donostia. Sobre un infierno de adoquines, más de 50 kilómetros de pavés, un esfuerzo ciclópeo aupó a Tom Boonen al Olimpo de los elegidos. Allí donde le aguardaba Roger De Vlaeminck, mito viviente de la París-Roubaix con cuatro triunfos. Al corredor del Omega Pharma-Quick Step le esperaba su compatriota. Llegó a tiempo Boonen. Sobrado. Se gustó en los metros finales y pudo lucirse sobre el velódromo de Roubaix. Igualó a De Vlaeminck y su nombre ya está escrito entre los grandes clasicómanos del ciclismo y cierra una semana de en sueño que comenzó el pasado domingo con la victoria en el Tour de Flandes. Ayer, gracias a su triunfo en la prueba francesa, logró el segundo doblete de su carrera deportiva -Flandes y Roubaix- y de paso se regaló un nuevo monumento para su palmarés. Siete grandes triunfos en su carrera como siete grandes soles.
El belga, señalado por todos como el rival a batir después de que Fabian Cancellara se fracturara la clavícula derecha en cuatro partes durante el transcurso del Tour de Flandes, no falló. Su gesto, serio al inicio de la prueba, fue tornando a alegre en los últimos kilómetros de la París-Roubaix, a los que llegó en solitario tras un ataque que dejó secos a sus rivales, incapaces de seguir la rueda Boonen. Falló en el primer intento. No en el segundo, pocos metros después, a 56 kilómetros de meta. Solo le siguió su compañero de equipo Niki Terpstra. Filippo Pozzato y Alessandro Ballan aguantaron el primer envite, no así el segundo. Dulce compañía para el belga.
Terpstra aguantó el envite de Boonen un suspiro, lo justo para ayudarle a abrir un hueco que a la postre sería definitivo. Cuatro kilómetros y casi 30 segundos de ventaja. Espacio suficiente a pesar de estar a más de 50 km. Tiró la toalla el holandés, incapaz de seguir el ritmo demoledor de su compañero de equipo.
El pavés, sobre el que Boonen condujo su bicicleta como un obús, sin guantes, sintiendo la bicicleta en sus manos para un mejor dominio de la misma, se convirtió en su mejor aliado tras su ataque. Por detrás, hasta cuatro unidades del Sky trataron de reducir la ventaja. Imposible. No hubo manera. A cada metro, a cada pedalada, el corredor belga fue haciéndose más fuerte. Una caída eliminó a Pozzato, antes lo había hecho con Thor Hushovd y Sylvain Chavanel. Una alfombra roja esperaba a Boonen camino al velódromo de Roubaix, donde entró enseñando los cuatro dedos simbolizando sus tirunfos.
ballan, flecha y Boom Con la primera plaza decidida y, una vez que el grupo perseguidor dio alcance a Niki Terpstra, los focos se centraron sobre la segunda y tercera posición. Lars Boom fue el primero en dinamitar el grupo. Lo hizo tras pinchar y reengancharse. No frenó. A su rueda salieron Alessandro Ballan y Juan Antoni Flecha. El entendimiento en el trío hizo bueno el corte, que marchó camino a la meta sin demasiados apuros.
La situación cambió por completo a falta de 600 metros. Ya en el velódromo, cuando Sébastien Turgot y Niki Terpstra les dieron alcance. Al sprint Turgot, por un milímetro superó a Ballan, relegando a la cuarta posición a Flecha. Demasiada relajación en trío, que se dejó alcanzar. Todo ello mientras Tom Boonen celebraba la victoria. Eufórico. Su cuarta París-Roubaix, igualando a Roger De Vlaeminck.
En lo que a la representación vasca se refiere, Imanol Erviti y Jon Izagirre fueron los únicos que acabaron dentro de tiempo la carrera. Rubén Pérez y Markel Irizar, por su parte, llegaron fuera de control mientras Egoitz García, del Cofidis, sufrió un pinchazo que le obligó a abandonar la París-Roubaix.
55 victorias belgas La prueba francesa, de la que ayer se cumplieron 110 ediciones, cuenta en su palmarés con un total de 55 victorias de corredores belgas, lo que supone que en la mitad de las ediciones han salido vencedores corredores de Bélgica. Además, el último triunfo de un ciclista francés data de 1997 a manos de Frederic Guesdon, que ayer corrió por última vez la clásica del pavés.