donostia - Durante más de 40 años, Andrés Osa -Sakona- ha sido testigo y cronista de la actualidad de los herri kirolak. Su voz en Euskadi Irratia o su firma en diferentes periódicos han acompañado las crónicas de innumerables apuestas y torneos. Ahora, con 78 años, Sakona ha decidido poner fin a sus colaboraciones con los medios de comunicación el día 30, “el día de San Andrés”. Su trabajo en las ikastolas y su labor como periodista, cubriendo también campeonatos de bertsolaris o pastorales, le ha permitido contribuir desde diferentes ámbitos a la difusión de la cultura y el deporte vasco. El bergararra quiere “dar las gracias a todo el mundo. Ya sea en Euskadi Irratia, en los periódicos, en las ikastolas, en el mundo rural... siempre he recibido muestras de gratitud y cariño, que correspondo desde aquí”.
Desde Sakona al mundo
El propio Sakona se presenta así: “Nací en Bergara, en 1940, en el barrio de Elorregi, y soy del caserío Sakona. Por eso, más que por mi nombre, me llaman Sakona. Incluso la policía también. Una vez le dije a uno Yo soy Andrés Osa. Y me contestó: No, tú eres Sakona. Así me dijo uno en la comisaría de Ondarreta”. “Después de estudiar en San Prudencio y en Bergara, al mismo tiempo que repartía la leche del caserío, a partir de los trece años fui al convento de canónigos regulares de Oñati, a los agustinos, a estudiar para cura. Hice allí los primeros estudios, y luego, Filosofía y Teología. Terminé y ejercité durante tres o cuatro años en Oñati”, como sacerdote. “Como me comprometía bastante con la juventud, me llamaron de Herri Gaztedi, de Donostia. Ahí estuve cinco años. Fueron momentos duros, porque el proceso de Burgos (1970) nos cogió de lleno”.
Herri Gaztedi “era un movimiento diocesano para el sector rural, con mucha fuerza, con más de 2.000 militantes en Gipuzkoa de entre 16 y 20 años y con responsables mayores en cada zona”. Su objetivo era la formación de los jóvenes, “con un engarce y compromiso del cristiano en la transformación de la sociedad. Mucha gente se metió en sindicatos, partidos políticos, organizaciones vecinales...”. “Era un movimiento que iba ubicándose con el tiempo en las organizaciones políticas, sindicales, asociaciones culturales y sectoriales que estaban emergiendo después de un largo letargo en la clandestinidad”.
A pesar de ser una organización dependiente de la Iglesia, Sakona tuvo entonces sus encontronazos con la Guardia Civil. “Estábamos vigilados. Incluso se personaron en alguna reunión. Querían saber a ver si conducíamos a la juventud a actuaciones violentas. Tengo que decir que las veces que estuve en la comisaría de Ondarreta no tuve ningún trato vejatorio, y eso que más de una vez denuncié a las autoridades políticas de aquí, incluso con cartas que no tenían contestación, las torturas, que ya eran una cosa impresentable. Era una cosa abominable, y eran una realidad total, sistemática”.
Herri Gaztedi, además, “era un estandarte del euskera. Sacamos una revista, Gazte, con más de 2000 ejemplares”.
Herri Gaztedi estaba encuadrado en el Movimiento Internacional de la Juventud Agraria y Rural Católica, y la labor de Sakona en Gipuzkoa hizo que le llevaran a la sede de este organismo, en la ciudad belga de Lovaina. “Sería 1974 o 75. La organización se dedicaba a ayudar financieramente a los jóvenes rurales del Tercer Mundo a modernizar la maquinaria, a crear cooperativas... Mi misión era ir a un destino y ver cómo se estaba desarrollando el proyecto”. Esta nueva labor le llevó a viajar por Latinoamérica, África o Portugal. “Algunos países eran más tranquilos que otros, pero en algunos había que andar con mucha vista. Ya estaba implementándose la teología de la liberación, y en algunos sitios te miraban con lupa”.
Sakona vivió en esa época un amargo episodio que quisiera olvidar: “En tiempos del dictador Videla, en Argentina, la represión era de lo más sanguinario imaginable... Tuvimos una reunión en un local de alguna parroquia de la capital, con unos doce campesinos. Antes de que finalizara esa reunión, salí a dormir a una casa, ya que por la mañana, muy temprano, partía a Perú para acudir a otra reunión. Me avisaron de que los Federales, la policía, había detenido a los reunidos. En estos casos había que pensar lo peor... Desaparecidos para siempre”.
Tres años después, decidió regresar a Euskadi, porque “ya había terminado la misión, y había un desgaste”.
Sakona asegura que no está “nada arrepentido” de su etapa como sacerdote: “Todo lo contrario. Estoy agradecido por la posibilidad de salir adelante con los estudios. Todo lo que aprendí me ha servido para mucho y tengo que agradecérselo a los que estuvieron en esa institución”.
“Los momentos en las ikastolas, fantásticos”
El bergararra volvió a Euskadi “el año en que salieron Deia y Egin (1977). Nada más llegar, me ofrecieron trabajar en Egin, en Bilbao. No era periodista, pero ahí trabajé. Había que hacer de todo, en economía o en deportes. Cubrir los herri kirolak vino después, como una cosa más. A mí me gustaban y, además, yo veía que entonces tenían fuerza. Había mucha afición”.
Tras una breve etapa en Egin, Sakona decidió dedicarse a la enseñanza y estuvo un año en Ecuador, “en la Universidad Católica de Quito. Hice una licenciatura en Filosofía y Ciencias de la Educación sobre el tema El debate sobre el Eurocomunismo, dirigido por Enso Mella. Fue en 1980”.
A su regreso a Euskadi, Sakona empezó a trabajar en la enseñanza, haciéndose cargo de la dirección de cuatro ikastolas en los siguientes 23 años, como “Seber Altube de Gernika, en Amorebieta Andramari, un año en Abusu de Bilbao, y los tres últimos años en Ibaizabal de Durango”, hasta su jubilación. De esta faceta, el bergararra se muestra particularmente satisfecho de la labor emprendida en Gernika para promover el uso del euskera más allá de las aulas: “Una cosa es dar clase en euskera y otra cosa que los chavales y chavalas cuando salen de la ikastola hablen en euskera. Ese es el problema más grave. Nosotros le dimos una salida, pero primero se tardó unos cuatro años hasta formar un cuadro de profesores adecuado, con equilibrio entre mujeres y hombres, importante para culminar el proyecto con éxito. Hicimos actuaciones con ellos, muy amenas, sin imponer nada ni decir Euskeraz hitz egin!, porque eso es una mala praxis. Tiene que ser algo agradable. Pusimos unas clases de ajedrez, radio, concursos de refranes... y, sobre todo, la participación de los enseñantes en los recreos fue determinante. Hicimos una campaña muy buena, y seis meses después se revertió totalmente el tema, hasta tal punto que los alumnos después iban al instituto y hablaban todo el tiempo en euskera. Y eso también se notaba en el pueblo. Eso es lo que hay que conseguir”.
Sakona asegura que “los momentos que he pasado en las ikastolas han sido fantásticos, empezando por Seber Altube y terminando en Ibaizabal de Durango”.
Mejor en la radio que en la prensa escrita
Sakona retomó su contacto con el periodismo en cuanto regresó de Ecuador: “Me llamaron de nuevo desde Egin y continué cubriendo herri kirolak, los campeonatos de bertsolaris provinciales y generales, pastorales... Todo lo que sobresalía en el ámbito cultural”. De lunes a viernes, el bergararra se dedicaba a su trabajo en las ikastolas, y el fin de semana retomaba el periodismo. Además de en Egin, Sakona colaboró también con Gara y, durante cuatro años, con Deia. En 1984 empezó a narrar para Euskadi Irratia, una colaboración que cesó hace solo unas semanas.
Osa tiene claro que prefiere la radio a la prensa escrita: “En mi caso, he estado más tranquilo en la radio que en el periódico. El contacto con la gente me ha resultado más fluido y fácil. En la radio ves lo que hay, lo cuentas y se termina. En el periódico el trabajo viene después. Antes no echaban nada por televisión, si no ibas no había nada que hacer. A veces tienes que estar un domingo hasta las once y media o las doce. Mucha gente no ve ese compromiso”.
“Se ha perdido el espíritu de desafío”
Osa siempre ha estado vinculado a los herri kirolak: “Nací en ese ambiente. Mi padre y mi hermano mayor fueron aizkolaris, pero no profesionales”.
En sus inicios en el periodismo, los herri kirolak gozaban de buena salud: “Por ejemplo, hubo una apuesta entre los segalaris Irazusta y Erasun en Aia -en 1988- a la que fueron unas 12.000 personas. Es de lo más fuerte que he visto. Eso ya no se ve”.
El bergararra opina que “los herri kirolak han vivido una transformación. Han salido del ambiente rural. La gente hoy en día trabaja en la industria. Se han sacado de un contexto, y las personas están en otros contextos de trabajo. Por ejemplo, la aizkora está relacionada con el bosque y con la madera. Es muy difícil que los que están trabajando en la industria, o en lo que sea, salgan buenos aizkolaris. Que pueden salir, si es que tienen ayudas. El contexto es diferente. Aquel que vive en el asfalto no piensa en ese mundo. Ya tampoco se corta la hierba con guadaña. El que tiene en casa una costumbre puede pensar más en la aizkora, pero con el inconveniente del material. El hacha es carísimo, y la madera... ¡y tiene que ser de haya! Hay que ir a buscarla, comprarla, traerla. Y después, ¿qué hay? Esperar ayudas del gobierno es un brindis al sol. La crisis está ahí. Crear escuelas de niños o de jóvenes en aizkolaris o en segalaris es utópico. Todavía tienen que salir aizkolaris, unos porque pueden y otros porque se empeñan. Iker Vicente, por ejemplo, tiene una gran afición, y su padre ha sido aizkolari. En este momento, la única manera de darle vida es a través de desafíos, porque un buen desafío mueve gente. Yo pienso que las apuestas son un elemento clave”. Este deporte “puede tener un impulso a través de los desafíos, un impulso cualitativo y de garantías de nivel deportivo”.
Los harrijasotzailes, por el contrario, “no tienen tantos gastos como los aizkolaris. Los segalaris se ven con problemas para encontrar herbazales, no solo para los campeonatos, sino también para los entrenamientos. Harrijasotzailes están saliendo, y creo que tiene más futuro. La sokatira es un deporte muy bonito, y es universal. Puede tener más futuro si se trabaja bien, con salidas internacionales todos los años a nivel europeo y mundial. Ha estado en auge, pero ahora hay cuatro equipos. Nuarbe o Gaztedi han sido un orgullo para Euskadi a nivel internacional. Otros deportes, como la recogida de mazorcas, o el levantamiento de fardos... seguirán su curso”.
El bergararra tiene claro que “antes había más nivel. Los que andan ahora también van bien, pero no tienen el nivel de Arrospide, Mindegia, Nazabal, Astibia o Mendizabal. Mendizabal y Mindegia hicieron una apuesta de cuatro horas y pico. Ahora, eso no se hace ni soñando”. El de Ezkurra “ha sido, a mi entender, el mejor aizkolari de todos los tiempos. Hoy en día, el que es otro estilista bueno es Iker Vicente. Es impresionante. Corta tan bien y es elegante, aunque le falta un poco de fuerza. Técnicamente, no tiene fallos”. En cuanto a los harrijaso-tzailes, y con piedras pequeñas, “Zelai, ha sido un súper. E Izeta II, también. Y, de los de ahora, Aimar Irigoien sigue ahí. En cuanto a los harrijaso-tzailes con piedras grandes, con las marcas impresionantes de Saralegi, Perurena padre hijo y otros que han andado en torno a los 300 kilos, creo que han pasado a la historia. Hoy se emplean piedras más pequeñas”.
Sakona lamenta que “ahora hay menos espíritu de desafío, de apuesta. De 30 años atrás, había tres o cuatro desafíos entre aizkolaris en un mes, y ahora, hay tres o cuatro en dos años”. El bergararra piensa que “los herri kirolak irán poco a poco cayendo, o tendrá sus altibajos. No se va a volver a lo que fueron antes, en ningún caso. Eso no quiere decir que no haya que hacer nada. Se pueden hacer cosas muy buenas. Si se hacen bien las cosas, como apuestas o desafíos mixtos, ya irá gente. Se puede llegar a que sean una cosa simbólica, testimonial. En Iparralde hacen levantamiento de piedras, pero para el turismo. No salen estrellas. El porvenir es un poco oscuro”.