"hoy me he dormido a las seis y pico de la mañana y me he despertado a las nueve". No es lo habitual en la vida diaria de un deportista, pero sí es lo habitual en el caso de Geisa Oliveira, pívot brasileña del UPV, que sufre insomnio, algo muy poco común en el deporte de elite. Ella, acostumbrada a esta alteración del sueño, lo lleva con normalidad y buen humor, pero su caso no deja de ser chocante por lo poco común en el mundo en el que se mueve.
"Siempre he dormido poco, desde pequeña. A mi hermana le pasaba lo mismo. No dormíamos más de cinco horas seguidas. Mi madre no lo entendía. Nos decía: ¿Qué hacéis despiertas? Y le respondíamos: Es que no tenemos sueño. La gente duerme en un horario normal, yo no", cuenta sonriente la propia Oliveira en el Gasca, antes de empezar una sesión de entrenamiento junto a sus compañeras. La pívot brasileña, de 1,87 metros de altura y 32 años de edad, se ha acostumbrado a vivir durmiendo menos que la media de la población: "No es algo que me afecte o me moleste. Quizás antes sí, pero ahora ya no. Hay días que me duermo, como hoy, a las seis y pico de la mañana. Otros estoy dormida a las doce de la noche, pero me levanto a las cuatro. Una vez que me levanto, ya no vuelvo a coger el sueño. Luego puedo echarme una siesta y completo así las cuatro o cinco horas que necesito al día".
Como ella misma reconoce, ha aprendido a cultivar hobbies que no necesitan compañía: "Me gusta leer, siempre tengo libros cerca, y también veo muchas películas, me encanta. A veces estoy también con el ordenador. Si me despierto de madrugada y me quedo tumbada, me duele todo, no puedo. Me tengo que levantar y hacer algo", dice. "¡La verdad es que envidio a la gente como mi marido, que se duerme a los cinco minutos de tumbarse!".
"me cuesta que baje la adrenalina"
Después de un partido, se pasa la noche en vela
Los desplazamientos para jugar los partidos fuera de casa siempre suelen ser un problema para la pívot: "En los hoteles, intento no molestar a mis compañeras, porque ellas se acuestan pronto y duermen del tirón. Yo, si me acuesto a la vez, me despierto en plena noche y no puedo molestar a mi compañera de habitación, claro. Me suelo poner a leer o ando un rato con el ordenador".
Cuando el UPV juega fuera de casa por las mañanas, el equipo madruga para desayunar y luego dar un paseo con el objetivo de soltar un poco las piernas antes del partido. A Oliveira le suele entrar el sueño después del desayuno. "Le pido a la entrenadora no ir al paseo y subirme a la habitación a dormir un rato. Los entrenadores siempre han sido comprensivos con esto, porque no afecta al grupo", cuenta.
Peor es después de los partidos, donde la tensión acumulada le impide dormir en toda la noche: "En mi caso es difícil conciliar el sueño después de los partidos, me cuesta que baje la adrenalina. Si jugamos a las 20.00 horas, estoy despierta hasta la mañana siguiente. A veces me acuesto, pero no puedo dormirme", dice, antes de recordar un momento donde siempre suele echar una cabezada: "Mira, por ejemplo, en el autobús para ir a los partidos me duermo, la carretera me va de maravilla", se ríe. "Ya sé que estas cosas no son normales en el deporte, donde la rutina es importante. Antes me agobiaba esta diferencia, pero desde hace tiempo no, y no siento que me afecte a la hora de jugar".
Oliveira ha encontrado en el UPV, como en sus anteriores equipos, la complicidad de sus compañeras, que le ayudan en lo que pueden: "Se preocupan de llamarme por si me he dormido a deshoras y hay que ir a entrenar, o me dejan libros y películas. Cuando llego a un equipo, lo primero que hago es contar que tengo insomnio, pero que no quiero causar problemas a nadie con eso".
una jugadora tardía
Empezó a jugar con trece años
El insomnio que sufre no es el único rasgo particular de Oliveira. Y es que la brasileña comenzó a jugar a baloncesto con trece años. "Empecé muy tarde. Entré en un club muy importante, el Associação Atlética Ponte Preta, situado en Campinas, cerca de Sao Paulo. Mi profesor de educación física en la escuela conocía a gente del club y mi madre se enteró de que iban a hacer unas pruebas para baloncesto. Me llevó, lo hice más o menos bien y me quedé", cuenta. "Creo que entré porque era alta", bromea. Pronto, con 21 años, dio el salto al extranjero, concretamente al Yaya María de Jaén. Luego estuvo en Italia y Hungría, y los últimos años los ha pasado en el Mann Filter, el Girona y el CajaCanarias.