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Choque de estilos para una revancha

Lebron James y Dirk Nowitzki buscan su deseado primer anillo en la repetición de la final de 2006

Hace cinco años, los Dallas Mavericks dominaban por 2-0 y marchaban trece puntos arriba a seis minutos para acabar el tercer partido de la final de la NBA. Los texanos no supieron cerrar aquel choque y lo perdieron, como los tres siguientes para entregar el anillo a los Miami Heat. Curiosamente, desde aquel sexto partido los de Florida no han vuelto a ganar a los Mavericks en temporada regular.

Es la final esperada desde que los Lakers, los Spurs y los Celtics salieron de la circulación, la primera desde 1998 en la que no están Kobe Bryant, Shaquille O'Neal o Tim Duncan. Es la final entre dos equipos plagados de veteranos para los que quizás es la última oportunidad de atrapar el título. Es la primera final para los dos técnicos, cuyos puestos corrieron peligro hace algunos meses. Es, en definitiva, la final entre dos maneras de interpretar el baloncesto en la que Dirk Nowitzki tiene la oportunidad de tomarse la revancha de aquella derrota de hace cinco años de la que muchos le encontraron culpable.

Quieren evitarlo con factor cancha a favor los Beach Boys, el trío estelar que ha alcanzado su mejor rendimiento en los play-offs para cumplir con la misión que los juntó el verano pasado. LeBron James se ha puesto en modo imparable y con finales de partido prodigiosos ha llevado de la mano a Dwyane Wade y Chris Bosh para liquidar a los Celtics, demasiado viejos, y los Bulls, demasiado jóvenes.

El Elegido vuelve a la final cuatro años después de que sus Cavaliers fueran barridos por los San Antonio Spurs y lo hace en mejores condiciones que entonces. Tiene más experiencia y mejor respaldo en un equipo que ha ido encajando sus piezas en una campaña de altibajos y ha encontrado en la capacidad atlética de sus jugadores el germen de una defensa impenetrable -solo 88,3 puntos y un 41,9% concedidos a los rivales- en los momentos en que el aire escasea y el partido está en el alambre.

El concepto de Big Three se ha llevado en los Miami Heat a la máxima expresión. Spoelstra ha decidido intervenir lo justo y James, Bosh y Wade, el único de los tres que ya tiene un anillo, se han encargado del resto. La fórmula funciona ya que el trío ha anotado 68,3 de los 92,9 puntos de su equipo (el 73,5%) en las tres eliminatorias precedentes, ha hecho el 68,4% de los tiros y ha cogido el 59,5% de los rebotes.

Los demás cumplen su misión: Chalmers, Bibby, Miller y Jones abren el campo, aunque no toquen el balón, y Anthony y el recuperado Haslem ponen la dureza interior de un equipo que carece de un center dominante como lo fue Shaquille O'Neal en la final de 2006.

Los Mavericks son otra cosa. Nowitzki es el eje y la principal fuente de puntos, pero dentro de una propuesta quizás más europeizada, más coral en la que el balón pasa de mano en mano y el banquillo es clave, como bien sufrieron los Lakers y los Thunder. Los suplentes principales de Carlisle (Barea, Terry, Stojakovic y Haywood) han sumado casi 40 puntos por partido en los play-offs, lo que convierte a los texanos en un rodillo anotador que no baja el ritmo y roza los 100 puntos por partido.

Dallas no tiene a nadie que pueda parar a LeBron y Wade en el uno contra uno, pero la defensa de Miami también tendrá que llegar muy lejos para tapar a los tiradores de los Mavs, que siempre esperan el pase extra. Se miden un equipo puesto al servicio de las estrellas y un equipo en que la estrella es uno más. En la NBA actual cabe de todo.