Para hablar de Pelé, hay que ponerse en pie. Edson Arantes do Nascimento (23 de octubre de 1940) está incluido en la Santísima Trinidad de la historia del fútbol. El orden es lo de menos, pero uno de ellos tiene que ser el jugador que más Mundiales ha ganado. En México 1970 completó el tricampeonato rodeado de un equipo maravilloso que le permitió no tener que ser genial todo el rato y todos los días.

Pelé era la pieza más significada de aquella selección brasileña en la que cualquiera podía destacar. Su visión de juego, su dominio de los espacios y su capacidad goleadora eran centros de atracción y a su alrededor se movían acompasadamente otras estrellas del balón que convirtieron a Brasil en un conjunto de leyenda.

Pelé llegó a México cerca de los 30 años y después de haber reconsiderado su decisión de abandonar la selección. La había dejado tras el Mundial de 1966, frustrante para el equipo, que quedó fuera en la primera fase, y para él mismo, que volvió a ser víctima del juego sucio de los rivales.

Por suerte para el fútbol, O Rei decidió regresar en 1969 a una selección que Joao Saldanha quería limitar a jugadores del Santos, el equipo de Pelé, y el Botafogo. La destitución del técnico y la llegada de Zagallo abrió el grupo y entraron Rivelino y Tostao, dos de los integrantes de aquella delantera imparable.

Brasil llegó al Mundial de 1970 invicta en la fase de clasificación y el Estadio Jalisco en Guadalajara asistió desde el primer día a jugadas que rozaban lo increíble. Primer partido contra Checoslovaquia: Pelé lanza desde el centro del campo y está muy cerca de sorprender al guardameta Ivo Viktor. Aunque el balón no entró por poco, desde entonces esta jugada se conoce como el gol de Pelé, quizás porque nadie se había atrevido hasta entonces a intentarlo.

La parada imposible Cuatro días después, Brasil se midió a Inglaterra, los vigentes campeones. Era un partido esperadísimo, el más duro para Pelé y compañía en aquel Mundial. En la primera parte, se produce otro milagro, en este caso a cargo del portero inglés. Pelé se eleva portentosamente para rematar de cabeza fuerte y picado, pero Gordon Banks saca un mano prodigiosa, envía el balón a saque de esquina en lo que se ha calificado como la mejor parada de la historia y evita que Brasil se adelante en el marcador.

La canarinha fue avanzando rondas y en las semifinales ante Uruguay Pelé protagonizó otra jugada inolvidable. El Estadio Jalisco estaba repleto con más de 50.000 espectadores y el árbitro era el bilbaino José María Ortiz de Mendibil testigo cercano de una genialidad. Con el partido resuelto, O Rei recibió un balón en profundidad que le dejaba mano a mano ante Mazurkiewicz, el portero charrúa. Se alejó de la formalidad y dejó correr el balón sin tocarlo por el lado izquierdo del portero mientras él se escapaba por el derecho. Tras el amago, Pelé alcanzó el balón y su remate, un tanto forzado, se marchó fuera por muy poco. Como las otras dos jugadas descritas, fue un no-gol que pasó a la historia como si lo hubiera sido.

Y es que en México 1970 Pelé y Brasil supusieron una exaltación del fútbol sin ataduras, pensado sólo para divertir al espectador. La final ante Italia, una de las mejores del torneo, fue rubricada con el gol de Carlos Alberto en el que Pelé dio al lateral derecho el último pase, como compartiendo la gloria con el resto de compañeros. Edson Arantes do Nascimento salió a hombros del Estadio Azteca donde disputó su último partido en un Mundial.

A partir de ahí y a medida que se encaminaba hacia su retirada, Pelé se convirtió en un personaje mediático, implicado en un montón de actividades alejadas del fútbol que fueron engordando su cuenta corriente y potenciando su faceta más política.

El 18 de julio de 1971 se colgó la camiseta verdeamarela en un amistoso ante Yugoslavia cuando ya su participación con el Santos era casi benéfica y promocional. Quisieron convencerle para jugar el Mundial de 1974, pero su mentalidad no era ya la de un profesional. Así, en octubre de ese año, jugó su último partido con el Santos, el que debía poner fin a una carrera inigualable.

Pero Pelé sufrió lo que otras grandes estrellas deportivas: la mala gestión de sus dineros. No le quedaba otra que volver al fútbol y con 34 años buenas ofertas no le faltaron.

La Juventus y el Real Madrid le rondaron, aunque su decisión se apartó de lo que esperaban los buenos aficionados. O Rei decidió agotar su carrera en el Cosmos de Nueva York de la incipiente Liga estadounidense que necesitaba estrellas, siquiera de capa caída, para penetrar en una sociedad impermeable al soccer. Allí, alejado de las grandes competiciones, llegó a coincidir con Beckenbauer y su ex compañero Carlos Alberto, pero aquel no era ya Pelé, sino una versión menor.

El 1 de octubre de 1977 a los 36 años, Pelé se despidió definitivamente del fútbol ante 75.000 espectadores en un amistoso entre el Santos y el Cosmos. Dejó para la historia del fútbol y del deporte la apabullante cifra de 1.367 partidos jugados y 1.283 goles, tantos que algunos de sus hitos son difícilmente ubicables en el tiempo. Embajador de las Naciones Unidas, de Unesco y de Unicef, Ministro de Deportes de Brasil, amante prolífico y en ocasiones polémico y actor. Porque quizás el único gol de Pelé que muchas personas hayan visto sea el de la película Evasión o victoria. Fue bonito, pero en este caso la ficción no podía superar a la realidad.