Llega la alta montaña tras once días de carrera de mucho desgaste. Once etapas con recorridos llenos de cotas violentas, cortas pero empinadas; esos que se denominan “rompepiernas” en el argot ciclista. Con mucha combatividad de los corredores, con escapadas permanentes, con ataques explosivos de Pogacar o Vingegaard. Y con calor. Ayer fue un ejemplo, sol a plomo, repechos, y grupos de ataque y contraataque en el que se vieron envueltos los lideres. Pogacar está al mando, pero sin un dominio imperial, y Vingegaard muestra enormes ganas de combate. Ayer vimos un bello gesto de deportividad: Pogacar se cayó a cinco kilómetros de meta, cuando iba destacado en un grupo con los diez mejores de la carrera, y éstos le esperaron.
¿Estamos ante un nuevo caso Chiappucci, o ante un nuevo caso Kuus? Resulta sorprendente que los equipos, los que tienen estructura y fuerza suficiente y dos líderes que optan a la victoria, es decir UAE y Visma, no recordaran esos dos ejemplos históricos y no abortaran la escapada de Healy, camino de Le Mont-Dore. Aunque, también hay que tener en cuenta las fuerzas reales, porque el ciclismo no es una combinación de ingredientes en un laboratorio, y el irlandés estuvo inconmensurable en el Macizo Central. Sabedor de que podía coger el maillot amarillo, se echó la escapada a la espalda, y tiró de ella durante los últimos treinta kilómetros entre duras colinas, sin pedir un solo relevo.
Rivalidad Vingegaard-Pogacar
Quizá esos dos equipos obraron con una estrategia pensada sólo en un único adversario, focalizados en la rivalidad Vingegaard-Pogacar, y eso les nubló la memoria y no recordaron los dos casos mencionados, pero vale la pena tenerlos en cuenta. Caso Chiappucci, el italiano era un gran corredor, pero le faltaba rubricarlo en las grandes vueltas. Una escapada en el Tour de 1990 le dio una ventaja que complicó el Tour a Lemond hasta el último día, permitiéndole terminar segundo en París. A partir de ahí fue otro corredor, que hizo sudar tinta a Indurain. En la Vuelta al País Vasco de 1991 protagonizó una etapa de leyenda, escapándose desde lejos, cabalgando los puertos Aritxulegi y Agiña, para vencer en solitario en la meta situada en el col de Ibardin. Caso Kuus, el americano era un corredor que había mostrado grandes dotes para la escalada, pero no disputaba la general de las grandes vueltas, hasta que en la Vuelta de 2023 se filtró en una fuga que tomó una renta que le aupó al liderato, que ya no soltó.
Ben Healy
Ben Healy no es un ciclista cualquiera. Es joven, de la generación del año 2000, y ya desde junior mostró su potencial. Aquí lo vimos ganar la Bira de Bizkaia junior en 2017, por delante de Remco Evenepoel y Oier Lazkano. Fue el único que hizo sombra a Pogacar en la Amstel Gold Race de 2023. Destellos de una gran clase. Este chico, nacido en Birmingham, Inglaterra, eligió defender los colores de Irlanda en las pruebas de selecciones, ejerciendo un derecho de sangre que tiene por sus abuelos paternos, originarios de las irlandesas ciudades de Waterford y Cork. Su estilo, su porte sobre la bicicleta, no es elegante, al verlo pedalear un poco torcido hacia un lado, se diría que va sufriendo, agónico. Sin embargo, si se analiza bien, descubrimos que es muy eficaz, va muy agachado, es aerodinámico, y su pedaleo es muy fluido. Hace un tiempo, antes de este Tour, cuando le preguntaron en una entrevista sobre su canción favorita, respondió que era Not giving it (No ceder), del grupo Rudimental. Es la que escucha en su cabeza cuando se marcha en solitario como a él le gusta, y donde es demoledor, como en su victoria en Vire Normadie, en la sexta etapa. Si sus rivales hubieran tenido en cuenta la letra de esa canción que late en sus pedaladas, quizá no le habrían permitido tanta libertad. Dice: “No ceder/No me rendiré/No me voy a rendir/Esta vez, voy a ser más fuerte/No voy a ceder”.
Con la llegada a Toulouse no quiero pasar por alto un dato: fue la capital de los republicanos españoles. De los 527.843, datos oficiales franceses, que huyeron tras la Guerra Civil, 150.000 se instalaron en Toulouse, y el diez por ciento de los habitantes de esta ciudad tiene sus raíces en nuestra gente exiliada.
Hospital Varsovia
El ejemplo más claro de la presencia de los republicanos es el del Hospital Varsovia. Fundado con personal sanitario de los republicanos para atender a los centenares de heridos que llevaban consigo tras el fracaso y retirada de la invasión guerrillera del valle de Arán, contra Franco, en octubre de 1944.
El hospital se ocupó de la salud de esos miles de republicanos en Toulouse, que en muchos casos no tenían papeles, ni acceso a la sanidad francesa. En 1950, como consecuencia de la Guerra Fría, las autoridades francesas lo cerraron y detuvieron a los 177 miembros de su personal sanitario, acusándolos de comunistas y expulsándolos de Francia. Sin embargo, no estuvo cerrado ni un solo día; una ONG “avant la lettre”, que había ido recaudando fondos, en la que participaron Picasso, Marie Curie y Einstein, lo compró, siguiendo con sus mismos principios de medicina social. Años después pasó a la red pública, y hoy es el hospital de referencia antituberculoso y de enfermedades raras de la región.