Lejos quedan los tiempos en los que los tiradores de los bueyes escondían en los gerrikos escamas de jabón que se desprendían en sus desplazamientos durante la prueba y que al mezclarse con el sudor que caía a borbotones de los bueyes sobre las piedras del carrejo lograban mejorar el deslizamiento de la piedra. Aunque el método no deja de ser un tanto inocentón comparado con el dopaje con sustancias prohibidas desarrollado más adelante, el acto encierra la voluntad de sacar ventaja, de trampear, de adulterar la competición. “El dopaje y la trampa siempre ha estado presente. Recuerdo que hace más de veinte años planteamos lo de los controles antidopaje para ese tipo de pruebas y la idea no hizo demasiada gracia”, dice un especialista que lucha contra el dopaje. “Hay quien por dinero, o por el orgullo de ganar, es capaz de cruzar todos los límites”, añade un corredor de apuestas. El dopaje de los dos bueyes entra dentro de esa perversa lógica. Ganar a cualquier precio. “Había algún tipo de pique entre los que competían y doparon a los bueyes. Me he quedado de piedra con lo ocurrido”, apunta Juan Miguel Ranero. “Casi siempre hay un pique”, advierte el artekari.
Las sustancias dopantes en animales apenas se diferencian de las que emplean los deportistas para obtener mejores resultados. “Básicamente hablamos de las mismas sustancias solo que en mayores dosis, multiplicadas en virtud del peso del animal para que tengan efectividad sobre el organismo de los bueyes, en este caso”. El recetario es extenso y responde punto por punto con los objetivos que se pretenden conseguir. El coctel de sustancias que se inyecta a los bueyes busca “potenciar la fuerza porque es lo que el animal más requiere”, describe el doctor. Los anabolizantes permiten “soportar mayores cargas de trabajo con menos impacto negativo sobre el cuerpo. Digamos que los músculos se recuperen antes del esfuerzo y de esa forma pueden trabajar más”. El arrastre de piedra, con moles que van desde los 1.500 hasta 4.000 kilos, aunque existen piezas mucho más pesadas, es, ante todo, una cuestión de fuerza. “Para eso se emplean los anabolizantes esteroideos”, sostiene el especialista.
el poder de los anabolizantes Si bien la familia de los anabolizantes es el tronco del dopaje para animales de carga, las ramificaciones también introducen otra tipología de productos para mejorar el rendimiento. La batería de sustancias que se emplea para ello es extensa. Estimulantes cardíacos para acelerar el ritmo del corazón, “que no deja de ser un músculo”, antiinflamatorios para proteger las articulaciones y los músculos “sometidos a un castigo brutal”, y que también sirven para suavizar la respuesta del organismo, protegiéndolo de alguna manera del sobreesfuerzo ante la tarea a realizar. Estas sustancias también se emplean para enmascarar y aliviar lesiones y cojeras. En las idi-probak, el corazón de los bueyes trabaja a destajo, obligado a bombear sangre a un ritmo frenético. En ese estado de presión, el corazón corre el peligro de pararse. “Para anticiparse a una posible parada cardiaca se les suministra una sustancia protectora llamada coramina”, indica el especialista contra el dopaje.
Las pruebas de bueyes tienen una duración de 30 minutos. En ese tiempo, las yuntas (habitualmente el límite de peso de la pareja de bueyes no debe superar los 1.100 kilos) deben acumular el mayor número de desplazamientos de la piedra por encima de los cantos rodados que enmoquetan el carrejo. Por tanto, la pareja de animales debe aunar no solo fuerza bruta, sino también resistencia y explosividad. “Entonces entran en juego los estimulantes. Sustancias derivadas de la cafeína”. Este tipo de productos funcionan con un tiempo de activación corta. “Basta con administrarlo una hora antes de la competición para que tengan efectos. Al igual que actúa rápido también desaparece pronto del organismo. Con una hidratación adecuada no queda rastro de la sustancia 24 horas después de su administración”, expone el galeno. El rastro de los anabolizantes perdura más, al igual que sus efectos. “Necesitan más tiempo para que el cuerpo los asimile. Su vida media es más larga, lo mismo que su incidencia sobre el organismo”, apunta el experto contra el dopaje.
tolerancia cero Esta clase de dopaje, subraya el especialista, “tiende a ser más burdo, menos elaborado”. “Aquí por 200 euros son capaces de ponerle una zancadilla al buey”, ironiza el corredor de apuestas, que recalca que el dinero que se mueve nada tiene que ver con épocas pretéritas. “El dinero no es el motor de todo esto”, dice. Esos comportamientos, cree el galeno, tienen relación directa con el ambiente en esta clase de competiciones, donde todo es más precario y primitivo. “Si en el dopaje de deportistas la figura del médico es central, aquí puede más la tradición, la figura de quien pueda conseguir una u otra sustancia y se confía en ello porque quien se hace con los productos asegura que funciona”. Así, recuerda el doctor el caso de una persona que se presentaba voluntaria para deshacerse de medicamentos caducados que luego introducía en el circuito de las competiciones para dopar a los animales.
Afortunadamente, el cerco sobre las prácticas dopantes y el celo sobre el control de los animales es mucho más efectivo por parte las autoridades. El último caso revela la certera política contra el dopaje por parte de la Diputación vizcaina, que realiza medio centenar de controles al año en las idi-probak según testifica Juan Miguel Ranero, que sostiene que se “debe actuar contra la trampa”. En las mismas coordenadas que el ente foral se mueve la política de tolerancia cero que abandera el Gobierno Vasco en materia de dopaje. Los controles funcionan. En lo que va de curso son tres los positivos detectados en un calendario de unas 20 parejas de bueyes. “El porcentaje de positivos es realmente alto teniendo en cuenta el número de participantes. Es preocupante”, alumbra el especialista contra el dopaje. Las autoridades tienen claro que actuarán con todo el peso de la ley contra los infractores. De hecho, además de la inhabilitación deportiva al propietario de los bueyes, que perderá su ficha federativa entre uno y dos años, el castigo administrativo se antoja realmente severo después de que se comprobara que el fallecimiento de la pareja de bueyes se debió al dopaje, el carrejo de la muerte.