La de Nico Rosberg (27-VI-1985, Wiesbaden) es una sonrisa perenne. Le hace un tipo amable, agradecido y con clase, más allá de sus dotes como piloto, incuestionables en cuanto a que es campeón del mundo y para ello ha batido a uno de los más grandes de la historia, Lewis Hamilton, que ayer concretamente superó a Ayrton Senna como piloto con más vueltas lideradas en carrera, cuenta del talento de Rosberg. Ese gesto sonriente de Nico tal vez permanezca vivo en su rostro desde que montara por primera vez en un kart, a los seis años contagiado por la pasión de su progenitor, viendo que con el discurrir del tiempo sus sueños de infancia se iban cristalizando.

Esa llama de amor por el automovilismo la prendió su padre, Keke Rosberg, campeón del mundo en 1982 con solo una victoria. Su hijo, Nico, ha necesitado nueve triunfos en un mismo curso para coronarse, un hito: se trata de la segunda vez que padre e hijo son campeones de la Fórmula 1, después de Damon y Graham Hill, lo que ocurrió en 1996. Esos periplos que recorrió de la mano de su padre, rodeado Nico por la velocidad, el glamour y la riqueza, le han permitido hablar cinco idiomas, -alemán, inglés, francés, italiano y castellano- además de tener unos exquisitos modales. Pero también para saber que su lugar estaba al volante de un monoplaza, ya que desechó estudiar ingeniería aerodinámica para en vez de diseñar, pilotar. Aplicado, sus notas escolares le permitieron ganarse una plaza en el Imperial College de Londres, cuna de algunos de los más grandes ingenieros de la Fórmula 1.

Rosberg vive a caballo entre Mónaco, su lugar de residencia, e Ibiza, donde conoció a su mujer, Vivien Sibold, madre de su hija, Aläia, nombre de origen vasco y que significa “alegre”, como él mismo explicó en las redes sociales. Si bien, sus aficiones son tan humildes y tradicionales como lo es el ajedrez o el backgammon, ese juego de mesa que consiste en emparejar fichas iguales para hacer que desaparezcan del tablero. Son dos de los entretenimientos más antiguos de la humanidad. Además, amante del deporte, practica disciplinas como el surf, el fútbol o el triatlón, diversiones y a la par maneras de permanecer en forma. La fotografía es otra de sus pasiones. De esta temporada conservará un buen puñado de ellas.

Cuando Nico empezó a correr lo hizo bajo la bandera finlandesa, en honor a la nacionalidad de su padre, pero acabó cosiéndose la bandera alemana para tener patria propia y poder así sentir el calor del público. Desde entonces, nunca ha sido noticia por excentricidades. Siempre se ha proyectado profesional, amable y modesto, incluso en los momentos más ácidos. Ahora padre e hijo vuelven a compartir bandera, la de campeón.