Madrid - La selección española de baloncesto emborronó en la noche del miércoles, con su derrota ante Francia en los cuartos de final del Mundial (65-52), una magnífica trayectoria que la ha hecho auparse a los más altos puestos del ranking internacional en los últimos años.
Pocos dudaban de la solvencia de este equipo y nadie pudo atisbar un partido tan dolorosamente negativo de todo el equipo en pleno; bueno, de casi todos, porque el seleccionador Juan Antonio Orenga se dejó tres balas en la recámara, ya que Felipe Reyes, Víctor Claver y Alex Abrines pasaron todo el tiempo en el banquillo y no estuvieron un solo segundo en pista.
La selección francesa hizo un magnífico trabajo de concentración, de estudio del rival y de autoestima de sus jugadores. Tuvieron claro desde el primer momento a lo que querían jugar y cómo querían jugar. Su premisa inviolable fue jugar a los menos puntos posibles, sabedores de que en un partido abierto la superioridad española se impondría. Ataques largos, no dejar correr a España a golpe de faltas personales sin importar el número ni las posteriores consecuencias y velocidad en el movimiento del balón en la ofensiva, sobre todo primando la circulación entre los pívots y debajo del aro. Esas fueron otras de sus principales apuestas para sorprender a un rival tan poderoso.
El equipo español no supo solucionar estas propuestas y ante el enorme tráfico bajo los aros optó por intentar resolver el partido desde el tiro exterior, pero con una escasísima puntería. Con un 9% de efectividad desde la línea de tres puntos (2 lanzamientos encestados después de 22 intentos) es prácticamente imposible ganar un partido. Y si a esto añadimos un 32% en el tiro de dos (20 canastas de 62 lanzamientos), el resultado parece claro.
Por si todo esto fuera poco, Francia dominó de forma apabullante el rebote con 50 capturas por sólo 28 del equipo español, precisamente uno de sus teóricos puntos fuertes.
Pero lo que quizá más llama la atención es que fue un fallo en bloque. No todos los jugadores están enchufados el mismo día, pero tampoco es normal que todos los jugadores tengan un mal día (más bien un horroroso día) de una forma tan sincronizada.
Se puede ahondar en muchos detalles técnicos y tácticos, se puede hablar de exceso de responsabilidad y, a lo mejor, de confianza. También se puede hablar del aislamiento de los jugadores facilitado por el abrumador cariño de los aficionados que deseaban un mayor contacto con sus jugadores. Mil y un aspectos y detalles sobrevuelan la cabeza de todos. La decepción es tan grande como eran las expectativas creadas sobre el mejor equipo español de los últimos años.
El borrón ha sido más que importante en una hoja de servicios en la que, no lo olvidemos, brillan con luz propia dos medallas de plata olímpicas (Pekín 2008 y Londres 2012), además de dos triunfos en campeonatos de Europa (Polonia 2007 y Lituania 2009), un campeonato del Mundo (Japón 2006) y un bronce en el Europeo de Eslovenia de 2013.
Autocrítica Al término del encuentro, algunos jugadores de la selección no dudaron en hacer autocrítica. El capitán, Juan Carlos Navarro, se mostró contrariado por la derrota ante Francia. “Todo el mundo pensaba que habíamos ganado antes de jugar. Nos han pasado por encima. No hemos preparado bien el partido. Hemos ido a remolque todo el rato y no hemos salido como teníamos que salir”, señaló en declaraciones a Cuatro. El jugador del Barcelona matizó: “Ellos han preparado mejor el partido que nosotros. Hemos confiado en lo de siempre, defender y correr, pero los tiros no nos han entrado. Ellos han jugado con mucha calma, nos tenían muy bien estudiados”. Para concluir, señaló que “no hemos tenido continuidad. Hemos jugado bien tres o cuatro minutos, después hemos vuelto a jugar sin ser un equipo, no ha salido ninguna jugada. Ellos han jugado con la cabeza muy fría. La sensación es de fracaso”.