Donostia - Inmerso en su paranoia respira agobiado el ciclismo, donde la única certeza es la sospecha, legado inequívoco de los tiempos salvajes del dopaje, esos usos y costumbres que le arrancaron la piel de la credibilidad a tiras al pelotón. El recuerdo negro del pasado aún pedalea en el presente. El último Tour de Francia ejemplifica ese ambiente enrarecido, hostil, de permanente sospecha sobre el ganador, Chris Froome. En las cunetas francesas, al británico, líder de la carrera, se le vilipendió, varios medios y comentaristas le señalaron porque no le creían e incluso hubo quienes le lanzaron orina al grito de dopado. La policía, que no había pisado la carrera en tareas de protección y vigilancia desde la era Armstrong, tuvo que proteger al británico y a su equipo, el Sky. Los gendarmes hicieron guardia alrededor del autobús para espantar a los indeseables que presionaban a Froome y sus compañeros. Incluso al líder un agente le acompaña a la salida y le esperaba en la línea de meta para evitar problemas.

Así estaba el Tour, más pendiente de los debates externos que la competición y su sistema nervioso, alteradísimo el biorritmo, cuando Froome cayó enfermo en la última semana de carrera. Nadie lo supo. Sistema de autoprotección. Secreto de estado. Froome se sintió enfermó después de la 17ª etapa, pero en contra de la insistencia de su equipo, evitó la petición de una autorización médica para lograr una medicación más eficaz que le aliviara los síntomas que padecía. “Me levanté absolutamente congestionado, con dolor de garganta, tosiendo. Me pusieron un pequeño tratamiento con antibióticos, pero no funcionó. Recuerdo que en la salida lo pasé mal porque estaba entre Nairo Quintana y Contador y no quería que notaran mis problemas físicos”, apuntó Froome en el Sunday Times.

El rechazo a la obtención de una autorización médica tenía su raíz en el ambiente opresivo e inquisitorial que se fraguó durante la carrera. “Después de todo lo que pasamos en el Tour, especialmente por la hostilidad de distintas personas durante el recorrido, sentía que si adoptábamos esta vía (pedir la aurotización), abríamos la puerta a una gran ola de nuevas críticas y agresiones. No hubiese sido contra las reglas, pero no quería que fuera el Tour de Francia ganado por haber tomado la medicación la última semana”, expresó el bicampeón del Tour de Francia. - C. Ortuzar