Manolo Gil en diálogo con Oteiza
Collages experimentale y cartas entre pintor y escultor revelan una "estrecha relación" en el museo de Alzuza
El escultor Jorge Oteiza (1908-2003) y el pintor valenciano Manolo Gil (1925-1957) llegaron a desarrollar juntos una teoría con un impacto significativo en el ámbito artístico; sin embargo, casi nada se sabía de la relación entre ambos, de lo que compartieron, de lo que se influyeron, inspiraron o llegaron a cuestionarse mutuamente. Hasta ahora.
Impulsada por el proyecto expositivo que han emprendido juntas la Galería José de la Mano y la Fundación Museo Jorge Oteiza, se ha llevado a cabo una investigación que palia ese desconocimiento, que llena ese “agujero” en torno a este contacto, profesional y personal, que mantuvieron Oteiza y Gil, quienes se encontraron por primera vez en 1955 en el proyecto de la Universidad Laboral de Tarragona (1952-1957).
A partir de ese momento nació una estrecha relación personal y un fructífero diálogo artístico e intelectual, solo interrumpido por la repentina muerte del pintor –a los 32 años a causa de una pancreatitis fulminante–. Esa relación, como revela ahora la exposición Manolo Gil 1956-57. Diálogo con Oteiza, instalada en el Museo de Alzuza y visitable hasta el 11 de enero de 2026, influyó de forma decisiva en ambos artistas, justo en un momento clave de sus respectivas trayectorias.
Oteiza estaba inmerso en su Laboratorio experimental, que marcó su paso a la abstracción geométrica; y Manolo Gil, por su parte, atravesaba un período de gran intensidad creativa, tanto en sus elucubraciones teóricas como en sus exploraciones plásticas, mayoritariamente figurativas hasta ese momento.
Más de 50 collages experimentales desarrollados por Gil arrojan luz sobre ese manifiesto y esa teoría que el pintor elaboró en estrecha colaboración con Oteiza en torno al análisis de la composición espacial a partir de la utilización de formas geométricas, en una exposición que se completa con diversas obras del escultor de Orio pertenecientes a la colección de su Fundación, así como con numerosos elementos documentales –correspondencia epistolar, sobre todo– que explican el contexto de esta propuesta. Entre otros, luce el documento original del poema visual Cambio, que Manolo Gil –artista que cuestionó al Oteiza teórico, discutiéndole sus reflexiones y tildándolas de “gratuitas”, matizando que “menos mal que hace esculturas”–, escribió y dedicó “al padrecito Oteiza”.
El proyecto está comisariado por Jon Echeverria Plazaola, investigador y doctor en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, y cuenta con el diseño expositivo de Javier Balda. En palabras del director del Museo Oteiza, Gregorio Díaz Ereño, con este proyecto que “es idea original de José de la Mano”, la galería madrileña –que celebra este año su 20º aniversario– realiza “una labor de recuperación de un momento fundamental de la historia del arte del siglo XX”.
Según José de la Mano, se ha alumbrado “un proyecto magnífico”, que visibiliza la “relación de respeto intelectual mutuo” y el “diálogo de tú a tú” que mantuvieron durante dos intensos y fructíferos años Manolo Gil y Jorge Oteiza.
Una teoría a dos manos
Jon Echeverria sostiene que la exposición que ha comisariado tiene como propósito “reivindicar a Manolo Gil como artista abstracto, porque tenía esa vocación, él quería abandonar la figuración, y de no haber muerto tan joven, a saber adónde habría llegado...”; también, “mostrar que en un momento clave de la trayectoria de Oteiza, cuando el escultor se instala en Madrid, en esas reflexiones que hacía sobre el espacio y el muro no estaba solo, estaba en diálogo con Manolo Gil, y que escribieron la Teoría del Espacio Trimural (1956-1957) a dos manos”.
Una teoría inspirada por el suprematismo de Malévich que pretendía generar una nueva perspectiva espacial que trascendiera el espacio de representación tradicional y se proyectara hacia una cuarta dimensión, ahondando en cómo los colores y su relación con las formas son capaces de generar un espacio.
Manolo Gil experimentó y materializó resultados de esa teoría en sus collages abstractos, que pueden disfrutarse ahora en Alzuza y que “ponen en valor este arte pobre, rápido, de materiales austeros”, y Oteiza hizo lo propio en su Propósito experimental 1956-1957. Curiosamente, Oteiza nunca nombró esta Teoría del espacio trimural –sí Manolo Gil, quien deja dicho por escrito que la elaboró con el escultor de Orio–, “quizá es una forma de restar importancia a su relación con Manolo Gil...”, lanza Jon Echeverria, apuntando que “cada artista hace sus pruebas en base a esa Teoría, los dos exploran al mismo tiempo cómo se relacionan las formas geométricas y los colores, y no coinciden”. Eso sí, así como Gil dedicó a Oteiza el poema ilustrado Cambio, el de Orio hizo su tributo al pintor valenciano en la escultura Homenaje a Manolo Gil (1989) que luce al aire libre en el campus de la Universidad Politécnica de Valencia.
En la exposición, que se enriquece con varias citas –visita guidada y encuentro con el comisario el 28 de junio, además de talleres y campamento infantil ya a partir de septiembre– así como con la edición de una publicación monográfica que reproduce obras experimentales de Manolo Gil, el poema visual Cambio y un texto de Jon Echeverria, puede leerse una reflexión que Gil escribió un día antes de morir, en 1957:
“Nuestra vida se marcha, se
escurre. No podemos perder
tiempo. Hay que satisfacer
nuestro afán, mi afán, tu afán,
espectador. Para eso pinto”.