Acostumbran a decir los propios protagonistas que la Copa es el torneo de las sorpresas, el escenario en el que todo puede ocurrir, aunque la realidad indica que cuatro de las últimas seis finales han enfrentado al Real Madrid con el Barcelona, algo que en esta ocasión no podrá pasar. Suelen destacar los analistas que, por su estructura, en este torneo poco importan los precedentes y las dinámicas ligueras, pero, curiosamente, en los últimos 17 años solo tres equipos han levantado el trofeo de campeón, ese brillante objeto de deseo, habiendo perdido su encuentro liguero inmediatamente anterior a la disputa del evento. Sea como fuere, nadie duda que la Copa, que arranca mañana en Gasteiz, es un torneo especial. Los ocho mejores equipos de la mejor competición continental luchando a brazo partido durante cuatro días de batalla sin cuartel. Aquel que aspire a ver su nombre inscrito en la relación de vencedores finales sabe que tendrá que hincar la rodilla, sin apenas tiempo para el descanso, a tres enemigos de elevadísimo rango; los que comparecen con la vitola de favoritos sienten a fuego la presión de no poder fallar, los aspirantes hacen acto de presencia sin miedo a nada y todo ello, unido al colorido que aportan ocho aficiones entregadas, impregnan la Copa de un barniz distinto y saludable, atractivo y lustroso.
Con el Bilbao Basket y el Caja Laboral como representantes vascos -el equipo vizcaino ha participado en tres ocasiones alcanzando una semifinal y protagonizando dos eliminaciones en cuartos, siempre a manos del Baskonia, duelo que en esta ocasión solo podría tener lugar en una hipotética final que sería histórica- y todos los equipos clasificados afilando ya sus garras, todas las miradas se dirigen al Real Madrid a la hora de buscar a un conjunto que asuma el siempre incómodo papel de favorito. El equipo de Pablo Laso no puede rehuir de esta condición por trayectoria, momento de forma, propuesta de juego y fondo de armario. Solo una magistral actuación de Juan Carlos Navarro al timón del Barcelona Regal ha podido detener hasta el momento en la competición liguera a un conjunto que, liderado por Rudy Fernández y Sergio Llull, apuesta por un baloncesto directo y veloz que apabulla a sus rivales, a base de exuberancia física y recursos variados. Pero ocurre que el sorteo, caprichoso, emparejó a los blancos precisamente con los azulgranas, por lo que la Copa arrancará sin entremeses, directamente con un plato fuerte. Los de Xavi Pascual, cuya clasificación para la Copa llegó a estar en duda, han crecido mucho en las últimas semanas, ganando en el Buesa Arena en la Euroliga y recuperando parte del terreno perdido en la ACB, aunque, pese al fichaje de Oleson, la figura de Navarro se antoja imprescindible para poder eliminar al campeón. La Bomba sufrió una elongación del bíceps femoral de su pierna derecha el pasado 27 de enero ante el Bilbao basket y los médicos le diagnosticaron un periodo de baja cercano a los 15 días. Muy mal tendría que estar el escolta catalán para no vestirse de corto en uno de esas volcánicas citas que tanto le gustan y en las que tan extraordinariamente bien se mueve.
Por ese mismo lado del cuadro buscará ascender peldaños el Caja Laboral, el anfitrión. Los de Zan Tabak acumulan doce partidos sin perder en la ACB, pero las recientes derrotas continentales en casa ante Barcelona y Khimki evidencian un cierto descenso de rendimiento, sobre todo en lo referente a la intensidad. A falta de que Jelinek se acople, la marcha de Oleson al Barcelona ha debilitado a un equipo que vio además cómo Fernando San Emeterio sufría el pasado domingo una distensión en la musculatura del muslo izquierdo. Los galenos seguirán su recuperación día a día, pero se espera que llegue al duelo ante el CAI Zaragoza, club que, tras su fundación en 2002, debuta en este evento. Los maños han perdido tres de sus últimos cuatro partidos, pero los de José Luis Abós practican un baloncesto serio y sin concesiones y, sin presión, están capacitados para poner en problemas a cualquier rival.
Un paso más Por la otra vertiente de la subida, el Bilbao Basket aspira a repetir unas semifinales que ya pudo catar hace cinco años en el mismo escenario y, por qué no, a dar un paso más que sería histórico. Con sus dos triunfos ante el Valencia, los hombres de negro han arreglado la situación agónica que les atenazaba en Europa, pero la irregularidad está presidiendo sus actuaciones ligueras. Ganaron con solvencia en Miribilla al Gran Canaria, su rival en cuartos, cayeron ante el Barcelona en el Palau en un duelo que debieron ganar y el pasado domingo no fueron capaces de competir ante el Madrid. Por su parte, los de Pedro Martínez pusieron fin la pasada jornada a una racha de tres derrotas con una apabullante victoria en Fuenlabrada (66-99), llegan a la Copa clasificados en tercera posición, algo que jamás habían logrado hasta el momento, y buscarán derribar el muro de cuartos de final por primera vez.
Por último, el Estudiantes de Txus Vidorreta llega con hambre a una competición que gusta mucho a la parroquia colegial. Con tres triunfos en sus cuatro últimas citas, el gran momento de Carl English y Germán Gabriel y el mimo con el que el técnico bilbaino acostumbra a preparar este tipo de torneos, los madrileños presentan argumentos en su compromiso ante un Valencia superior en cuanto a fondo de armario y calidad pero que atraviesa un profundo bache de resultados con seis derrotas seguidas, dos en Eurocup y cuatro en ACB.