Hernani - Endika Barrenetxea (Hernani, 7-8-1990) conquistó la txapela del campeonato individual el pasado 14 de septiembre frente a Javier Urriza (27-30). El hernaniarra ve este éxito como “un regalo” por una vida marcada por el remonte. Barrenetxea IV ya había ganado el título por parejas en 2012 junto al propio Urriza y había perdido otra final del torneo individual frente al pamplonés en 2016 (30-21). Su trayectoria, sin embargo, se vio frenada entonces al comenzar a sufrir la enfermedad de Crohn. Barrenetxea tuvo que alejarse un tiempo de las canchas y, al volver, ya no estaba en condiciones de disputar los estelares. Tres años más tarde, ha conseguido alcanzar la cima del remonte y retener la txapela en Hernani.
Es el cuarto representante de una saga de remontistas...
-Barrenetxea I fue mi padre José Mari, que estuvo en profesionales trece años. Dejó de competir cuando yo tenía tres años y medio por una lesión de espalda. Luego estuvieron dos primos, hermanos entre ellos, Iñaki y Aitor, que fue el único Barrenetxea delantero y que tuvo una vida profesional corta debido a las lesiones. Barrenetxea II, en cambio, rebasó los diez años como profesional.
Es el primer campeón de la familia...
-Sí, en el Campeonato Individual, sí. Tenemos una foto del día de la final todos. Barrenetxea III decía que la saga ha ido mejorando. Los asiduos del frontón me decían desde hace tiempo que los había superado, pero ahora, con la txapela, ya te quedas con la sensación de haberlos superado con creces; ha quedado claro para todos.
Con una familia tan vinculada al remonte, este deporte habrá sido parte de su vida desde muy pronto...
-Igual que otros han crecido con el fútbol o la pelota, yo he crecido con el remonte. No tendría ni un año y estaba jugando con la cesta del aita en casa. En la primera foto que tengo con el remonte, me sostiene él a mí en vez de al revés. De pequeño, cuando me preguntaban qué quería ser de mayor, yo decía que remontista. Debutar como profesional ya fue una satisfacción muy grande; luego, jugar campeonatos, y cuando gané el Campeonato de Parejas con Urriza parecía que ya no se podía llegar a más. Poco a poco te vas posicionando cada vez más arriba. Llevaba ya un tiempo mirando al número uno de cerca, pero tuve un problema físico, me alejé de ese primer puesto y en los últimos años, con mucho esfuerzo, me he vuelto a aproximar. Este año ya me notaba cerca. Todavía veía a Urriza un escalón por encima, pero sabía que si lo daba todo, tendría mis opciones.
Soñaría desde pequeño con una final así...
-En realidad, soñaba con ser remontista y con poder jugar con un Koteto Ezkurra, un Lizaso o un Zeberio, que eran lo más de lo más. Si jugaba contra ellos, la noche anterior no dormía. Igual en tus sueños más dulces sí piensas. “Estaría bien tener la txapela del mejor remontista”, pero lo tenía como algo muy lejano. Cuando llegué a la primera final contra Javier Urriza sí empecé a soñar un poco con esa txapela. Han sido tres años de sueños, y ahora me toca disfrutarlo este año.
¿Cómo la está disfrutando?
-Muy bien, por ahora. Me tomé unos días de descanso. No sólo yo; toda la familia. La tensión que vivimos se traslada a las personas más cercanas. Mi madre, por ejemplo, cuando yo estoy nervioso, ella está igual de nerviosa o más. Quería desconectar un poco para enfrentarme a los partidos que tengo durante el año, que son cerca de cien. Estoy con ganas de que no se me olvide de dónde vengo, que soy de la escuela de remonte de Galarreta, que actualmente tiene varios chavales. Desde que tengo la txapela he estado fuera dos semanas y media, pero vendré a entrenarme con ellos. Cuando yo estaba en aficionados era impensable entrenar con un Koteto Ezkurra o un Urriza. Tampoco quiero olvidar que un montón de personas me han ayudado a llegar hasta aquí, desde mis entrenadores físicos y técnicos, algunos que ya no nos acompañan, como Tximist, y otros como Eugenio Rodríguez. En lo técnico, mi entrenador personal principal ha sido mi padre. Ha visto todos los partidos que he jugado desde el día que debuté. Incluso me saca las estadísticas, y las tiene todos archivadas y ordenadas. Es el que más me ha enseñado, y también Igor Sarasua, que fue profesional y fue con quien empecé en Galarreta. Luego, yo he ido interiorizando cosas mías, personales.
La txapela le ha llegado después de diez años como profesional.
-Sí. Es el regalo a todas las horas dedicadas al remonte, que son muchísimas, tanto jugando como en la preparación. Siempre he intentado ayudar a la empresa en todo lo que podía, gestionando las redes sociales u organizando eventos. Es un trabajo que haces altruistamente, pero una txapela así paga lo que he hecho hasta ahora. Esto ha sido como una retribución, aunque, en realidad, antes de tener la txapela, siempre me he sentido en deuda con el remonte, porque me ha ayudado un montón como persona fuera del frontón. Al final, los pelotaris estamos acostumbrados a que cuando salgas del frontón pueda venir uno y te diga “Barrenetxea, has dado pena” o “Has estado impresionante”. Tienes que tener la mente fría. Aprendes a darte cuenta de que son opiniones. El remonte también me ha enseñado una forma de trabajo, y que no es solo dedicarle tiempo, sino pensar cómo vas a pasar ese tiempo de la forma más eficiente posible.
Desde que es campeón, ¿se siente diferente en la cancha?
-Un poco sí. En el primer partido y en el segundo noté un poco de responsabilidad. Ahora esperan más de mí. Por otra parte, sientes la tranquilidad de que este año ya has demostrado algo. Creo que tengo un 30% de mejora respecto a mi juego actual. Hay momentos en los que ando mejor sacando, con el bote corrido, en la defensa? Si definimos el remonte en diez jugadas, en todas estaría por encima del 5, pero en ciertos momentos el saque sube al 9 pero la defensa no sube del cinco. Me falta que todo se mantenga del ocho para arriba.
¿Los rivales también le ven de otra manera?
-Igual alguno sí. De todos modos, esa fase ya la viví hace unos cuatro años, cuando pasé a ser el que llevaba el peso del partido en la pareja y el intendente me empezó a poner delanteros con menos nivel que yo. Ahí empiezas a sentir la responsabilidad. Hay que conseguir que los demás se den cuenta de que soy yo el que tiene que sacar el partido, y desde hace dos años y medio o tres, ya no había duda.
Su carrera se vio interrumpida cuando le diagnosticaron la enfermedad de Crohn...
-Fue hace tres años, cuando llegué a la final contra Urriza. La enfermedad había estado siempre ahí, pero apagada. Después de superar la liguilla y de llegar a semifinales, vi que me estaba acercando a algo que ni me había planteado soñar. Eso me creó una tensión que no supe administrar. Dos semanas antes de la final se me activó la enfermedad. Llegué a la final con tres o cuatro kilos menos. Aún así, con la euforia no me daba cuenta. Pensé que al terminar mi cuerpo volvería a su ser. Y en seis meses perdí catorce kilos, con muchísima sangre y todo lo que conlleva la enfermedad de Crohn. Al principio los médicos pensaron que podía ser alguna bacteria del estómago, pero cuando apareció la sangre sospecharon que era otra cosa. Yo mido 1,90 y pesaba 72 kilos. Un día salí de un partido que había sido muy duro. Cuando llegué al vestuario casi me desvanezco. Me llevaron directo al hospital. En cinco días me hicieron todo tipo de pruebas. Tenía tres úlceras abiertas en el intestino grueso, inflamación con úlceras en el delgado, y lo único que funcionaba eran los corticoides, que me destrozaban todo lo demás.
¿Cómo reaccionó al conocer su enfermedad?
-Cuando sabes que es una enfermedad crónica, primero, tienes que aceptarlo. Cuando empezaron con los tratamientos no funcionaba ninguno, porque me habían dado tantos medicamentos que mi cuerpo cogió intolerancias. Me daban doce o catorce pastillas al día, y al tercer día no me podía ni poner en pie, tenía 42 grados de fiebre y casi me quitan el páncreas porque lo tenía inflamado. Pasamos a las medicinas biológicas. Cada dos meses voy al hospital a que me administren medio litro de un medicamento que tengo constantemente en la sangre, y que es incompatible con el resto de medicinas. Con eso logré reducir la enfermedad y volví a niveles normales de inflamación.
¿Cómo fue la vuelta a la cancha?
-Cuando empecé a darle la vuelta todavía no competía, pero poco a poco comencé a sentirme mejor y me dijeron que podía hacer un poco de deporte. Me puse en manos del medico Josetxo Aramendi, y él me recomendó a Eugenio Rodríguez. Empecé con él hecho un esqueleto. Nos dimos cuenta que cuando tomaba la medicina tenía tres días en los que el cuerpo no iba, y después ya empezaba a recuperarse. Empezamos a trabajar la base, y seguimos hasta que hice una prueba de esfuerzo. Miramos en cuál había tenido mejores resultados y dijimos “Vamos a ver si podemos acercarnos”. Lo superé en un 2 o 3%, pero tuve que trabajar el doble que cuando hice el primero.
Estuvo un tiempo lejos de los estelares...
-Estuve más de seis meses sin competir. Con Eugenio Rodríguez empecé a trabajar tres meses después de que me ingresaran, y en otros tres meses ya me puso como para competir. Pero jugaba en los terceros partidos, encuentros muy equilibrados y con parejas que me podían ayudar. El intendente, Kike Elizalde, me cuidó un montón. Al principio la gente le decía “¿Cómo pones este partido a Barrenetxea? Si va a ganar fácil”, pero para nada. Ganaba justo, y acababa mucho más cansado de lo normal. Me bajó sobre todo la fuerza, la chispa. Me acuerdo que jugué un partido contra Urriza y comentó que la pelota no le venía a la velocidad de antes.
Antes de esta final, nunca había ganado a Urriza, pero estaba convencido de llevarse la txapela..
-Es que mi cabeza cambió de chip. Ya no me preguntaba si merecía estar en la final, sino que pensaba que tenía que estar ahí.
¿Qué cambió con respecto a la final que perdió contra Urriza en 2016?
-En final anterior, la sensación era que estaba mirando todo el rato hacia arriba. Solo veía a grandes remontistas. Me vino un poco grande todo. Ni siquiera pensaba en las semifinales. Luego me vino la enfermedad y al año siguiente ni siquiera jugué. Un año después, todavía no tenía el cuerpo como debía y me salió un campeonato malo. Me quedé fuera de semifinales, y eso me creó un sentimiento que no había tenido. Este año ya tenía claro que tenía que estar ahí.
¿Cuando se vio ganador?
-Fui ganando 7-3, y en ese momento pensaba que iba a venir la vuelta. Luego se me puso por delante Urriza 15-10, pero cuando me pongo a dos, con el 15-13, me dije “Puedes ganar. Con lo cabezón que eres, puedes hacerlo. Por tus cojones que hoy llegas a 30”. Urriza se fue a 25-22. Le pillé en el 25 y después del 26 iguales me fui hasta el 29. No sentía cansancio. No sentía ni sed. En el 26 iguales, mi botillero me dijo que descansara, pero no quería parar porque veía que Urriza resoplaba. Luego me hizo el 29-27 y pensé “Si hace un tanto más te vas a acojonar”. El último tanto fue una locura. Me dije “Según venga la pelota, le voy a calzar una hostia. Tiene que ser tanto”. Le di con todo y fue perfecta al siete. Pensé que sería tanto, pero enseguida me di cuenta “No, es Javier Urriza, la va a llevar”. Y me la llevó. Le eché otra al rebote y me la devolvió. Hay pelotazos que hubieran sido tanto contra cualquier otro. Pensé “Habrá que jugársela”. Hice un dos paredes perfecto, y de repente vi cómo su sombra pasaba a mi lado para llevarla. He visto la final en casa cinco o seis veces por lo menos, y todavía no sé cómo llega. Al principio pensé en mandar la pelota al rebote, pero de repente la pelota se empezó a parar e incluso tuve que echar mi cuerpo adelante para darle, y no tuvo más opciones que hacer una dejada. Pensé “Eres ”. Pero la pelota ya llevaba muchos tantos, y también se le quedó corta a él. Al terminar miré a la grada donde se pone mi familia y a mi aita, que estaba arriba. Ese momento era para los que me habían estado empujando.
Es el primer campeón guipuzcoano desde que Zeberio ganó en 2007.
-Prefiero quedarme con que es la primera vez que la txapela del individual se queda en Hernani.
¿Cuál es su próximo objetivo?
-Sobre todo, quiero mantener el nivel de juego y acercarme lo máximo posible al 100%, y para eso hay que entrenar más todavía. El Campeonato por Parejas empieza enseguida, pero ya tengo la mirada puesta en el Masters. Nos enfrentamos los cuatro mejores del Campeonato Individual. Ahí se verá si empieza un ciclo o si ha sido suerte. También está el Campeonato de la Sidra, que me toca en el corazón porque mi familia tiene la sidrería Oialume Zar, y yo la represento. Ganar me haría una ilusión de la leche.
¿Del remonte se puede vivir?
-El que esté en un nivel muy alto podría vivir del remonte, pero mejor que no. Es lo que me han inculcado. Cuando se acaba tu trayectoria no se puede acabar tu persona. Por suerte, todos los jóvenes actuales estudian o tienen una carrera.