Los fragmentos expresivos de Joxan Iza
El pintor Joxan Iza (Bergara, 1961), afincado en Oñati, presenta una colección de obras adscritas al expresionismo geométrico-lírico, en las que sigue desarrollando su gramática y vocabulario propio, iniciado a comienzos de la primera década de siglo de manera coherente y sintética.
Su preocupación por la ciudad y la polis comenzó plasmando grandes arquitecturas urbanas, hangares cargados de tubos y fuerzas horizontales y verticales en las que parecía inserto y perdido el ser humano. Su vocabulario ha evolucionado de manera coherente en esta segunda década, ofreciendo un paisaje urbano más sintético, me atrevo a decir más fílmico, más abstracto, basado en la concatenación de pequeños “fragmentos” concatenados, resbaladizos unos con otros, que a la manera de pequeños fotogramas de un filme cinematográfico ofrecen una visión de la ciudad más holística, como captada desde un coche en marcha, con sus escaparates, sus luces, sus fuerzas y contrafuerzas, sus núcleos de vida y sus espacios vacíos.
Y lo logra concatenando planos rectangulares y circulares que se abren y empalman unos con otros, llenos de colores azules, verdes, rosas y rojos intensos. Formas rectangulares que han devenido en más abstractas, pero que, sumadas unas con otras, ofrecen un conjunto del mapa urbano como si de un caleidoscopio se tratara. Su pintura es una suma y síntesis de las mejores corrientes de la segunda mitad del siglo XX (expresionismo, cubismo, geometrismo, collage, grafiti, diseño gráfico) y con todas ellas realiza su elaboración y síntesis personal, y juega con ellas para plasmar sus propias obras. Y lo hace a la manera del collage, uniendo y superponiendo formas y colores sobre el lienzo, el cartón, el divon, y las planchas metálicas, que ofrecen un soporte adecuado y peculiar a su pintura.
Surgen así esos paisajes horizontales y verticales, llenos de pequeños planos horizontales, llenos de color y de luces cada vez más intensas, sólo rotas por pequeños collage, grafitis, integrados con cuidado y con mimo, pasando casi desapercibidos. Su cocina y su técnica es cuidada, realizada como un vestido de alta costura. Nada hay aparatoso ni sin sentido.
En la misma línea se mueven también sus acuarelas, y algo más realistas y crudas sus pequeñas esculturas sobre “el caballo” como animal totémico, serie que acompaña con técnica de collage al panorama de su obra. Obra que va cuajando en una mayor síntesis formal y de colorido, logrando obras de buena calidad y de gran belleza visual.