Donostia. "Es un sueño", repitió el noruego Thor Hushovd tras convertirse ayer en el primer ciclista profesional escandinavo en proclamarse campeón mundial. Su sueño, sin embargo, es tardío. De niño coqueteaba con otros anhelos. Como emular a su ídolo Bjorn Daehle, un esquiador de fondo. Pero la nieve estaba lejos de su Grimstad natal. Aborrecía los viajes en coche hasta las montañas. En aquella época, coincidió que un vecino, Dag Otto Lauritzen, dio la primera victoria de etapa en el Tour a Noruega, un país que vivía de espaldas al ciclismo. El éxito del ex paracaidista en Luz Ardiden acercó a Thor a la bicicleta. Y sobre ella, comenzó a ganar. A arrasar. Vencía casi allá donde corría. Con 16 años ya acumulaba trece títulos nacionales. Y, como con el esquí, se hartó. Tenía 19 años, cuando tuvo un arrebato de juventud: colgó la bici y huyó a Canarias. La otra cara del mundo que le saturó en Noruega: sol, playa y discotecas. No quería ser ciclista. Se quedó sin sueños, hasta que otro compatriota le dibujó uno. Era octubre de 1997 y, desde Canarias, vio cómo Kurt-Asle Arvesen venció a Óscar Freire en el Mundial sub"23 de Donostia. El himno noruego en la Avenida de Tolosa acompasó una nueva ambición: "Si él lo ha logrado, yo también puedo", se dijo. Lo consiguió por la vía rápida: al año siguiente, en Valkenburg, y en la crono sub"23. Doce años después, en Geelong, cruzó el olimpo: se colgó el oro mundial, al batir al sprint al danés Matti Breschel y al australiano afincado en Oiartzun Allan Davis.
Freire remató con un sexto puesto el enorme trabajo de la selección española, que debió correr a contrapié las últimas cinco vueltas de un campeonato atípico: primero, porque los corredores debieron recorrer 83 kilómetros antes de entrar en el circuito de Geelong, al que debían dar once vueltas. Y segundo, porque lejos de meta, en la séptima vuelta, varios ilustres, como Gilbert, Evans, Martin, Boasson Hagen, Visconti, Pozzato, Nibali, Roche o Greipel se metieron en un corte que provocó Italia y cogió en babia a España -hasta ahí impecable-. Zubeldia, inmenso otra vez desde agosto, Barredo y Plaza se filtraron en la treintena delantera, pero ni Freire, ni Samuel, ni Luisle estuvieron donde debían estar. Y pagaron caro su grave error.
Durante más de dos vueltas, España se afanó en una persecución desesperada. Se fundieron los plomos de Garate, Samu, Luis León, y los de Barredo y Plaza, a los que José Luis de Santos paró junto a Zubeldia para tirar de Freire. Para entonces, Erviti ya había cumplido su trabajo de acercar el pelotón a la fuga inicial del colombiano Tamayo, el ucranio Kvachuk, el venezolano Jackson Rodríguez, el irlandés Brammeier y el marroquí Jelammoury, que cedió al entrar en el circuito más de 22 minutos de renta. Casi doblan al grupo.
Por momentos, pareció que la carrera estaba delante. Y como tal se comportaron Gilbert, Visconti, Evans, Pozzato y compañía. Sus escasas arrancadas llevaban marchamo de podio, al que subirían tres hombres que viajaban agazapados tras el tren español. Hushovd no podía hacer otra cosa que jugársela al final, pues Noruega sólo pudo alinear a otros dos hombres -Boasson Hagen y Kristoff-, cuando el peculiar reglamento de la UCI permitió la salida de, por ejemplo, seis marroquíes.
España no recuperó la opción de Freire hasta a falta de dos giros, pero sólo Haimar permanecía a su lado. Gilbert y Evans, los más fuertes de la carrera, sobre todo el valón, lo intentaron por activa y por pasiva. El belga atacó en el repecho duro las dos últimas vueltas, donde se grababa el oro, lanzado en ambas por Leukemans. A seis kilómetros de meta, aún disponía de 21 segundos sobre Evans, Kolobnev, Moerenhout, Sörensen, Leukemans, Schleck y Martens. A falta de 3, el pelotón se agrupó. Aún lo intentaron Gusev, Brajkovic y Terpstra, pero ayer, en un sprint de fuerza, con 270 kilómetros encima, era el día para el sueño de Thor, mucho toro para un Freire cuyo genio se ajó en el duro camino.