Aimar Olaizola tuvo que entrar de aire desde el seis. No le quedaron más narices. Se jugaba la txapela más importante del año en una batalla en la que se asomó Mikel Urrutikoetxea (Zaratamo, 1989) como un invitado a la gloria. Era verano. Junio apuraba a su final. Y Oinatz Bengoetxea, desafortunado, se había roto el dedo índice de la izquierda en un entrenamiento previo al encuentro. No jugó. Entró el zaratamoztarra en su lugar. En el partido, su adversario tuvo que hacerlo desde el seis. Abatido atrás del todo, ahogado con la distancia al frontis, le ganó Mikel el partido, el colorado y la txapela. Urrutikoetxea se coronó campeón y le puso aún más músculo a las certezas y a los sueños, que se hacen realidad. “Mikel -le decían-, tú vas a jugar una barbaridad”. Lo hace. Lo hizo. Lo hará. Tumbó a Olaizola y, desnortado en sus anteriores pugnas dentro del Cuatro y Medio, ha conseguido atornillarse definitivamente a la élite, para los profanos que no veían en él a uno de los pelotaris en línea sucesoria de los grandes capos. La confirmación de Mikel le revela que los sueños no son imposibles, que la realidad parte de sus dos manos, terribles en la pugna individual, y su capacidad constante de adaptación al medio.

“Está claro que uno de mis objetivos para el presente campeonato era estar en las semifinales”, admite el puntillero zaratamoztarra, mientras juguetea con los tacos de su mano derecha. Lo primero, conseguido. Aun así, el cuento del vizcaino es el de la hormiguita: trabajo, trabajo y trabajo. El talento, no obstante, es de serie. Sin embargo, el sacrificio, las mañanas de sudor en Iurreta, los miles de ganchos hechos, han forjado a un manista cada día más maduro. A cada paso, un peldaño. Nadie regala nada en un mundo de velocidad supersónica. De pura inmediatez. Y menos a un pelotari de cocción lenta y de fuego medio. “Sí que tengo licencia para soñar en esta tesitura”, revela el delantero. Apostilla que “este era uno de los objetivos, pero ahora nos ponemos otros más ambiciosos: llegar a la final y si se puede ganar, todavía mejor. Queda un camino largo, contra rivales complicados y ya se verá lo que pasa”. Dos partidos decisivos. Nada más. Cerca y lejos. “Sería muy bonito llegar a una final para terminar el año. Sueño con eso estando en semifinales. Soy consciente de que tengo rivales muy complicados”, confiesa.

Comenzó contra el campeón en curso, Irujo, y en principio, le “asaltaron la falta de confianza y las dudas”. “Hice dos faltas de saque seguidas y dejé de restar un par de saques restables. Ahí me cogió un poco. Descansamos. Pablo me metió en el partido y, en la segunda parte, me volví a meter en el peloteo”, argumenta el vizcaino. Fue el de Ibero de menos a más; su adversario, por la carretera contraria, remontó. 22. Analizó después de vencer a Olaizola II, al que tuvo en el seis, con la txapela en la mano, que “lo que más ilusión me hace es ganar a uno de los grandes en una final y no quedar campeón cuando ellos se retiren”. Si se refería a Juan y al de Goizueta: otro trato hecho. Un pacto con el destino. No obstante, argumenta que “fue algo bonito lo que hicimos en el mano a mano y en esta liguilla, ganar a Irujo, te da confianza. Mientras estén Aimar e Juan, siempre son favoritos a la txapela por el juego que tienen”.

Respetuoso hasta la médula con los adversarios, la diferencia no es tanta de blanco. Y más vistas las últimas contiendas. De todos modos, la fisionomía competitiva del zaratamoztarra en apenas un año ha sido de cambio absoluto. Quizás sea el colorado, quizás no. Desde la derrota contra Julen Retegi en Huércanos en un envite para olvidar en el que, además, se rompió un dedo del pie en el ardor de la batalla, el arrojo de Urrutikoetxea alumbra a un delantero más valiente, visceral, al que le sale la pelota con más velocidad de la mano. “En años anteriores quizás me faltaba más confianza en mí mismo. Las cosas no me salían y no me encontraba con confianza en los partidos dentro del Cuatro y Medio. He tenido más tiempo para prepararme en esta edición y ahora estamos haciendo buenos entrenamientos. El físico y las manos me han acompañado y eso me ha hecho mejorar en mi juego”, concreta el de Zaratamo, quien agrega que “físicamente hemos hecho el mismo trabajo de siempre. En esta ocasión hemos metido más entrenamientos técnicos, sobre todo junto a Berasaluze II, que es un pelotari que conoce muy bien la distancia. Hemos hecho trabajo físico y técnico”.

El delantero de Berriz, artista en la cancha, le mantiene en el suelo en los encuentros. Con él y Josetxu Areitio prepara cada jornada con mimo y “de vez en cuando vemos vídeos para mejorar los errores que podemos cometer en los partidos”. Hoy juega contra Yves Xala en el Baztan de Elizondo en un partido sin trascendencia clasificatoria. “Me toca mantener la chispa y las sensaciones. Después de esta jornada hay que esperar quince días para las semifinales. Me gustaría jugar todas las semanas seguidas, pero así prepararé mejor el partido, con tiempo, junto a mi botillero Pablo Berasaluze”.