secciones tienen sentido si hay socios que quieren hacer una actividad.

Antes lo clásico para un club de montaña era organizar una salida cada domingo. ¿Se está perdiendo?

-En otros clubes sí, en el nuestro no. Tenemos cerca de 90 actividades programadas y muchas son salidas de montaña. Es un problema de masa crítica. Si tienes un club de 150 socios, no llenas un autobús, pero en uno de 4.000 no es difícil sacar un autobús cada domingo. El modelo que usamos de organización es el de la autogestión. Todas las salidas programadas se hacen a propuesta de los socios. A veces también recurirmos a guías profesionales para algunas salidas.

¿A los jóvenes les tiran las salidas al monte?

-A los jóvenes les interesan las actividades más técnicas. El grueso de la sección de escalada es gente joven. En esquí de fondo, también. En la sección de carreras de montaña hay socios de 30-40 años. Para la sociología del club es gente joven. Intentamos promocionar la actividad del club entre los jóvenes.

Tienen también una sección infantil.

-Que funciona muy bien y es muy potente. Hay veces que organizas salidas y hay que hacer un sorteo entre los chavales porque hay más demanda que oferta. Pero hay una franja de edad (16-17 años) en la que los perdemos. Luego los recuperas. Nos interesa trabajar ahí. Los chavales con 18 años se van al monte en coche con sus amigos pero, si quieren realizar actividades más técnica, necesitan el conocimiento de otros. Hace años relanzamos la sección de escalada, que ha estado muy dispersa. Se hacía una actividad muy grande de equipamiento y mantenimiento de las escuelas de escalada, se ha hecho muchísimo trabajo. Sabías que la gente escalaba pero le hemos dado más vida. En estos momentos tenemos un grupo de jóvenes, Vascalatzaileak, que hacen actividades. Además, desde hace un mes tenemos un acuerdo con el rocódromo The Factory Boulder de Donostia. El año pasado organizaron la primera edición de su campeonato popular de boulder y este año hemos entrado nosotros. El 28 de marzo es la primera vez que vamos a hacer una competición de escalada popular y abierta. Y tenemos pensando en verano, junto a la sección infantil, hacer cursillos de escalada.

¿Tienen en cartera más proyectos?

-Queremos hacer un concurso de cuentos organizado por Errimaia. La idea es hacer un concurso como el que había en su día en la revista Pyrenaica. Desde el verano a octubre recogeríamos los trabajos, en noviembre el jurado se encargaría de leerlos y en diciembre daríamos el premio coincidiendo con la fiesta que hace en el club en Santo Tomás, una fecha en la que cerramos el año y hacemos también un homenaje a los socios cincuentenarios. El concurso no tiene aún forma pero será un certamen de cuentos en euskera y castellano con la idea de publicar los trabajos ganadores en Errimaia y, si tenemos un número suficiente de trabajos, poder hacer una publicación monográfica. También haremos este año el encuentro de escaladores de Santa Bárbara, en Hernani, que hacemos cada cinco años. Y que es una fiesta. Y también haremos este año por el 70 aniversario la excursión Donostia-Arantzazu en mayo. Vamos a hacerla en tres modalidades: una en dos etapas, otra de tirón y una tercera corriendo con la idea de juntarnos todos en Arantzazu.

Ustedes se patean el monte. ¿Ven que cada vez hay más gente que practica montañismo?

-Sin duda. Hay más gente en el monte en todo tipo de actividades. Antes el esquí de montaña era una rareza y ahora en mayo vas al glaciar del Aneto y está todo el mundo concentrado allí. Hacer una ruta como la GR antes era algo excepcional y ahora es algo habitual. Se ha popularizado mucho. Qué decir de la escalada. Vas a Santa Bárbara cualquier tarde de primavera y casi tienes que hacer cola para hacer una vía. Tiene su lectura positiva porque es estupendo que la gente emplee su ocio para una actividad saludable y enriquecedora, y tiene su lado negativo por la masificación, lo que nos lleva a la regulación. El espíritu que estamos vendiendo es el de la montaña como un espacio de libertad. Yo soy escalador y montañero y no me preocupa demasiado el grado o la dificultad que estoy haciendo, sino que por delante de eso está el concepto de la montaña como un espacio de libertad. Subo a ese monte y me da igual lo que mida o cómo se llame. Es sentirte en un medio salvaje. Pero hay que regular. Vas al Aneto y en el paso de Mahoma un domingo de agosto hay 300 personas. Es la antítesis de lo que estoy vendiendo. Para mí, personalmente, no es un problema porque lo que hago es no ir al Aneto o voy al monte de enfrente, que tiene 2.850 metros y no va a nadie porque todos queremos subir un tresmil. Hay una masificación que hay que regular aunque no soy catastrofista. Hace dos domingos estuve en Peñas de Aia. Había muchísima gente y no había basura. Hay un efecto negativo de erosión y de ahuyentar a la fauna silvestre en determinados espacios naturales, pero la gente tiene una actitud de respeto. En general, la gente tienen sensibilidad. Una de la funciones de los clubes es la formación en seguridad, facilitar los medios para hacer una actividad segura, y también el respeto y la sensibilidad.

Lo más inmediato para el club es la Altitoy del 7 y 8 de marzo. ¿La idea es que la prueba se siga celebrando cada dos años?

-Este año va a ser la primera vez que se celebra tras el impasse del año pasado. Decidimos no organizarla los años que no coincida con la Grande Course, que nos garantiza una mejor participación. Pero sigue siendo un éxito. La inscripción para la categoría B se llenó en 24 horas y hay listas de espera en las dos categorías. Pero el peso de la logística y la organización es del Club Altitoy de Luz Saint Sauveur y ellos dictarán lo que se vaya a hacer. Veremos con el paso del tiempo qué es lo más apropiado para la organización y los participantes. Pero gran parte del éxito de la Altitoy es que los participantes se sienten bien acogidos y se les trata con esmero.

El Club Vasco de Camping es uno de los impulsores de la Fundación EMMOA, que promueve la creación de un museo del montañismo vasco.

-Es un proyecto que se lleva madurando muchos años porque la historia del montañismo vasco es muy rica. Surgió la idea de crear el museo y el club se ha sentido implicado desde el minuto 1. Están recabando apoyo moral y económico. Nosotros nos hemos sumado como club y animo a clubes y montañeros de a pie a apoyar el proyecto económicamente. Una vez más, es un proyecto hecho desde el voluntariado.

El concurso CVCPHOTO da al club proyección internacional.

-El concurso va muy bien, tenemos una participación buenísima y tiene una acogida tremenda. Hemos llegado a un acuerdo con el festival de cine suizo Les Diablerest, que es uno de los más antiguos de Europa y tiene ya 51 ediciones. Todos los años llevaremos nuestra exposición de fotos y la foto de portada del festival será una de las fotografías del concurso, como ocurre en el Bilbao Mendi Film Festival.

¿El CVCPHOTO es más conocido fuera que aquí?

-En este momento llevamos 150 participantes extranjeros para 2020 y no llegan a 50 los españoles. Es muy conocido a nivel internacional porque es un mundillo pequeño y si un fotógrafo conocido es premiado y habla bien del concurso, empuja a más gente a participar. Las fotos suelen ser impresionantes, espectaculares.