¿Dónde queréis recibir la bandera?
Urdaibai finiquita una regata mediatizada por una galerna; la Donostiarra accede a la tanda de honor
Donostia. Eran poco más de las once y media de la mañana. La tripulación femenina de Zumaia acababa de desembarcar y su patrona, Nagore Osoro, relataba a los micrófonos que se iba encontrando en la rampa la soberbia victoria de su trainera: "La mar estaba movida y hemos acertado con las olas. Pero viene una galerna que flipas...". Flipar es poco. ¿Una galerna? Ya. Fueron dos. Una que zarandeó la bahía en la primera tanda y la volvió loca en la segunda. Y otra, que acabó en maremoto, que desató Urdaibai para acercar la Bandera de La Concha hasta San Juan de Gaztelugatxe. Con la inercia, llegará a Bermeo.
La clasificatoria más igualada de la historia desencadenó ayer la primera jornada más decisiva de las últimas décadas. La más sorprendente y espectacular. Y las ha habido de áupa. La Bou Bizkaia aventajó en 33 segundos a Kaiku, en casi 55 a Pedreña y en 1:30 a la Donostiarra. Las cuatro estarán en la tanda de honor. Sí, las cuatro. El resto acabaron perdidas, tras ser machacadas por las olas que les lanzó la mar en el largo de ida y morir en los agujeros que escondían cada vaga en la vuelta. Astillero, la mejor de la segunda tanda, ¡acabó a 2:21! Hondarribia y San Juan, a tres minutos y Tirán, a 3:20.
Son las mayores diferencias en la primera jornada desde 1966. Entonces, también con viento del noroeste que arreció en la segunda tanda -ayer ascendió de 15,4 a 23,2 km/h-, Hondarribia aventajó en 47 segundos a San Juan. La diferencia ayer fue que Urdaibai y Kaiku compartieron tanda, aunque por las calles exteriores. Y eso fue determinante.
Ese viento de Galicia rompió los amarres de la Bou Bizkaia, que voló por la calle cuatro. A la Bizkaitarra le tocó bailar con la más fea, la uno, y solo mantuvo el paso durante el primer minuto. Su txanpa volvió a ser espectacular, un rocanrol a 54 paladas por minuto. El cronómetro llegó a los treinta segundos, y el GPS ya contabilizaba un bote de ventaja para los de Sestao. Al primer minuto, Urdaibai seguía el ritmo verdinegro con seis segundos de retardo. Pedreña y la Donostiarra se iban a la decena. Pero, de pronto, Urdaibai cambió de disco y pinchó un tango para arrimarse bien a Clara, la isla que fue mano de Santa para los de Bermeo. A su refugio, templó su remada a 34-35 paladas y en un santiamén se equiparó con Kaiku, que comenzó a trastabillar en la pista. Tras superar el Aquarium, la Bizkaitarra se encontró con tres olas letales, tres zancadillas que la hicieron cabecear con violencia. El traspié provocó unas paladas al aire y la proa azul se alejó seis segundos. Y agur.
Con cinco minutos de regata, Zurinaga exprimió a los suyos. Dos series consecutivas redujeron el agujero a solo cuatro segundos, pero después el hoyo se fue agrandando hasta convertirse en una fosa en la que habría deseado meterse José Luis Korta. El de Ortzaika arriesgó al decantarse ayer por su embarcación negra, ese bote aplatanado que derrapa en las ciabogas. Sus remeros habían confesado que no tuvieron las mejores sensaciones en la clasificatoria a bordo de la trainera tradicional, y el estado de la mar en las primeras horas tras el alba llevaron al técnico de Kaiku a optar por el plátano volador. Pero resbaló con su cáscara.
En la ciaboga, tras unas series al final del largo que esterilizaron varios cabeceos, la ventaja de Urdaibai era ya de trece segundos. Pedreña cedía 46 y la Donostiarra solo trece más. Pero a la vuelta, la Bou Bizkaia fue un misil para el que Gorka Aranberri programó un rumbo infalible: primero aguantó en su calle y después dejó que las olas llevaran el cohete hasta el cielo. Por el contrario, Asier Zurinaga creyó caer en los infiernos, incapaz de guiar una embarcación ingobernable. Sus marcas y contramarcas trataron de echar un guante a su patrón para evitar una guiñada, pero la Bizkaitarra zigzagueó hasta la meta. Y ya se sabe, la distancia más corta entre dos puntos siempre es la línea recta. Una diagonal perfecta que dibujó Urdaibai desde la calle cuatro a la cero.
El vendaval justo antes del banderazo a la segunda tanda presagió el calvario que les esperaba a las cuatro traineras: cuatro Kaikus y ninguna Urdaibai. La mar se enfurruñó con los botes, y no les dio tregua. Las azotó una y otra vez mientras estas saltaban como saltimbanquis contra las olas. Y en cada golpeo de sus panzas, entraban litros de agua a su antojo. Más que palcas protectoras, necesitaban subirse a un submarino.
De salida, Hondarribia cedió unos metros para buscar el amparo de la isla y pegarse a la calle cuatro, por donde Tirán no encontró el petróleo bermeotarra. Para colmo, el oleaje les lanzó el espaldín, que recuperó el proel. Por el otro extremo, Astillero asomó su proa por la dos, a la que se ajustó San Juan para evitar el rebote de la uno. Hasta que el juez les mandó a estribor. Al tormento.
A mitad de largo, Hondarribia recogió la pita que soltó al principio en busca de la isla, y se situó segunda, a 5 segundos de Astillero, que ya perdía 40 segundos sobre Urdaibai. Con esos guarismos, no quedaba otra que limitarse a sobrevivir. Apenas 500 metros después, en una mar que parecía un remolino, con las olas entrando desde Igeldo y desde Pasaia, la San José XIV -impugnada por alinear otra vez a Joseba Fernández- ya disponía de una veintena de segundos sobre sus compañeras de tanda. Pero la Donostiarra ya la distanciaba en medio minuto.
En el calvario hacia dentro, lo más reseñable fue la fatídica guiñada de San Juan, a la altura de la isla -casi a la misma altura que su percance en el Campeonato de Gipuzkoa-, que Hondarribia aprovechó para adelantarles ya dentro de la bahía, mientras Urdaibai ya acariciaba la bandera. Que Donostia Kultura les pregunte dónde quieren recibir la bandera. En el agua o en la Consti.
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