donostia - Entre los deberes pendientes de Peter Sagan (Bora) asomaba, hasta ayer, la París-Roubaix. El infierno del norte había atormentado al eslovaco en sus seis participaciones anteriores, en las que su mayor logro fue el sexto puesto conseguido en 2014. Insuficiente para Sagan, un ciclista que vive siempre al ataque, valiente como pocos. Fue así, con un demarraje a 55 kilómetros de meta, como sentó las bases de su triunfo, aunque en su paseo triunfal hacia el velódromo de Roubaix contó con la compañía de Silvan Dillier (Ag2r), superviviente de la fuga. El campeón suizo fue un excelente compañero para el eslovaco, a quien relevó camino de la meta pese a ser consciente de su inferioridad en el sprint. La lógica se impuso en el óvalo francés. Ya no hay infierno alguno que frene a Sagan. Además, acabó con esa especie de maldición que perseguía a los campeones del mundo, incapaces de ganar la París-Roubaix con el maillot arcoirís cosido a la piel desde que lo hiciera Bernard Hinault en 1981.

Las intensas lluvias de las jornadas previas dejaron paso a un sol radiante, que acompañó al pelotón en sus 257 kilómetros de recorrido sobre asfalto y pavés. 29 tramos adoquinados para completar 54 kilómetros en los que Sagan fue el arcoiris. Acostumbrado a brillar con luz propia allá donde va, generalmente en solitario, ayer contó con la inestimable ayuda de sus compañeros, que dinamitaron la prueba para que él, diablo en el infierno, pusiera el broche final. Gritó como nunca antes sobre la línea de meta y apenas cuatro pedaladas después agradeció el esfuerzo a su compañero de fatigas, un Dillier que se erigió en la gran sorpresa de la París-Roubaix.

El ataque de Sagan a 55 kilómetros de meta, en el tramo adoquinado de Bersée, uno de los más exigentes, no encontró respuesta alguna. Antes lo habían intentado Greg Van Avermaet (BMC), dorsal 1 a la espalda por su victoria de hace un año, y Zdene?k Stybar (Quick-Step). Este último abrió camino, aunque la reacción en el grupo de favoritos echó al traste sus aspiraciones. Dominador absoluto en las clásicas, todas las miradas apuntaban a una nueva exhibición del Quick-Step. Sagan, quién si no, rompió el guion y se lanzó a por la victoria.

El ataque del eslovaco descolocó a sus rivales. No miró atrás Sagan. Olió la sangre a lo lejos y abrió camino hasta Roubaix. En su pedaleo hacia el velódromo alcanzó a todos los fugados, incapaces de seguirle la rueda. Solo aguantó Dillier, que tras 220 kilómetros escapado tuvo premio. Un segundo puesto con sabor a victoria. Tercero fue Niki Terpstra (Quick-Step), que sorprendió al resto de favoritos antes de entrar al velódromo, donde Peter Sagan saboreó su primera victoria en la París-Roubaix, se segundo monumento ciclista tras el Tour de Flandes de 2016. Ya no hay infierno que le frene.

Fallece Michael goolaerts La peor noticia de la jornada fue el fallecimiento del corredor belga Michael Goolaerts (Veranda’s), que sufrió un paro cardíaco en carrera y falleció horas después, a las 22.40, en el hospital de Lille.